Is 58, 9b-14
Ayer
quedamos en el (58, 9a) de este texto tomado del Tritoisaías, hoy continuamos
-sin solución de continuidad- con el 9b, allí donde lo habíamos dejado, o sea
que la perícopa se dividió entre ayer y hoy.
El
Señor nos está explicando qué es lo que realmente le complace, porque muchas
veces queremos hacer cosas que le gusten a Dios y -por no prestar atención a
sus enseñanzas- erramos el camino y hacemos cosas que le desagradan, y, todavía
más grave, muchas veces resultamos haciendo completamente lo contrario,
ofendiéndolo.
El
Señor empieza a manifestarse a través del oráculo profético llamándonos a evitar
dos cosas en particular:
a) ser un “opresor”
b) acusar y calumniar.
c) Seguir
comprometidos en agarrones y querellas.
Y
lo más triste,
d) muchas veces,
engreídos por esas cosas.
En
cambio, nos da dos cosas -en positivo- misiones a cumplir, tareas para hacer:
e) Ofrecerle al
hambriento de lo que nosotros tenemos
f) Y al afligido socorrerlo
para que no pase necesidades.
Esto
tendrá dos consecuencias poderosas a favor de quien lo cumpla:
1) Nuestra Luz
brillará en las tinieblas y se cambiará nuestra oscuridad en intensa claridad
2) El Señor nos
socorrerá con Abundancia y nos concederá salud.
Y,
explicándonos como se realizarán, estas dos consecuencias favorables, hace una
comparación, dice que seremos como un huerto fructífero. Como fuente que nunca
se seca.
Recuerden
que es un oráculo en el contexto de la ruina que encontraron al volver del exilio
de Babilonia, entonces les dice a los del pueblo elegido, a los que regresaron,
que las edificaciones -desde sus propias bases- se reconstruirán, y a los
habitantes los llamaran “reparadores de brechas” y “restauradores de senderos”
porque con su trabajo y su esfuerzo por agradar al Señor harán de aquella
tierra nuevamente un país acogedor, agradable para vivir en él.
Pasa resaltar que una parte esencial de la Ley es el Sabbat, Día de oración y glorificación, no es día de negocios, ni de discutir otros asuntos. Guardar el Sabbat es un pilar de la fe judía; para nosotros ¡es el Domingo! -Día de Gratitud y Glorificación al Señor, Día de Oración y Lectura de la Palabra, Día de reflexión y de Acción de Gracias- porque el culto sincero abarca pasar una jornada de trato y fuerte relación con nuestro Dios. ¿Cómo se puede reforzar la amistad con Dios? Hay un movimiento esencial y fundamental, la Eucaristía, este es el Día de reforzar que, si bien murió Crucificado, no se quedó en la tumba, sino que es el Resucitado. La Cuaresma nos llama a poner bajo la luz de un faro resplandeciente que, el Plan de Salvación, destrabó las Puertas de la Eternidad y nos franqueó el paso, con su Cruz y Resurrección.
Sal
86(85), 1b-2. 3-4. 5-6.
Le
pedimos a Dios que nos enseñe sus caminos: Los cursos son gratuitos, la escuela
está constantemente abierta, todos los días hay clases, se ofrecen diversidad
de horarios, todos los servicios litúrgicos se ofrecen, los Sacramentos también
se brindan, pero lo que falta es nuestra parte. Asistir, no dejar las aulas
de la fe vacías, es urgente que cumplamos nuestro rol, no pidamos “escuela
de fe” si no estamos dispuesto a tomar sus cursos.
Pongamos
el ojo muy atento a darnos cuenta que estos “cursos” son una condición para
poder andar por las sendas de la Verdad de Dios.
Uno
puede leer el salmo y decir que es cierto que somos unos “desamparados”, que
“somos sus fieles”, que confiamos en Él. Pero… aquí viene el quid del asunto,
no cultivamos su Amistad, lo dejamos hablando solo.
