sábado, 28 de junio de 2014

EL APELLIDO ES “PERTENEZCO A LA IGLESIA


Hch 12, 1-11; Sal 34(33), 2-9; 2Tm 4, 6-8.17-18; Mt 16, 13-19
JESUCRISTO ES EL REY, EL PAPA SU HUMILDE MAYORDOMO
וְנָתַתִּ֛י מַפְתֵּ֥חַ בֵּית־דָּוִ֖ד
Le daré las llaves de la Casa de David
(Is 22, 22a)

Espíritu Santo te alabamos porque imbuiste a Pedro y a Pablo con fe y los volviste conscientes de la verdad del evangelio…Por medio de ellos y de sus sucesores, el evangelio ha sido predicado y la Luz de Cristo ha brillado luminosamente a través de los tiempos. Que al igual que ellos, nosotros podamos ser testigos de nuestra fe cristiana y dar a conocer la palabra a todos cuantos encontremos.
Mons. Michael Buckley

… concede a tu Iglesia seguir en todo las enseñanzas de aquellos por quienes consagraste las primicias de la fe.
De la Oración Colecta

Al leer los Hechos de los Apóstoles podríamos decir que hay un “escenario” para los primeros doce capítulos, y un protagonismo dado a San Pedro; mientras que en los capítulos 13-28, el escenario cambia –será ahora, Antioquía de Siria-, así como cambia también el protagonista que será, en lo sucesivo, San Pablo. La perícopa que conforma la Primera Lectura en la Fiesta de San Pedro y San Pablo, se toma de este punto de inflexión, del capítulo 12. Nos refiere, por así decirlo, la última anécdota de San Pedro registrada en el Libro de los Hechos de los Apóstoles.


«“Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, para que seáis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines de la tierra”(1,8).

… el conjunto del libro de los Hechos describe la realización de esta misión que, antes de su “rapto”, como dice Lucas, confío Jesús resucitado a los apóstoles. Inaugurada por el “Pentecostés de los judíos” en 2, 1-41, la primera etapa (en Jerusalén) se describe hasta el final del c. 7. A continuación, los c. 8-9 evocan más brevemente la segunda fase (en toda Judea y Samaria), iniciada en 8, 5-25 por una especie de “Pentecostés de los samaritanos”. En cuanto a la tercera etapa (hasta los confines de la tierra), inaugurada en los c. 10-11 por la admisión de un primer grupo de paganos, se refieren enteramente a ella los c. 13-28…»[1]

«La raíz de los conflictos está en el hecho de ser el Evangelio revelador de la Voluntad de Dios, de ser una fuerza de vida nueva que combate las fuerzas de la muerte, y de ser un reto a la voluntad y a la razón. Está raíz queda escondida debajo de la tierra. Lo que aparece en la superficie es el TRONCO. El conflicto que más aparece en la superficie de la historia de los primeros cristianos y del que más se habla en los Hechos de los Apóstoles, es el conflicto con el mundo organizado de los judíos…. El mundo organizado de los judíos está representado ya por los sacerdotes y saduceos, ya por los escribas y fariseos, ya por el pueblo creyente de los prosélitos y de los que temen a Dios, ya como identificado con el templo o con la observancia de la ley o con las promesas. Todo y todos sienten el reto del Evangelio, pero no todos van a reaccionar de la misma manera.»[2]


Herodes Agripa I, reinó sobre los judíos, por nombramiento de Claudio, del año 41 al año 44 de nuestra era. En la perícopa de los Hechos que leemos, se nos da noticia que hizo matar a Santiago, el hermano de San Juan y muy probablemente, el plan era matar también a San Pedro. El pasaje de los Hechos nos hace saber cómo se frustró este propósito. San Pedro puede huir de prisión con la ayuda de un “Ángel”.


San Pedro está en prisión, pero no solamente está allí encerrado sino que la lectura nos lo muestra encadenado y custodiado por cuatro piquetes de cuatro soldados; valga decir que está, estrechamente vigilado, lo que nos permite pensar que Herodes Agripa podría haber considerado el peligro de fuga, o quizá, de liberación por parte de miembros de su comunidad. «El relato de la liberación de Pedro tiene todos los visos de una narración popular, que insiste siempre en lo maravilloso. Es indudable que en el plano histórico, Dios ha debido actuar por medio de agentes humanos, encubiertos aquí bajo el título del “ángel del Señor”, que constituye una forma frecuente de referirse al propio Dios en acción. Los pormenores tienen la mira de subrayar la iniciativa y el poder de Dios.»[3] Leyendo entre líneas, profundizando qué había allí, detrás de una comunidad en ferviente oración, como nos la muestra el verso 12, 5. Estamos autorizados a leer “que a Dios rogaban y con el mazo daban”, o sea que, actuaron para liberarlo…???

El ángel le da tres órdenes a San Pedro: 1) Levántate aprisa, 2) Cíñete y cálzate las sandalias, 3) Échate el manto y sígueme. Entre la primera y la segunda ordenes, las cadenas caen de sus manos. San Pedro, como sonámbulo, sin saber si sueña, se imagina o es realidad, obedece.


