sábado, 31 de mayo de 2014

βλεπόντων αὐτῶν ἐπήρθη


SE ELEVÓ EN SU PRESENCIA
Hch 1:1-11; Sal 46, 2-3.6-9. 8-9 (R.: 6); Ef 1:17-23; Mt 28:16-20

καὶ νεφέλη ὑπέλαβεν αὐτὸν ἀπὸ τῶν ὀφθαλμῶν αὐτῶν
…y una nube se los ocultó a su vista
Hch 1, 9b
Se quedó con nosotros o se fue al Cielo

Nosotros decimos “ante sus propios ojos”, es la manera como traducimos βλεπόντων o sea que ellos pueden dar fe porque lo vieron, porque ellos estaban ahí para atestiguarlo, porque fue algo que sucedió “en su presencia”. Pero, entonces, se fue, o cumplió la promesa, ¿no que se iba a quedar para siempre con nosotros?


Κύριε, εἰ ἐν τῷ χρόνῳ τούτῳ ἀποκαθιστάνεις τὴν βασιλείαν τῷ Ἰσραήλ; "Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?" La palabra ἀποκαθιστάνεις deriva del verbo ἀποκαθίστημι y significa “devolver”, “renovar la antigua condición, estado o posición”. ¿Qué es lo que le preguntan los Discípulos a Jesús? ¿A qué condición o posición se refieren?

En varias ocasiones nos hemos referido al Mesianismo que el pueblo judío esperaba; o sea, que a pesar del tiempo que Jesús ha invertido antes de su pasión y después de la Resurrección, ellos siguen malinterpretando el tipo de reinado que Jesús detenta; ¿es que ellos siguen esperando al gobernante salvador que los conduzca a la prosperidad material? ¿Es que su único interés es hacer del suyo un pueblo poderoso y fuerte? ¿Su esperanza mesiánica es la de tener un líder que los haga inexpugnables y ya?

Ahora, observemos además que Jesús los había instruido ¡y de qué manera! En el verso 2 se nos informa que había dado instrucciones ἐντειλάμενος τοῖς ἀποστόλοις διὰ Πνεύματος Ἁγίου por medio del Espíritu Santo. ¿Cómo, entonces, es posible que ellos persistieran en su cerrazón y no hubieran captado el verdadero significado de su Mesianismo?


Hay algo que no se puede dejar de lado: Estos discípulos habían sido debidamente “preparados” para enseñar hasta los confines del orbe la Revelación que Jesús había traído. Su misión consistía en διδάσκοντες αὐτοὺς τηρεῖν πάντα ὅσα ἐνετειλάμην ὑμῖν· enseñar a τηρεῖν, (del verbo τηρέω “observar”, “guardar”, “conservar intactos”, “mantener”, “preservar”) el mensaje de Jesús, lo que Él ἐνετειλάμην había mandado, -viene del verbo ἐντέλλομαι sus  instrucciones, lo que Él había ordenado, había mandado, en otras palabras, sus mandamientos Mt 28, 20. En la Primera Lectura se enuncia la tarea-misión con estas palabras: ἀλλὰ λήμψεσθε δύναμιν ἐπελθόντος τοῦ Ἁγίου Πνεύματος ἐφ’ ὑμᾶς, καὶ ἔσεσθέ μου μάρτυρες ἔν τε Ἱερουσαλὴμ καὶ ἐν πάσῃ τῇ Ἰουδαίᾳ καὶ Σαμαρίᾳ καὶ ἕως ἐσχάτου τῆς γῆς. “cuando el espíritu Santo descienda sobre ustedes, los llenará de fortaleza, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los últimos rincones de la tierra. Hch 1, 8.

Se percibe como un hiato entre la perícopa de la Primera Lectura y el Evangelio. Son visiones diferentes, ya lo sabemos: la una lucana y la otra mateana. Pero no ha de verse como contradicción. Supongamos una perforación circular en un caucho, y el corazón y el intelecto tratando de pasar por ella, pero el diámetro de la perforación se presenta insuficiente; es entonces cuando Mateo y Lucas (y también San Pablo y todos los hagiógrafos del Nuevo Testamento) se ponen a halar en torno al caucho de manera tal que, gracias precisamente a la tensión producida entre todos ellos, el diámetro de la perforación crece hasta hacerse posible que pasemos al otro lado, al lado de la comprensión. En tal caso, la hermenéutica se hace posible por el aporte que cada uno hizo y se genera por la sumatoria de todas las “diferencias”, allí radica la Revelación. Pensamos que en muchas disciplinas del conocimiento y a muchos saberes llegamos precisamente a través de este procedimiento intelectivo, por suma de aportes, pero erramos el camino cuando queremos particularizar y oponer las aparentes contradicciones, cuando cada seudo-contradicción sólo permite generar la tensión indispensable para la ampliación comprensiva.