En la segunda estrofa decimos que levantamos nuestra alma hacia Él. Y eso ¿qué implica? Cumplir con el ayuno que le agrada a Él, santificar los Domingos y Fiestas de Guardar. Leer la Palabra y empeñarnos en cumplirla. Si es así, a no dudarlo que Él nos mostrará su complacencia. Él nos pide escucha, porque la da a Manos Llenas. El nunca deja desatendidas nuestras súplicas. Los que lo invocan no quedan jamás defraudados. ¿Cómo lo sabemos? Por dos razones:
1) Él es Bueno y
Clemente
2) Es Rico en
Misericordia.
¡Ahí
está la garantía!
Lc
5, 27-32
Evitar caer prisioneros de nuestro “virtuosismo”
Señor, permite que
nunca discrimine ni considere a nadie indigno, más bien, que busque construir
puentes, principalmente con mis actitudes ante los demás, para acercar a todos
a la experiencia de tu amor. No puedo conformarme con vivir para mí mismo y
para mis cosas. Dame la generosidad para entregarme incansablemente y hacer
todo el bien que esté a mi alcance.
Papa Francisco
Que
para ser discípulo no se requiere ser “santo”, sino tener la disponibilidad
para esforzarnos en el proceso de “conversión” es lo que parece querernos
recordar la perícopa del Evangelio. Se trata del llamado a Leví (Mateo), lo
llamó porque era un santo, ¡no, era un publicano! Un impuro, manipulador de
viles monedas “romanas”. Para pagar el impuesto y todos los tributos había que
ir a la “casa de cambios” y cambiar las monedas judías por monedas del Imperio.
Entonces, todo cobrador de impuestos permanecía en la “impureza ritual” era un
“indigno”, pero Jesús -que, si algo nos ha enseñado irrefutablemente, es a
evadir las discriminaciones- lo llamó. (católico implica eso, no fomentar las divisiones,
no ser excluyente, no ser sectario).
¿Cómo sabemos que Leví estaba bien dispuesto a la conversión? Porque -esa es la única explicación- lo dejó todo para seguirlo. (Seguro que, si lo hubiera dejado todo, por otra razón, la historia empezaría de otra manera, diciendo: “había un cobrador de impuestos, aburrido de ese trabajo y desesperado por dejarlo, y -por pura casualidad- pasó Jesús por allí. El publicano le dijo, Señor, cómo me gustaría ser discípulo suyo, porque este empleo es un asco”. Pero eso no es lo que dice la perícopa). Por el contrario: lo que resalta es el corazón generoso para asumir el desafío, un rotundo cambio ante la salvífica oferta de Quien lo llamó al “seguimiento”. No es la iniciativa de Leví lo que lo hace “discípulo”, es el llamado, la iniciativa es de Jesús que lo llama.
«Eran
muchas las cosas que Leví debía dejar abandonadas en el baúl de los recuerdos
para siempre. Pero Leví no puso cara de camello triste, quejándose y
lamentándose, de por qué le había tocado a él. Al contrario de todas las
expectativas, organiza una fiesta.» (Papa Francisco)
Aparecen
los fariseos y sus escribas (aquí los escribas parecen fungir la función de los
periodistas y promotores de imagen que van escoltando a los políticos para
describir en sus notas las bondades de su escoltado, eran -por así decirlo- la
comitiva de propaganda, los publicistas a cargo), vienen a poner en cuestión
-contraviniendo lo que Dios les había prohibido por medio del Tritoisaías-,
¿recuerdan?: “acusar y calumniar”.
Otra
cosa es, si lo hacían de malos… ¡No!, eran fundamentalistas, eran de esos
ultra-ortodoxos que andan buscándole arrugas a cualquier casulla, y
cuestionando la Iglesia antes que acatarla. Exageraban su piedad poniendo reparos
y vigilando las discriminaciones, inventándole pecados a sus prójimos según
la producción de sus corazones. Se sentían “muy fieles”, y su quehacer era
mantener esa “estricta vigilancia” que los consagraba como guardianes de la
ortodoxia. (De eso se encuentra en todas las esquinas, los que hacen de la Ley
de Dios un bozal).
Qué dicha que Jesús, tan Misericordioso, no vino por los que se ponían aparte para sobre guardar su “pureza”, los que se especializan en la segregación y no se juntan porque se les pueden manchar sus limpísimos mantos, sino por nosotros, los “lacerados por la lepra del pecado” porque somos los que Lo necesitamos desesperadamente.
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