Pasan la primera guardia, también la segunda, la puerta (como dice Ivo Storniolo, insistiendo en lo maravilloso de los relatos populares) se abre “por sí sola” (12, 10); después de alejarse un poco de la prisión, habiendo cumplido su misión “el ángel” ἀπέστη “se fue”.

Sólo entonces Pedro reacciona y se da cuenta que Dios actúa, velando por los suyos. Quedaron, con un palmo de narices, tanto Agripa como los judíos; porque como se nos informa en el verso 3, agripa resolvió matar también a Pedro porque vio que haber matado a Sant-Iacob el “Mayor” le había agradado a los judíos, valga decir  que detrás de estas acciones estaba el propósito de seguirle el juego a los judíos para conquistárselos.


Entonces, aquí empalma con el Salmo, que es una acción de gracias porque “lo protegió y lo salvó”, “librándolo de todos sus temores”. Es como si el Salmo fuera la expresión de la gratitud de San Pedro. Podemos leer el Salmo con esta intensión, y escuchar en él la gratitud, que también es la nuestra, si logramos entender la verdad que hay en esta oración de acción de gracias: Ya que los que “Miran hacia el Señor quedan radiantes de alegría y jamás serán defraudados” Sal 34(33), 5(6). ¡Feliz el hombre que en Él confía! Sal 34(33), 8b(9b).

Este testimonio de cuidado Paternal por parte de Dios hacía sus elegidos se ratifica también en la Segunda Lectura: “Cuando todos me abandonaron, el Señor estuvo a mi lado y me dio fuerzas para que, por mi medio, se proclamara claramente el mensaje y lo oyeran todos los paganos. Y fui librado de las fauces del león. El Señor me seguirá librando de todos los peligros  me llevará sano y salvo a su Reino celestial. A Él la Gloria por toda la eternidad. Amén” (2Tm 17-18).

עַל־הַבָּֽיִת [Al-abayit] “Mayordomo

Consideramos muy importante para una mejor comprensión de la perícopa del Evangelio, Mt 16, 13-19, remitirnos a una perícopa del Primer Libro de Isaías, capítulo 22, versículos 15- 25, para buscar en ella un trasfondo semántico, especialmente para penetrar en el significado de la entrega de “las llaves” . En esta se trata del reemplazo de Sebná, quien ocupa el cargo de mayordomo real, para ser substituido por Eliaquim, quien recibe toda la autoridad. Al tratar de la autoridad y su trasmisión se le entrega la llave de la Casa de David, es decir, él detenta la llave del Palacio Real. Esa autoridad le capacita para abrir y cerrar según su antojo y parecer.


«Atar y desatar significa prohibir y permitir, interpretando auténticamente la palabra. Además significa admitir y excluir de la comunidad. Con base en el don de la fe, a Pedro se le da el don/compromiso de decir lo que es conforme o no con ella y, por consiguiente, declarar quien pertenece o no al reino.»[4] «…Jesús confía a Pedro las Llaves, esto es, lo convierte… en su primer ministro, confiándole el poder que Él mismo tiene según el Apocalipsis (3, 7).  Atar - desatar expresa entre los rabinos la totalidad del poder, bien sea el de prohibir y permitir (=establecer reglas), bien el de condenar y absolver (= excluir de la comunidad y admitir en ella). El poder de las llaves confiado a Pedro, pero también al conjunto de la comunidad (Mt 18, 18), es por tanto un poder espiritual.»[5] Aquí ya hemos presenciado el salto de la mayordomía (gobierno domestico) al de primer ministro (gobierno hacia afuera, con facultades políticas dado que es un mayordomo en la “Casa de David”); y es que así operaba en aquellas sociedades, la mayordomía incluía entre sus funciones una amplia autoridad política, tener a las manos las llaves incluía, por ejemplo, señalar entrevistas con el soberano, discriminar quienes podían verlo y quienes no, además de una amplia autoridad sobre el tesoro real, como ocurría con José que al ganar la simpatía de Faraón lo puso en funciones de mayordomía y וַיַּפְקִדֵ֙הוּ֙ עַל־בֵּיתֹ֔ו וְכָל־יֶשׁ־לֹ֖ו נָתַ֥ן בְּיָדֹֽו׃ a cargo de todo lo que tenía. (Gn 39, 4).

Volvamos sobre la perícopa de Is 22, 15-25: Se presenta además otro simbología para significar la trasmisión de la autoridad, se trata la comparación con un clavo, del cual penden y dependen todos: si colgados en él, tienen su destino asegurado y si se llegara a desclavar, todos se precipitaran a tierra quedando reducidos a fragmentos. Leamos la perícopa en su integridad:

15 El Señor Todopoderoso me dijo: Ve a ver a Sebná, mayordomo de palacio, y dile: 
16 "¿Qué negocio tienes aquí, o quién te dio el derecho de construirte aquí un sepulcro, de hacerte una tumba en la parte alta y cavarte en la roca un lugar de reposo? 
17 "El Señor te va a arrojar muy lejos, el Señor te va a sacudir como se sacude una prenda para sacarle los piojos, 
18 te hará rodar como una pelota, y te lanzará a una tierra inmensa. Allá morirás y allá quedarán los carros que eran tu gloria, y serás la vergüenza del palacio de tu Señor.
19 Yo te quitaré de tu cargo, y te retiraré de tu oficio."