La Pasión y Muerte, la Resurrección, la Ascensión y la Promesa de quedarse con nosotros están en el plano de esa seudo-contradicción (de hecho para los ojos de los discípulos el Mesías no podía morir de esa manera tan vil y mucho menos sin haber realizado su “proeza” y haber restaurado el reino de Israel) nosotros en la distancia (histórica) creemos entenderlo mejor (y tal vez si lo entendemos mejor, pero en el plano conceptual, de definiciones abstractas) pero ellos que lo fueron viviendo paso a paso fueron avanzando y ganando en una comprensión experiencial de la cual -la mayor parte de las veces- estamos lejos de alcanzar. Quizás eso explica porque ellos tuvieron las agallas de dar su vida y exponerse a toda clase de riesgos hasta alcanzar la corona del martirio.

El tema de la Resurrección pone a Jesús en el mismo nivel de la leyenda del “judío errante” en el sentido de andar vagando por la tierra a término indefinido (el mito establece que ese vagabundeo se prolongaría hasta la Segunda Venida), la Ascensión lo sustrae de ser otro ser humano cuasi-fantasmagórico que anda por ahí, para generar un quiebre (no epistemológico) ontológico que lo lleva al lugar propio, en su caso, a la dimensión Divina, para lo cual se acuñó la palabra Cielo. (Originalmente ese  lugar se concebía como la mayor altura, más alto que los más altos montes, pero la teología de ese entonces no tenía a la mano la opción de algo distinto de un “lugar”; así, todo cuanto existía debía estar en un lugar, abajo, en medio, arriba o más arriba pero en algún lugar. Todavía hoy, muchos ateísmos sobreviven apoyados en el requerimiento de que les sea mostrado ese “lugar” donde habita Dios).


Podemos pues poner la Ascensión como un “momento” teológico de exaltación que sigue a la Resurrección, “momento” de comprobación de que Jesús no había muerto y se había quedado así; luego resucitó pero tampoco se quedó así, simplemente resucitado, sino que “pasó” a la Gloria de Dios y fue exaltado y, como lo dice el Credo, “está sentado a la derecha de Dios Padre”, afirmación que ya leemos en Mc 16, 19. «… indica una diferencia de manifestación entre la gloria de Cristo resucitado y la de Cristo exaltado a la derecha del Padre. El acontecimiento a la vez histórico y trascendente de la Ascensión marca la transición de una a otra.»[1]

El tema de la nube

Existen ciertos temas bíblicos que son índices, son una cosa pero “indican” otra. Pensemos en los “seísmos” que indican la Presencia  de Dios, o en el Viento Huracanado en Pentecostés. Hoy nos encontramos con νεφέλη “la Nube” que les oculta de la vista, a los Apóstoles, a Jesús que asciende, “mientras Él se marchaba” (cfr. Hch 1, 9-10).


Hay una realidad trascendente, de la cual tenemos noticia, pero que para nosotros es “misteriosa”, simple y sencillamente porque nuestros sentidos son físicos y esa realidad es “metafísica”; nuestras categorías son inútiles para describir, y mucho más para definir, esa “otra” realidad.

Pensemos ,no más, en el sueño profundo que antecede y acompaña la aparición de Eva; Eva fue creada, no a partir de la nada, sino a partir del costado de Adán, pero es una trascendencia “mística” que no podemos comprender. Que sea sacada de la humanidad de Adán podemos traducirlo como que es tan humana como él; que sea de la costilla y no de la cabeza, ni de alguna parte baja, nos ha explicitado que no es más ni menos que el hombre-masculino, es –simplemente- hombre-femenino, pero, otras implicaciones de la creación del ser-femenino del hombre nos permanecen misteriosas, no las comprendemos porque transcurrieron mientras Adán estaba sumido en “profundo sueño”Gn 2, 21.


Podemos, de igual manera, pensar en el paso de Dios ente la presencia de Elías, quien se tapó el rostro pensando –como creía este pueblo- que quien ve a Dios moriría al instante. Este pensamiento -otra vez- es índice de algo, no es el dato curioso que el hagiógrafo consignó de que el profeta se cubrió el rostro con la capa 1Re 19, 11 sino el índice de otra cosa, con él, se quiso significar la grandeza de Dios frente a la fragilidad y la limitación del ser humano, Dios no cabe en nuestra percepción.


Varias veces tenemos en la Sagrada Escritura la nube como “índice”, mencionemos sólo algunos ejemplos:

a)    Durante su vagar por el desierto, Dios los va guiando como una nube líder que los conduce mostrándoles el camino, indicándoles cuando acampar y cuando avanzar Ex 13, 21 ss. También, en la Tienda del Encuentro, donde bajaba la Nube para indicar que Dios estaba presente en ella Ex 40, 34ss
b)    En el episodio de la Anunciación, la presencia del Espíritu Santo cubre a María con su sombra Lc 1, 35.
c)    En la Transfiguración, la nube resplandeciente envuelve a Jesús ocultándolo a los ojos de Pedro, Santiago y Juan (Mt 17, 5; Mc 9,7; Lc 9, 34s).