20 ‘En ese día, llamaré a mi siervo, Eliaquim, hijo de Hilquías; 
21 le vestiré con tu túnica, le pondré tu cinturón de honor y le daré tu autoridad. Será como un padre para los habitantes de Jerusalén y para el pueblo de Judá. 
22 Pondré en sus hombros la llave de la casa de David; lo que él abra nadie lo podrá cerrar, y lo que él cierre nadie lo podrá abrir. 
23 Él será como un trono de honor para la familia de su padre. 
24 Yo haré que quede firme en su lugar, como si fuera un clavo. En él se podrá colgar todo lo que haya de valioso en la familia de su padre y de toda su descendencia, toda clase de vajilla pequeña, desde copas hasta jarros. 

25 En ese día cederá el clavo clavado firmemente en su lugar; será arrancado y se caerá, y todas las cosas que de él estaban colgadas se romperán:’”
Lo afirma el Señor Todopoderoso.

En resumidas cuentas, el cargo de mayordomo estaba adornado con diversas facultades gobernativas que lo rodeaban de gran autoridad y lo hacían el “primero de la casa”. Después de mirar este paralelismo, podemos captar enseguida que lo que le entrega Jesús a San Pedro, es la autoridad, la que hemos dado en llamar primado, para significar su ser-cabeza del grupo de los Doce y de las Primeras Comunidades Cristianas.


«… es muy importante la forma literaria del texto… A. von Harnack, ha dicho: “No hay muchos más pasajes extensos en los evangelios d los cuales se deduzca con tanta seguridad el fondo arameo del pensamiento y de la forma, como de esta perícopa tan fuertemente compacta” De modo muy similar se ha expresado también Bultmann: “No veo que puedan darse la condiciones de su origen sino en la comunidad originaria de Jerusalén”. Aramaica es la fórmula introductoria “dichoso tú”; aramaico es el nombre, no explicado, Bar-Jona, lo mismo que son arameos los sucesivos conceptos de “puertas del infierno”, “llaves del reino de los cielos”, “atar y desatar”, “en la tierra y en los cielos”. El juego de palabras con el término piedra (tú eres piedra y sobre esta piedra…) no funciona del todo en griego ya que entonces es necesario un cambio de género entre Pedro y piedra; por ello también aquí podemos oír resonar con trasparencia la palabra aramea Cefas y escuchar la voz misma de Jesús.»[6]

«El trozo presenta el reconocimiento de Jesús y la colocación de la primacía a Pedro. Reconocer a Jesús como el Cristo y el Hijo de Dios es el centro de la fe. El papel de Pedro es ser “piedra” sobre la cual se edifica la comunidad que profesa esa fe.

El primado de Pedro ha sido ocasión de muchas separaciones, antiguas y recientes, entes en Oriente y luego en Occidente. El servicio de la unidad en la fe y en la caridad ha sido a menudo “escándalo”, motivos de divisiones y odios.»[7]


«La cuestión del primado de Pedro y de su continuación en los obispos de Roma es con mucho el punto más candente del debate ecuménico. También dentro de la Iglesia católica, el primado de Pedro se presenta ininterrumpidamente como la piedra de escándalo, comenzando por las luchas medievales entre imperio y sacerdocio, a través de los movimientos por la iglesias nacionales de principios de la época moderna y las tendencias de separación de Roma del siglo XIX, hasta las actuales oleadas de protesta contra la función de guía del papa y su manera de concebirla. A pesar de todo, hay también hoy una tendencia positiva en la afirmación común de muchos católicos de la necesidad de un centro común de la cristiandad. Resulta evidente que sólo ese centro puede ser un escudo eficaz contra el deslizamiento hacia la dependencia de los condicionamientos de los sistemas políticos y culturales; que sólo de ese modo la fe de los cristianos puede conseguir una voz clara en medio del confuso rumor de las diferentes ideologías.»[8]

«La Iglesia que Jesús fundó es una Iglesia con “jerarquía”. La palabra “jerarquía” significa, “mando sagrado”. Jesús de entre la multitud que lo seguía, escogió a doce. De entre los doce, seleccionó a Pedro. Sólo a él le dijo: Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia (Mt 16, 18); sólo a Pedro le entregó las llaves del reino de los cielos; sólo a Pedro le ordenó: Apacienta mis ovejas, apacienta mis corderos (Jn 21, 15-17). Únicamente a Pedro, Jesús le dijo que había orado por él para que cuando “volviera” de su pecado, confirmara a sus hermanos” (Lc 22, 32)»[9]

«La parábola de la curandera[10]

“Había una muchacha que tenía una gran fe en los medicamentos, pero no creía ni en la medicina ni en los médicos.
“Cuando tenía algún malestar iba a la farmacia y compraba el remedio que le parecía. Y así iba pasando. Pero comenzaron a surgir problemas.
“Tuvo una infección, y las medicinas que tomó le afectaron el corazón, contra lo que no encontró remedio. Más adelante tuvo una alergia, y uso las medicinas en las que tenía fe, pero eran contraindicadas y le aumentó la alergia. Al llegar a la madurez sintió jaqueca, y usó remedios en que tenía fe, y pareció aliviarse por un tiempo, pero la jaqueca volvía a presentarse intermitentemente. Al final tenía que consumir varias clases de medicinas diarias para que sus males no aumentaran, y con ello comenzó a debilitarse.
“Hasta que un día decidió consultar a una curandera que decían tenía poderes ocultos más eficaces que los médicos y las medicinas. La curandera le suprimió todos los remedios y le dio un brebaje para que tomara todos los días. Y la muchacha se hizo una gran partidaria de las medicinas exóticas. Y pareció aliviarse y estaba tan entusiasmada que comenzó a hacer proselitismo entre sus amigas para que dejaran las medicinas y los médicos y usaran los brebajes de la curandera.
“Pero un día le renacieron todos los males, y enfermó gravemente. Y la curandera y los brebajes fueron impotentes, y los remedios en que ella ponía su fe no le servían de nada.
“Entonces mandó buscar un médico, quien la encontró muy mal, e hizo lo posible por salvarla y la internó en un hospital. Al comienzo a la muchacha le pareció el tratamiento largo y complicado, y le costaba dejar sus remedios acostumbrados. Pero al final se puso en manos de la buena medicina y recobró la salud”


Esta es la parábola de los que entienden la religión a su manera y no creen en la necesidad de la Iglesia ni en su guía y ayuda.
Esta es la parábola de los que no se preocupan de que sus creencias religiosas sean auténticas y correspondan a la verdad. O de los que tienen fe en Dios, a su manera, y piensan que esto es suficiente. O de los que aceptan cualquier creencia que esté de moda o de la que se oye hablar, pero no se preocupan por verificarla con la fe de la Iglesia y lo que enseña esta.
Esta es la parábola de los que se entusiasman con el sistema y las promesas de una secta religiosa, dejando las riquezas de la fe que antes tenían.
En fin, esta es la parábola de los que creen que se puede ser cristiano prescindiendo de la Iglesia; o que puede haber cristianismo sano sin Iglesia. O de los que piensan que se pueden superar las miserias morales y la fragilidad del hombre con las ciencias humanas, sin recurrir a la espiritualidad de la Iglesia.»

Oigamos ahora a Francisco y a Benedicto XVI.


El Papa Francisco nos hablaba de este sentido de pertenencia con la Iglesia en su audiencia, del miércoles pasado (25 de junio), con estas palabras: «No estamos aislados y no somos cristianos a título individual, cada uno por su cuenta: ¡nuestra identidad cristiana es pertenencia! Somos cristianos porque pertenecemos a la Iglesia. Es como un apellido: si el nombre es “soy cristiano”, el apellido es “pertenezco a la Iglesia”… Hay quien considera que es mejor tener una relación personal, directa, inmediata con Jesucristo, fuera de la comunión y de la mediación de la Iglesia. Son tentaciones peligrosas y dañinas. Son, como decía el gran Pablo VI: dicotomías absurdas. Es verdad que a veces caminar juntos cuesta, a veces es cansado: puede pasar que algún hermano o hermana nos cree un problema o nos escandalice… Pero el Señor ha confiado su mensaje de salvación a personas humanas, a todos nosotros, a todos los hermanos y hermanas con sus dones y sus límites, y viene hacia nosotros y se da a conocer. Esto significa pertenecer a la Iglesia. ¡Acordaos bien!... no se puede amar a Dios sin amar a los hermanos: no se puede estar en comunión con Dios sin estarlo con la Iglesia y no podemos ser buenos cristianos si no estamos junto a todos los que tratan de seguir al Señor Jesús, como un único pueblo, un único cuerpo y esto es la Iglesia».[11]


«Así pues, con el mismo realismo con que hoy admitimos los pecados de los papas y su inadecuación a la grandeza de su ministerio, hemos de reconocer también que Pedro ha sido siempre la roca contra las ideologías, contra la reducción de la Palabra a lo que en una época determinada está en boga, contra la sumisión a los poderosos de este mundo. Al reconocer estos hechos de la historia, no celebramos a los hombres, sino que tributamos alabanza al Señor, que no abandona a la Iglesia y ha querido realizar su ser roca a través de Pedro, la pequeña piedra de tropiezo: no la “carne y la sangre”, sino el Señor salva a través de los que proviene de la carne y la sangre. Negar esto no es más fe ni más humildad, sino retroceder frente a la humildad que reconoce la voluntad de Dios exactamente como es. Por tanto, la promesa hecha a Pedro y su realización histórica siguen siendo, en lo más hondo, motivo perenne de alegría: los poderes del infierno no prevalecerán contra ella…»[12]