Nuestro Papa emérito escribió a este respecto que «La observación sobre la nube tiene un carácter claramente teológico. Presenta la desaparición de Jesús no como un viaje hacia las estrellas, sino como un entrar en el misterio de Dios. Con eso se alude a un orden de magnitud completamente diferente, a otra dimensión del ser.»[2]

En el evangelio de San Lucas «Jesús llevó a los suyos cerca de Betania, se nos dice. “Levantando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía, se separó de ellos subiendo hacia el cielo” (24, 50s). Jesús se va bendiciendo, y permanece en la bendición. Sus manos quedan extendidas sobre este mundo. Las manos de Cristo que bendicen son como un techo que nos protege… Por la fe sabemos que Jesús bendiciendo tiene sus manos extendidas sobre nosotros. Esta es la razón permanente de la alegría cristiana.»[3]


El domingo anterior (6to de Pascua) hablábamos de una especie de “preparación pentecostal”, pues, es bastante lógico que esta preparación prosiga en este 7mo Domingo de Pascua, y la Primera Lectura nos lo recuerda: ὅτι Ἰωάνης μὲν ἐβάπτισεν ὕδατι, ὑμεῖς δὲ ἐν Πνεύματι βαπτισθήσεσθε Ἁγίῳ οὐ μετὰ πολλὰς ταύτας ἡμέρας. “Juan bautizó con agua; dentro de pocos días ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo” Hch 1, 5.

Si en Hechos 1, 8 se nos habla de la fortaleza inmensa con la que nos dotará el Espíritu Santo, San Pablo dirigiéndose a los Efesios les explicita los dones que nos decoran por gracia del Espíritu Santo:

a)    Sabiduría y reflexión para conocerlo
b)    Iluminación para comprender la esperanza
c)    También la riqueza del llamado
d)    Comprensión del extraordinario poder (para con nosotros, los que confiamos en Él)


Esa exaltación, esa glorificación que Dios concedió a Jesús y que llamamos Ascensión, San Pablo la explica con estas palabras: καὶ πάντα ὑπέταξεν ὑπὸ τοὺς πόδας αὐτοῦ, καὶ αὐτὸν ἔδωκεν κεφαλὴν ὑπὲρ πάντα τῇ ἐκκλησίᾳ, ἥτις ἐστὶν τὸ σῶμα αὐτοῦ, τὸ πλήρωμα τοῦ τὰ πάντα ἐν πᾶσιν πληρουμένου. “todo lo puso bajo sus pies y al mismo tiempo lo constituyó cabeza suprema de la Iglesia, que es su cuerpo, y la plenitud de El-Único que lo consuma todo en todo”. Ef 1, 22-23.


Continuemos, pues, nuestra preparación hacia Pentecostés ejercitándonos en la caridad fraterna (trabajando por la construcción del Reino) que podrá llevarnos hacia esa “plenitud” prometida, hacia la cima de la consumación, el Punto Omega, el Cuerpo Místico de Cristo.



[1] CEC. #660
[2] Benedicto XVI JESÚS DE NAZARET. DESDE LA ENTRADA EN JERUSALEN HASTA LA RESURRECCIÓN. Ed. Planeta Madrid – España 2011 p. 328
[3] Ibid p. 339

sábado, 24 de mayo de 2014

NO ESTAMOS HUÉRFANOS, NOS HA DADO UN DEFENSOR


Hch 8:5-8, 14-17; Sal 66(65), 1-3ª. 4-7ª. 16. 20; 1 Pe 3:15-17; Jn 14:15-21

… como la respiración que está presente en todas las operaciones más ocultas, más sencillas del hombre, pero es también un don extraordinario, maravilloso, que vivifica y eleva la fatigada existencia cotidiana de los hombres y que impulsa día a día el decadente peso comunitario.

Card. Carlo María Martini


Confirmación y Pentecostés


Resulta supremamente interesante reflexionar sobre cómo hablamos de Dios y cómo Dios nos habla, haciendo uso de las palabras humanas, de nuestro lenguaje. Hoy, en nuestra argumentación así como en las perícopas bíblicas que conforman la liturgia de la Palabra hacemos uso de palabras e imágenes tales como “paloma”, “viento”, παράκλητος “abogado”; hablamos de un “Espíritu” que ἐπιπεπτωκός (del verbo ἐπιπίπτω caer) “cae” sobre los discípulos, o que todavía no había caído sobre los bautizados de Samaria (Hch 8, 16).

Podemos entender y el mensaje se nos comunica de manera eficiente a través de estas figuras, pese a que no están en la tónica del lenguaje “científico” que hoy en día exigiría univocidad, rigurosidad y precisión. Hoy en día se nos convocaría para desambiguar estos términos y establecer cómo puede Dios ser paloma, cómo puede habitarnos, en cuál parte de nuestro cuerpo hace “nido”, etc., etc.

De la misma manera cuando aludimos A Dios como Persona, esta palabra no deja de ser problemática, como lo es la palabra Padre -palabra que no es problemática, sino que ha llegado a ser ultra-problemática- con la cual llamamos a Dios Creador, precisamente porque Jesús así nos enseñó a llamarlo; dado que la experiencia que tenemos actualmente de lo que es un padre riñe de plano con la que tenemos de Dios.

Tenemos ante la vista un texto donde se refiere al Espíritu Santo no como persona sino como “un poder” y la palabra Viento que lo designa en los Textos Sagrados aludiría a la “fuerza” que los motivaba cuando el Espíritu Santo les caía. No queremos por ningún motivo hacer el juego a esos debates sobre el “sentido estricto” de las imágenes que Dios uso para revelársenos. Por otra parte, el sentimiento que tenemos está más cerca de la seguridad de que Dios mismo las eligió en la persona de sus hagiógrafos porque eran las indicadas, las exactas, las que nos podían trasparentar con absoluta propiedad aquello que en el lenguaje humano es incomunicable.


Cuando recorremos las páginas de la Biblia, una de las seguridades de plena convicción que dimanan de su lectura es que la Bondad de Dios está manifiesta en sus “Libros” donde quizás, en un punto aislado podamos acusar de “imprecisión” pero que –en su tejido con los otros Libros- se aclara y se precisa y se perfecciona la Imagen Revelada.

No con ánimo polémico sino confiando en la riqueza y el poder que Dios ha otorgado a la Lengua Humana, nos gusta mirar los diversos significados que podemos dar a la palabra Paráclito que nos encontramos en las Lecturas de este Sexto Domingo de Pascua, en el periplo que hemos emprendido desde la Resurrección avanzando preparatoriamente hacía Pentecostés.


Es claro que este Domingo se hace más evidente que nos estamos preparando para recibir el Espíritu que Jesús dijo, ἀλλ’ ἐγὼ τὴν ἀλήθειαν λέγω ὑμῖν, συμφέρει ὑμῖν ἵνα ἐγὼ ἀπέλθω. ἐὰν γὰρ μὴ ἀπέλθω, ὁ Παράκλητος οὐ μὴ ἔλθῃ πρὸς ὑμᾶς· ἐὰν δὲ πορευθῶ, πέμψω αὐτὸν πρὸς ὑμᾶς nos convenía que Él se fuera para podérnoslo dar ese “Patrocinador, Tutor, Bienhechor, Padrino, Fiador, Ayudador, Mecenas, Consolador, Reconfortador, Valedor, Avalador, Garante, Abogado Defensor, Consejero, El-que-se-pone-de-nuestra-parte”.

Estas expresiones nos dan la idea de Alguien que se pone de nuestra parte, que nos brinda su apoyo, en quien podemos confiar, de quien podemos fiarnos, que nos respalda y que nos asistirá aún ante los mismos tribunales. Se sabe que cuando alguien es conducido ante los tribunales, una de las experiencias más inmediatas es el abandono de muchos que hasta ese momento se hacían llamar “amigos”. Pues este Paráclito no es así, Él nos respaldará, y el Πνεῦμα τοῦ Πατρὸς Espíritu del Padre (Viento, Aliento, Soplo) construirá los argumentos defensivos precisos y nos los dictará al oído Cfr. Mt 10, 19-20. Este Espíritu será verdadero Amigo-que-nunca-falla.


Las obras que efectuaban los de la Comunidad creyente –ya que la tarea de la evangelización en aquella región había sido iniciada por Felipe, uno de los diáconos que habían sido escogidos para atender las mesas Hch 6, 5-6, y no por uno de los Doce- eran motivo de alegría, eran verdaderos milagros. ¿Qué obras eran esas?
a)    De muchos poseídos salían espíritus inmundos, salían lanzando gritos
b)    Muchos paralíticos y lisiados quedaban curados.


Hay, además una expresión-imagen, la de ἐπιθέσεως τῶν χειρῶν “la imposición de manos” para entregar el Espíritu Santo que significa una trasferencia de autoridad, de función, de dignidad, es bendición y a la vez signo de consagración.

Reparemos en el hecho de que ya eran bautizados en el Nombre de Jesús, sin embargo, leemos en la perícopa, que οὐδέπω γὰρ ἦν ἐπ’ οὐδενὶ αὐτῶν ἐπιπεπτωκός “aún no habían recibido el Espíritu Santo”. Algo había que dependía de los Apóstoles, entregar el Espíritu Santo, esa bendición y consagración era potestativa suya; los de Jerusalén contaban con la prerrogativa de proporcionarla y su imposición de manos la comunicaba de forma válida. Estamos leyendo en esta circunstancia una analogía con la situación actual, donde el Sacramento de la Confirmación viene directamente de las manos episcopales y sólo en artículo mortis o por expresa delegación del obispo puede ser conferida por el Presbítero.