[1] Gourgues, Michel O.P. EL EVANGELIO A LOS PAGANOS Hch 13-28. Ed Verbo Divino Estella-Navarra 1991. pp. 5-6
[2] Mesters, Carlos. LOS CONFLICTOS EN LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES.  Ed. Tierra Nueva Quito Ecuador Colección Biblia 5 Febrero de 2000 pp.  18-19
[3] Storniolo, Ivo. CÓMO LEER LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES. Ed. San Pablo Santafé de Bogotá-Colombia 1998 p. 126
[4] Fausti, Silvano. UNA COMUNIDAD LEE EL EVANGELIO DE MATEO. Ed. San Pablo. Bogotá –Colombia 2da Imp. 2011 p. 359.
[5] Le Poittevin, P. Charpentier, Etienne. EL EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO. Ed. Verbo Divino Estella- Navarra. 1999. p. 51.
[6] Ratzinger, Joseph. LA IGLESIA.UNA COMUNIDAD SIEMPRE EN CAMINO. Ed. San Pablo. Bs. As. – Argentina 2005. pp. 55-56
[7] Fausti, Silvano. Op. Cit. p. 356
[8] Ratzinger, Joseph. Op. Cit. p. 43
[9] Estrada, Hugo, sdb. PARA MÍ ¿QUIÉN ES JESÚS? Ed. Salesiana Guatemala 1998. p. 176.
[10] Galilea, Segundo. LA MÚSICA DE DIOS. PARÁBOLAS DE LA VIDA Y DE LA FE. Ed. San Pablo Santafé de Bogotá-Colombia 1995 p. 91-92
[11] http://www.aleteia.org/es/religion/en-directo/live-audiencia-general-del-papa-francisco-del-25-de-junio-5837965385269248?
[12] Ratzinger, Joseph. Op. Cit. p. 69.

sábado, 14 de junio de 2014

PERICÓRESIS


Ex 34:4b-6.8-9; Dan 3, 52-56a; 2 Cor 13:11-13; Jn 3:16-18

Es la infinita connaturalidad de tres infinitos. Cada uno, considerado en sí mismo, es Dios todo entero… Dios los Tres considerados en conjunto… No he comenzado a pensar en la Unidad cuando ya la Trinidad me baña con su esplendor. No he comenzado a pensar en la Trinidad cuando ya la unidad me posee de nuevo.
Gregorio Nacianceno (CEC #256)

Subió Moisés al Monte Sinaí y se quedó allí en oración cuarenta días y cuarenta noches (Ex 24, 18) Dios, bajó a comunicarse con Moisés envuelto en la Nube, durante seis días la Nube cubrió la montaña y en ese tiempo Dios dio instrucciones para darle culto en un Santuario, cuyas características el mismísimo Dios explicó y describió con cierta menudencia.


Estipuló cómo debía ser el Arca para conservar las Tablas, las ofrendas y su especificidad, puestas sobre un altar de estipuladas dimensiones y características; la Tienda del Santuario, prolijamente descrita, así como las vestiduras de los Sacerdotes encargados del culto. En el Efod, y gravados en piedras de cornalina, estarían escritos los doce nombres de los hijos de Israel para que Aarón, Sumo Sacerdote, al presentar las ofrendas los pusiera en la Presencia del Señor.

También describió el Señor cómo debía ser la ofrenda diaria, cómo debía ser el candelero y el altar del incienso; e, incluso, pidió Dios escogerle y consagrarle artesanos para el cuidado y fabricación de los objetos cultuales que se ameritaban para estas liturgias. Finalmente, y antes de hacerle entrega de las Tablas de la Ley escritas por el propio Dedo de Dios, demandó la consagración del Sábado como señal de pertenencia del pueblo a Dios que los escogió para Sí, o sea, signo de la Alianza Eterna entre Dios y su Pueblo.


Pero –debido a la tardanza de Moisés para regresar con el pueblo- se hicieron el famoso “becerro de oro” y le tributaron holocausto. Cuando por fin regresó Moisés y los halló en medio de semejante desvarío, la ira y el celo por su Dios ardieron en el corazón de Moisés y destruyó las Tablas y, acto seguido, redujo a polvo el becerro de la idolatría. Luego, Dios les ordena avanzar en su peregrinaje por el desierto y Dios le permitía a Moisés contemplarlo, aun cuando no su Rostro, sino sólo sus Espaldas.

Entonces Dios dispuso para volverles a entregar la Ley y ordenó a Moisés cortar las dos Tablas y convocó una vez más a Moisés en el Sinaí. Es en este contexto donde se inserta la perícopa que leemos en la Primera Lectura de este Domingo.


Recordamos que Dios desde la zarza que ardía sin consumirse se autodenominó YWHW, “Yo soy el que Soy”; en esta segunda entrega de las Tablas de la Ley y renovación de la Alianza, Dios explica y clarifica cómo Es-el-que-Es: אֵ֥ל רַח֖וּם וְחַנּ֑וּן אֶ֥רֶךְ אַפַּ֖יִם וְרַב־חֶ֥סֶד וֶאֱמֶֽת׃  Tierno, Compasivo, Paciente (Lento a la cólera), Grande en Amor y en Verdad (Fiel y Firme) (Ex 34, 6b).

Que ruego tan hermoso y tan realista brotó de los labios de Moisés. Decimos de los labios, pero por la manera como está comprometido el cuerpo entero de Moisés debemos aclarar que su oración de intercesión brotó de su corazón: no solamente habla sino que se inclina y toca, con su frente, el suelo. Intercede, reconociendo la fragilidad, la concupiscencia, nuestra “terquedad” para insistir en el pecado; ruega –apelando a la Fidelidad del Amor de Dios que “dura por mil generaciones”, perdonando “la maldad, la rebeldía y el pecado” (Ex 34, 7a), que “nos acepte como su pueblo” (Ex 34, 9e).