En el fragmento de los Hechos de los Apóstoles que forma la Primera Lectura de este Sexto domingo, se unen, por fin, dos perennes enemigas Jerusalén y Samaria, y su encuentro y acogida se dan por parte de la Primitiva Iglesia Cristiana en la persona de Felipe, Pedro y Juan. «En los samaritanos, el equivalente de “pentecostés”, en el sentido de la manifestación extraordinaria del Espíritu, se produjo cuando la imposición de manos de Pedro y Juan”(Hech 8,17)[1]

Ven, Espíritu Santo Creador,
ven a visitar el corazón
y llena con tu gracia viva y eficaz
nuestras almas, que tú creaste por amor.

Tú, a quien llaman el gran consolador,
don del Dios Altísimo y Señor,
eres vertiente viva, fuego que es amor, 
de los dones del Padre, el dispensador.


Como en virtud de un cargo

La religión que se profesa no puede consistir en una abstracción o en exclusivos actos de culto; el acto de culto es una ἁγιάζω acción de veneración, de hacer sagrado, de santificación de Cristo en nuestro corazón: Κύριον δὲ τὸν Χριστὸν ἁγιάσατε ἐν ταῖς καρδίαις ὑμῶν (1Pe 3, 15a). ¿Cómo se práctica esta veneración? Por medio de un testimonio: ἕτοιμοι ἀεὶ πρὸς ἀπολογίαν παντὶ τῷ αἰτοῦντι ὑμᾶς λόγον περὶ τῆς ἐν ὑμῖν ἐλπίδος exponiendo, a quien nos las pida, las razones de nuestra de esperanza. (1Pe 3, 15b). Este ejercicio debe hacerse en el marco de unas pautas que San pedro establece:
a)    Sencillez y respeto
b)    Estando en paz con la propia conciencia.
Esto es precisamente lo que nos pide le Sacramento de la Confirmación: dar testimonio de nuestra fe como si esa fuera nuestra profesión “quasi ex officio” decía Santo Tomás en su Suma Teológica (ver CEC #1305), por lo mismo, hablamos refiriéndonos a la confirmación como el Sacramento de la Adultez Cristiana porque requiere que sepamos argumentar nuestra fe, explicarla, razonarla, supone la capacidad de catequizar, de enseñarle a otros los pilares de nuestra creencia, y más que con palabras, con un testimonio de vida.



Tú Dios que plenamente te nos das
dedo de la mano paternal, 
eres tú la promesa que el Padre nos dio;
tu palabra enriquece hoy nuestro cantar. 

Los sentidos tendrás que iluminar,
nuestro corazón inflamarás 
y nuestro cuerpo frente a toda tentación 
con tu fuerza constante ven a reafirmar.

Salmo de Acción de Gracias

Con gritos de júbilo, anunciadlo y proclamadlo; publicadlo hasta el confín de la tierra. Decid: “El Señor ha redimido a su pueblo” (Is 48,20)

Uno de los favores que recibimos del Espíritu Santo, una de sus gracias, consiste en saber dar eses testimonio. Nos fortalece para soportar los ataques, la persecución, la burla y el desprecio. Permite en nosotros el valor y la entereza postrarse para orar y de convidar a otros a postrarse ante el Señor y cantarle y sumar voces para alzarse en canticos y alabanzas.


Otra gracia, emparentada con la anterior, es la capacidad de reconocer en la creación, las huellas del Creador; todas las maravillas que Dios nos regala, desde la hermosura natural hasta las creaciones dl pensamiento del hombre y de su inteligencia, que son obras suyas directas en segundo grado. Toda su obra, directa o indirecta, es admirable.

Otra obra –no menor- es la intervención de Dios en la historia para que se fragüe el camino de la salvación. Para que nos llegue su mensaje, para que su plan soteriológico se cumpla contra todas las insidias del Maligno y a pesar de todas las deformaciones que procura imponerle.

La función cultual, nuestro testimonio, nuestra tarea “como en virtud de un cargo” es invitar a toda criatura, a toda la creación, a toda la tierra a aclamar al Señor, a cantar sus maravillas.  Así lo hace el Salmo de esta liturgia, el Salmo 66(65).Venid a ver las obras de Dios, a eso nos invita y esa es la tarea, que invitemos a otros, que invitemos a muchos, compartirles esta verdad que se nos ha manifestado que a nosotros se nos ha revelado.


Pero nosotros podemos dar esto porque lo hemos descubierto, no porque seamos muy pilosos, sino porque Dios en su Bondad ilimitada nos lo ha revelado. Como lo dice el Salmo, son gracia y favor el que nuestros ojos y nuestros oídos y nuestros sentidos todos lo verifiquen; mientras, otros ni  lo intuyen, están como bloqueados, como emparedados y ni ven, ni oyen. “Bendito sea Dios que no rechazó mi súplica ni me retiró su favor”
בָּר֥וּךְ אֱלֹהִ֑ים אֲשֶׁ֥ר לֹֽא־הֵסִ֘יר תְּפִלָּתִ֥י וְ֝חַסְדֹּ֗ו מֵאִתִּֽי׃

Deus Caritas est

… apenas descubres una pequeña grieta entras en mí,
no para invadirme sino para dar vida a la esperanza,
no para quitarme espacio sino para ampliarlo,…
Averardo Dini



El evangelio, la perícopa de este Sexto Domingo de Pascua, nos sitúa al borde de la Pasión -nos hallamos en el equivalente Joánico de la Última Cena- allí se nos dice: “El mundo no puede recibirlo (al Paráclito), porque no lo ve ni lo conoce; ustedes en cambio, si lo conocen, porque habita entre ustedes y estará en ustedes” (Jn 14, 17). ¡Aceptarlo en nosotros, nos habilita para reconocerlo! «…así como en el Antiguo Testamento Dios fue el defensor protector de los huérfanos, el Espíritu de Jesús resucitado defenderá la comunidad en medio de los conflictos: No los dejaré huérfanos: Volveré a ustedes (Jn 14, 18).»[2]


Esta, en primer lugar, la declaración que hace Jesús de que, a causa de que lo van a matar, “lo dejaremos de ver” y que luego, a causa de la Resurrección, lo volveremos a ver. Y, luego viene la gran enseñanza: ese saber que nos es dado y que alcanzamos a penetrar porque el Espíritu de la Verdad nos asiste: que Jesús está en el Padre, nosotros en Jesús y Jesús en nosotros, porque estamos inter-compenetrados en el amor, porque el amor nos unifica, porque todos somos Uno en el Cuerpo Místico de Cristo y somos los obreros que –en la obra de construir el Reino- nos hacemos Uno en ese Cuerpo Místico. 

¿Cómo se construye el Reino? En el amor. En el acatamiento de los Mandamientos que es el acto de amar a Jesús, amar es acatamiento, aceptación, obediencia; que es también amar al Padre, lo que el Padre retribuye con su propio amor así como Jesús también paga con amor –porque “amor con amor se paga”, dice la sabiduría popular; y entonces, Jesús se revela, como producto de ese fluir de Amor, en el puro Amor, en Dios que es Amor.


«Cristo está vivo… Él me está esperando me conoce y quiere mantener una relación de amistad muy estrecha conmigo. Ningún otro es mi Creador, mi Redentor ni ha dado su vida por mí. La decisión de lanzarme y de remar mar adentro es un acto libre. El convencimiento llegará como resultado de una labor de conjunto entre mi decisión y la acción de la gracia»[3]


Aparta de nosotros la opresión 
tu paz danos pronto, sin tardar;
y, siendo nuestra guía, nuestro conductor, 
evitemos así cualquier error o mal.

Danos a nuestro Padre conocer
a Jesús, el Hijo comprender, 
y a ti Dios que procedes de su mutuo amor
te creemos con sólida y ardiente fe. Amén.




[1] Gourgues, Michel MISIÓN Y COMUNIDAD Ed Verbo Divino Navarra – España 1995 p. 30
[2] Bortolini, José CÓMO LEER EL EVANGELIO DE JUAN. EL CAMINO DE LA VIDA Ed. San Pablo Bogotá – Colombia 2002 p. 155
[3] Guerra, Hector L.C. y Ledesma, Juan Pablo L.C. ¡VENID Y VEREÍS! LA EXPERIENCIA DE UN AMOR QUE NO SE ACABA. Ed. Planeta Barcelona –España 2009 p. 256

sábado, 17 de mayo de 2014

SOLOS NO, SINO INTEGRADOS A TU CUERPO MÍSTICO


Hch 6, 1-7; Sal 32, 1-2. 4-5. 18-19 (R.: 22); 1Pe 2, 4-9; Jn 14, 1-12


καὶ οὐκ ἔστιν ἐν ἄλλῳ οὐδενὶ σωτηρία· οὐδὲ γὰρ ὄνομά ἐστιν ἕτερον ὑπὸ τὸν οὐρανὸν τὸ δεδομένον ἐν ἀνθρώποις ἐν δεῖ σωθῆναι ἡμᾶς.
“Ningún otro puede proporcionar la salvación; no hay otro nombre bajo el cielo, concedido a los hombres que pueda salvarnos.”
Hch 4, 12

Él, Norte, Centro y Eje

La centralidad de Jesús, su importancia como eje existencial, el hecho de ser respuesta a todas nuestras preguntas es esencia y fundamento de nuestra fe. Y sin embargo, “importancia” y “centralidad” tienen que ser explicados y entendidos para que signifiquen algo, para que sea –más que una frase de cajón o una fórmula verbal que pretende decirlo todo y no dice nada- un eje práctico, aplicable, orientador, para que ser cristiano sea un llenar de sentido lo que de otra manera es un sin-sentido. En los momentos cruciales de nuestra vida cobra protagonismo la urgencia de entender cómo  es Jesús eje, meta, modelo y respuesta de los grandes interrogantes que la vida nos plantea.