Resplandece en esta perícopa frente a la infidelidad humana (la de nuestra naturaleza infortunadamente herida por el pecado) la fidelidad inquebrantable de Dios para con su criatura: Se trata de la Paciencia paternal, no de cualquier padre, sino del Padre Celestial. No se trata simplemente de un dios, sino de un Dios que es Persona, capaz como la mejor persona de sentimientos grandes y nobles tales como la ternura, la paciencia y la compasión.


Tan es Persona que su amor es personalizado, distingue a cada hijo por nombre y apellido, a cada uno lo incorpora en su “Testamento”, que no otra cosa es la Alianza, que una manera de legar a cada hijo-hija su parte en la herencia. A Él no le da igual un hijo que otro, como al mejor de los padres, cada hijo le importa y se cuida del porvenir de cada uno. Por todos vela, de todos se interesa, por todos se preocupa. En estos rasgos está retratada la persona de un padre; pero, queremos insistir en ello, no es cualquier padre sino nuestro Padre del Cielo, nuestro Creador, Dueño y Señor.

La Alianza ha vuelto a ser rota, se repite la desobediencia adánica, esta vez con la adoración del becerro de oro (oro como símbolo de codicia), y Moisés intercede para restaurar la Alianza en los dos planos, en el material y en moral-espiritual, apela al perdón de los pecados y busca –de Manos de Dios- una legislación que preserve la Alianza, que nos comprometa a ser conscientemente responsables de nuestra “amistad” con Dios y consagrados a esforzarnos por preservarla. Nos explicó el Padre Raniero Cantalamessa ofm cap. que : «… en nosotros el hombre viejo convive aún con el hombre nuevo, y mientras existan en nosotros las concupiscencias, es providencial que existan los mandamientos que nos ayudan a reconocerlas y a combatirlas, tal vez incluso con la amenaza del castigo.


La ley es un apoyo que se da a nuestra libertad, aún incierta y vacilante en el bien. Es para, no contra, la libertad, y hay que decir que quienes han creído que tenían que rechazar toda ley en nombre de la libertad humana, han errado, desconociendo la situación real e histórica en la que obra tal libertad.»[1]


Inter-leccional

El mundo entero está lleno de la Grandeza de Dios
Gerard Manley Hopkins, sj.

En esta oportunidad el interleccional no ha sido tomado de un Salmo. Proviene del Libro deuterocanónico de Daniel, donde aparece con una clara intención litúrgica. Este cántico ya trae su propio responsorio: “Digno de honor y de toda alabanza por siempre” en los cinco primeros versículos; “canten en su honor eternamente” en los versos 57-88.


Volvemos –una vez más- sobre el contexto de la perícopa de la Primera Lectura, porque es muy interesante e importante contemplar cómo la liturgia no es resultado de unas decisiones humanas de ofrecer culto y hacerlo de una cierta manera, Es Dios mismo quien nos ha enseñado a rendirle culto y –precisamente- como Padre Bondadoso que es nos enseña cómo orar, cómo juntar nuestras manos para hablarle, y pone en nuestra boca las palabras.

Así ocurre con los Salmos, donde el mismísimo Dios nos enseña la oración, ocurre también con este texto de hoy donde el sentido de toda la creación es alabar a su Creador.


¿Co-incidencia sí o no? Este texto en el Libro de Daniel sigue al relato de los tres jóvenes que fueron llevados al horno, Sadrac, Medrac y Abed-negó quienes reúsan adorar la estatua de oro que Nabucodonosor quiso imponerles. Recordemos que ellos andaban ilesos entre las llamas y cantaban alabanzas a su Dios aun cuando el horno había sido avivado 7 veces más de lo corriente.

Otra vez estamos en presencia de la idolatría, la idolatría ante figuras hechas de oro; pero esta vez, nos hallamos ante la fidelidad heroica de los hombres del pueblo escogido, por contraste con la infidelidad de los adoradores del becerro de oro.

¿Cuál sería el mensaje de este cántico que entonan los tres jóvenes judíos en el horno puesto al rojo vivo? Que el sentido de la vida es la oración y adoración del hombre hacia Dios. Pongámoslo en las mismas palabras del numeral 1 del catecismo de la Iglesia Católica: «Dios, infinitamente perfecto y bienaventurado en sí mismo, en un designio de pura bondad ha creado libremente al hombre para hacerle partícipe de su vida bienaventurada. Por eso, en todo tiempo y en todo lugar, se hace cercano del hombre: le llama y le ayuda a buscarle, a conocerle y a amarle con todas sus fuerzas. Convoca a todos los hombres, que el pecado dispersó, a la unidad de su familia, la Iglesia. Para lograrlo, llegada la plenitud de los tiempos, envió a su Hijo como Redentor y Salvador. En Él y por Él, llama a los hombres a ser, en el Espíritu Santo, sus hijos de adopción, y por tanto los herederos de su vida bienaventurada.» Y, luego en el numeral 1730 leemos: «Dios ha creado al hombre racional confiriéndole la dignidad de una persona dotada de la iniciativa y del dominio de sus actos. “Quiso Dios “dejar al hombre en manos de su propia decisión” (Si 15,14.), de modo que busque a su Creador sin coacciones y, adhiriéndose a Él, llegue libremente a la plena y feliz perfección”(GS 17)»[2]

Así es como podemos consagrar nuestra existencia a la alabanza y la adoración; y unir nuestras voces a las de Sadrac, Mesac y Abed-negó y decir: “Digno de honor y de toda alabanza por siempre, cantemos en su honor eternamente”.