Su radical importancia está interpretada por la triple afirmación: Jesús es importante porque Él es Camino, Verdad y Vida. Jesús es una forma de vida, Jesús es inspiración para superar el gran vacío del “individualismo”. Jesús nos articula con los más cercanos, con nuestros prójimos, superando la abstracción del humanismo que idealiza al “Hombre” pero trata con desprecio y hasta con crueldad al ser de carne y hueso, al que está allí con nosotros, vive y sufre a nuestro lado, el que nos siempre colma nuestras expectativas, especialmente porque no es como nos lo imaginamos. Jesús nos muestra su cercanía, su aprobación, por el hombre con su lepra, con sus vicios y “pecados”, no nos habla de un hombre perfumado, emperifollado, nos habla de pescadores, de “funcionarios” estatales que recaudan impuestos, de prostitutas, de seres capaces de “traición”, en fin, escoge como última compañía, la de bandidos y muere a su lado. Y, sin embargo, todo lo ha hecho y todo lo ha apostado, precisamente por ellos. «Khalil Gibran escribe en el profeta: “A menudo escucho que os referís al hombre que comete un delito como si él no fuera uno de vosotros, como si fuera un extraño y un intruso en vuestro mundo. Más yo os digoque de igual forma que el más santo y el más justo no pueden elevarse por encima de lo más sublime que existe en cada uno de vosotros, tampoco el débil y el malvado puede caer más bajo de lo más bajo que existe en cada uno de vosotros”.»[1] Viene al caso tenerlo muy presente porque en esa potencialidad, tanto para el bien como para el mal, duerme nuestra solidaridad humana, que es la raíz de la fraternidad; aún el más “monstruoso pecador” lleva en sus venas algo de nuestra sangre, esa genética que nos enlaza como hermanos, misma genética –que a pesar de todo- nos permite, llegado el caso, decir Abba, dirigiéndonos a nuestro Creador y amante Padre.


Jesús nos propone, sin embargo, un proyecto no cerrado sobre esos cercanos, su propuesta no es ni exclusivista ni excluyente; no se conforma dentro de los límites de la cercanía; se abre, propone llegar más allá, ir donde otros, donde los diferentes, porque tienen otro idioma, quizás otra manera de vestir y de pensar, hábitos y costumbres diferentes. Pero su propuesta es Πορευθέντες εἰς τὸν κόσμον ἅπαντα κηρύξατε τὸ εὐαγγέλιον πάσῃ τῇ κτίσει Llevar la Buena Noticia (εὐαγγέλιον) a todas las criaturas; no se limita a un pueblo, ni a una raza, su amplitud es la de los brazos abiertos, la de la acogida al que es “diferente”, por todos los rincones del mundo(κόσμον). Es una propuesta católica (léase universal).


El da su vida, su propia vida para que nosotros tengamos vida, se entrega, sin guardarse nada. Su generosidad no da lugar a “cajas fuertes”, no escatima, no reserva nada, no se guarda, no esconde, ni acapara, supera con creces todo egoísmo, toda avaricia. Se da, se entrega. Y, precisamente da su vida para que nosotros tengamos vida, no cualquier clase de vida, sino vida a manos llenas, vida pletórica, plena y plenificada. La que Él nos propone es una vida abundante, sin menoscabos. “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”. Jn 10, 10b Entrega la propia para comunicar vida a los demás; para que los demás puedan gozar de la felicidad de estar vivos. Hasta el extremo de dar, no una vida provisional, sino dar la vida con continuidad ilimitada, la vida eterna. Por eso decimos sobre Él que ha vencido sobre la muerte y que la muerte ya no tiene dominio sobre Él cfr. (Rm 6, 9). Comiendo su carne y bebiendo su sangre, adquirimos vida nueva y participamos en la Resurrección (cfr. Jn 6, 54).


Él es “la Verdad”, pero una vez más, nada de abstractos. No es ni un tratado de filosofía, ni un diccionario, ni una enciclopedia. Ni siquiera escribió por su puño y letra alguna obra. Él se auto-propone –porque el Padre nos lo ha propuesto- como desciframiento de todos los enigmas, como contestación a los interrogantes, como norte en nuestro mapa. Sus acciones nos permiten formulas decisiones para nuestro quehacer vital-existencial.  Su verdad es tal que nosotros al obrar podemos lícitamente preguntarnos cómo lo habría hecho Él o qué habría hecho en tal o cual situación, y sin dudarlo, proceder en consecuencia.

Sin embargo, pensar y decidir según la manera de Jesucristo tiene un condicionante: Habernos compenetrado con Él, lo que logramos sencillamente por medio de un doble ejercicio a) la lectura y meditación muy frecuente de la Sagrada Escritura, meditación que no es un ejercicio solipsista de leer e interpretar según mi gusto, mi capricho, mi modo de ver y entender; no, se trata de procurar una lectura comunitaria, con el apoyo de un grupo Bíblico, de un sacerdote, de mi párroco, de un catequista debidamente preparado; y, b) rogar al Espíritu Santo para que me conduzca, me ilumine, me regale para esa lectura el Don de la Sabiduría.