De la Segunda Carta a los Corintios

San Pablo pronuncia como saludo a la Asamblea, esta evocación Trinitaria que repetimos en diversas ocasiones dentro de la Eucaristía (Ritos Iniciales, saludo #2): "La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo estén con todos vosotros" (2 Co 13, 13). San Pablo nos hace presente tres sustancias que aglutinan los miembros del Cuerpo Místico de Cristo, a saber, la Gracia, el Amor y la Comunión.


Estas tres sustancias son segregadas respectivamente (claro que estamos hablando metafóricamente) por el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo respectivamente. No se trata de un constructo ideológico sino de una realidad concreta que nos enlaza, nos fraterniza, nos hace hijos del mismo Padre, hermanos todos en Cristo Jesús Nuestro Señor y Salvador y el Espíritu Santo Paráclito, que une al Hijo en el Amor con el Padre y al Padre en el Amor por su Hijo y a nosotros, su pueblo escogido.

Las Personas divinas son relativas unas a otras. La distinción real de las Personas entre sí, porque no divide la unidad divina, reside únicamente en las relaciones que las refieren unas a otras: "En los nombres relativos de las personas, el Padre es referido al Hijo, el Hijo lo es al Padre, el Espíritu Santo lo es a los dos; sin embargo, cuando se habla de estas tres Personas considerando las relaciones se cree en una sola naturaleza o substancia" (Concilio de Toledo XI, año 675: DS 528). En efecto, "en Dios todo es uno, excepto lo que comporta relaciones opuestas" (Concilio de Florencia, año 1442: DS 1330). "A causa de esta unidad, el Padre está todo en el Hijo, todo en el Espíritu Santo; el Hijo está todo en el Padre, todo en el Espíritu Santo; el Espíritu Santo está todo en el Padre, todo en el Hijo" (Concilio de Florencia, año 1442: DS 1331).[CEC #255]


«La idea de la comunión como participación en la vida trinitaria está iluminada con particular intensidad en el evangelio de san Juan, donde la comunión de amor que une al Hijo con el Padre y con los hombres es, al mismo tiempo, el modelo y el manantial de la comunión fraterna, que debe unir a los discípulos entre sí:  "Amaos los unos a los otros, como yo os he amado" (Jn 15, 12; cf. 13, 34). "Que sean uno como nosotros somos uno" (Jn 17, 21. 22). Así pues, comunión de los hombres con el Dios Trinitario y comunión de los hombres entre sí… Por tanto, esta doble comunión, con Dios y entre nosotros, es inseparable. Donde se destruye la comunión con Dios, que es comunión con el Padre, con el Hijo y con el Espíritu Santo, se destruye también la raíz y el manantial de la comunión entre nosotros. Y donde no se vive la comunión entre nosotros, tampoco es viva y verdadera la comunión con el Dios Trinitario, como hemos escuchado.»[3]

Ahí llegamos de nuevo a la médula de nuestra fe. Estamos en una condición de fraternidad, de koinonía con todo el género humano que hace de nuestra tarea y de nuestro envío un requisito de entrega perfecta por la paz, por  la unidad de todos y con todo, incluidas las realidades del medio ambiente, todas las criaturas y especialmente con toda la raza humana.


Esta tarea esta por así decirlo “aterrizada” por San Pablo con cuatro propósitos:
1)    χαίρετε Vivir en la alegría
2)    καταρτίζεσθε Trabajar por la perfección
3)    παρακαλεῖσθε Animarse mutuamente, apoyarse, abogar unos por otros
4)    τὸ αὐτὸ φρονεῖτε, εἰρηνεύετε Vivir en paz y armonía (con un solo corazón y una sola alma, como viven las Tres Personas de la Santísima Trinidad)

Nada de abstracciones sino verdaderas concreciones. Claridad en los propósitos que deben animar la vida del cristiano.

La Buena Nueva

Nuestra fe y nuestro Dios es un Dios que se manifiesta en el tiempo (cronos) su revelación pasa del tiempo kairótico (el tiempo de la gracia) a nuestro tiempo histórico. Las referencias y la manifestación de Dios han ocurrido en el tiempo, son datos históricos que tienen un marco temporal y espacial.


El enunciado de hoy parece arrancar en un pasado muy remoto, un momento de decisión divina, cuando Dios tuvo la Voluntad de crearnos para la salvación (muchas veces a pesar de nosotros mismos que andamos persiguiendo siempre sombras y fantasmagorías), y enhebra todo el tiempo desde el remotísimo pasado, pasando por los años y los años, pasando por el hoy y el ahora y dirigiéndose hacia el futuro que Él y sólo Él tiene previsto, escrito en el libro de su Infinita Bondad, sin quebrantar nuestra libertad, sino pasando a través de ella, pero respetando el querer de los hijos: Οὕτως γὰρ ἠγάπησεν ὁ Θεὸς τὸν κόσμον, ὥστε  τὸν Υἱὸν τὸν μονογενῆ ἔδωκεν, ἵνα πᾶς ὁ πιστεύων εἰς αὐτὸν μὴ ἀπόληται ἀλλ’ ἔχῃ ζωὴν αἰώνιον.

Nos encontramos con dos verbos en aoristo indicativo activo (algo que se hizo de una vez por todas, señala la perfectividad puesto que la acción es rotunda, sin pendientes, no le quedan faltantes o facetas por desarrollar, por eso es empleado en literatura como tiempo verbal para hacer avanzar la historia): ἠγάπησεν ἔδωκεν amó y entregó; ese pasado se remite a un pasado ante-histórico, antes de todos los tiempos, antes de que el mundo fuera creado, cuando Dios ya había decidido crearnos y no dejarnos perder sino darnos un Redentor y que ese Redentor fuera su propio Hijo. ¡Así de grande es su Amor, y así de grande ya era desde antes del Principio! ¡Su fidelidad es por Siempre!


Si hay un requisito para poder gozar de este obsequio incomparable, inefable y es aceptarlo, reconocerlo, creer en Él. No es necesario explicarlo o entenderlo, no es cuestión de conocimiento intelectual sino de vivencia afectiva, amor entre personas humanas y Divinas. Amor incondicional, que se enamora locamente sin imposiciones, con gratuidad, aun cuando no se entienda, o el “entendimiento” sea incompleto… Dice Calixto Cataphygiotés:

«Tú abrasas mi espíritu con la herida del eros,
iluminándolo cada vez más,
y lo introduces en las maravillas
que lo haces contemplar,
maravillas inaccesibles, místicas,
que están por encima del cielo.
¡Oh unidad infinitamente celebrada,
Trinidad infinitamente venerada,
Abismo sin fondo de poder y sabiduría!
¿Cómo consigues hacer entrar
en tu Tiniebla Divina al espíritu
que se ha elevado tal como lo quiere la Ley,
llevándolo de gloria en gloria (2 Cor 3, 18)
y concediéndole con frecuencia habitar
dentro de la Tiniebla-más-que-luminosa?
Yo no sé, al contrario que Tú,
si Moisés entró en esa Tiniebla (Ex 20, 21)
si él fue la imagen de la misma
o si la Tiniebla fue su imagen.
Yo sólo sé una cosa:
Que esa Tiniebla es perceptible por el espíritu,
y que en ella son celebrados divinamente,
sobrenatural e inefablemente,
en lo secreto del alma,
los misterios de la unión y el amor espirituales.»[4]

«La "comunión" es realmente la Buena Nueva, el remedio que nos ha dado el Señor contra la soledad, que hoy amenaza a todos; es el don precioso que nos hace sentirnos acogidos y amados en Dios, en la unidad de su pueblo congregado en nombre de la Trinidad; es la luz que hace brillar a la Iglesia como estandarte enarbolado entre los pueblos: "Si decimos que estamos en comunión con él, y caminamos en tinieblas, mentimos y no obramos la verdad. Pero si caminamos en la luz, como Él mismo está en la luz, estamos en comunión unos con otros" (1 Jn 1, 6-7). Así, a pesar de todas las fragilidades humanas que pertenecen a su fisonomía histórica, la Iglesia se manifiesta como una maravillosa creación de amor, hecha para que Cristo esté cerca de todos los hombres y mujeres que quieran de verdad encontrarse con él, hasta el final de los tiempos… El Señor no habla en pasado, sino que habla en presente, habla hoy con nosotros, nos da luz, nos muestra el camino de la vida, nos da comunión, y así nos prepara y nos abre a la paz.»[5]


Nuestra participación presente en la Trinidad Santa consiste en vivir la comunión viviendo en comunión dentro de la Iglesia. Dios no castiga nuestra “terquedad” sino que nos convoca nuevamente a restaurar la unidad, llamándonos a vivir en la Comunión Eclesial, la fraternidad que nos conduce a ser familia de la Familia Trinitaria y a vivir esa comunión ejercitándonos en los cuatro propósitos señalados por San Pablo. La economía salvífica incluyó, además de un Redentor, Hijo Único del Padre, el Único Mediador, un puente para cruzar, que es la Iglesia, como factor procesual de la construcción del Reino: ἵνα ὦσιν ἓν καθὼς ἡμεῖς ἕν· ἐγὼ ἐν αὐτοῖς καὶ σὺ ἐν ἐμοί, ἵνα ὦσιν τετελειωμένοι εἰς ἕν “Para que sean uno como lo somos nosotros. Yo en ellos y tú en mí, para que sean plenamente uno;” (Jn 17, 22b-23a)



[1] "LA LEY DEL ESPÍRITU QUE DA LA VIDA" 20 de marzo de 2009 zenit.org/es/articles/segunda-predicacion-de-cuaresma-del-padre-cantalamessa.
[2] CEC. #1730
[3] BENEDICTO XVI.  AUDIENCIA GENERAL  Miércoles 29 de marzo de 2006
[4] Cataphygiotés, Calixto. XI, 91-92, pp. 226-228. Citado por Javier Melloti Ribas, s.j. en LOS CAMINOS DEL CORAZÓN EL CONOCIMIENTO ESPIRITUAL EN LA “FILOCALIA”. Ed.
[5] Benedicto XVI Loc. Cit.