Otra forma de leer puede llegar a ser, inclusive, peligrosa, desorientadora, más malo el remedio que la propia enfermedad. Lecturas solitarias –en vez de conducirnos por la vía salvífica- pueden sentenciarnos, definitivamente, al extravío. Y no olvidemos nunca que los documentos más confiables para conocer a Jesús son los Evangelios y el Nuevo Testamento integro, que nos habla de Él, aun en forma indirecta, mencionando lo que sus discípulos vieron y compartieron, y que Él les enseñó.

«Hacia la nueva y definitiva Creación

En la primera creación, el espíritu aleteaba antes de que el cosmos existiera. Dios crea al hombre del polvo de la tierra a su imagen y semejanza para hacer alianza de amor con él. Quiere que los hombres se encuentren con él hasta llegar a la comunión total y hacernos sus hijos.


La creación encuentra su plenitud en el cumplimiento de las Promesas, en la alianza o salvación divina. De este modo “Cristo es imagen de Dios invisible, primogénito de toda la creación” (Col 1, 15). El hombre, “hecho a imagen de Dios”, también será creado conforme a Jesucristo, en quien se cumple cabalmente la Nueva Alianza. La creación inicial se inserta en la voluntad de Dios de hacer alianza salvífica con el hombre. La alinza de Dios con los hombres, en Jesucristo es el fin último por el que nos creó. La creación y la redención son inseparables en la mente y en el corazón amoroso de Dios: “Él nos eligió en Cristo antes de la creación del mundo, para que fuéramos su pueblo y nos mantuviéramos sin mancha en su presencia. Movido por su amor, Él nos destinó de antemano, por decisión gratuita de su voluntad, a ser adoptados como hijos suyos por medio de Jesucristo, y ser así un himno de alabanza a la gloriosa gracia que derramó sobre nosotros, por medio de su Hijo querido” (Ef 1, 4-6).


En los orígenes, Adán fue sacado de la tierra virgen y recibió el mundo para que lo dominara. Al llegar la plenitud de los tiempos, Jesús nace de María, tierra virgen fecundada por el Espíritu Santo, Jesucristo ha entrado en la historia como nuevo Adán y ha sido constituido cabeza de la humanidad y heredero de todas las cosas (cfr. Ef 1,10).

Los hombres somos regenerados en esta nueva creación que se expresa en el misterio de Cristo: germina en la encarnación y brota con su muerte y resurrección. Esta regeneración en ciernes, florecerá en Pentecostés, aunque sólo como inicio e inauguración, puesto que aún no ha sido concluida. Hemos sido salvados por Jesucristo pero vivimos esta salvación sólo en la esperanza, y con la ayuda del Espíritu que ayude en nuestra, “pues nosotros no sabemos orar como es debido y es el mismo Espíritu el que intercede por nosotros con gemidos que no se pueden expresar” (Rom 8, 26). Mientras tanto, en este preludio, el hombre recreado y la creación entera gimen en espera de la resurrección definitiva el último día (cf. Rom 8, 22-23).


Hacía este fin glorioso camina nuestra historia, que avanza en el espacio y en el tiempo, mientras “esperamos cielos nuevos y tierra nueva” (2Pe 3, 13) que nos evoca, como anticipo, el libro de la revelación: “Y vi un cielo nuevo y una tierra nueva. Habían desaparecido el primer cielo y la primera tierra y el mar ya no existía… Y dijo el que estaba sentado en el trono: Yo hago nuevas todas las cosas” (Ap 21, 1-5).»[2]

El Cuerpo Místico de Cristo (Señor, que sea capaz de salir de mi cascarón)

Jesús conquistó la vida eterna, no para sí mismo, porque Él ya la poseía desde toda la eternidad; la consiguió para nosotros, para compartirla. Así es todo lo de Dios, Quien nada necesita puesto que es el Dueño de todo y de nada carece, pero todo lo que tiene lo dona, dios es generosidad, es abundancia, es plenitud.


Así nos incorpora en Sí, nos rescata y nos une a Él, nuestras vidas pasan a ser vida en Él, nuestro ser se hace célula de su Cuerpo Místico. Él es –para seguir una comparación arquitectónica- Jesús es la piedra angular, pero nosotros tenemos la oportunidad de entrar a formar parte de ese Edificio, pasando a ser Piedras vivas.

«Señor, Dios, que vienes a mí,
concédeme la gracia de sentirme y de vivir
como piedra viva de tu santo templo.
Concédeme la voluntad
de tomar parte en la vida de tu Iglesia
para caminar junto a ti y a mis hermanos
sin inútiles nostalgias
y con los ojos bien abiertos hacía el futuro.


Concédeme, Señor, la fuerza
para salir cada día de mi cascarón
para estar presente y participar activamente
donde se crea la vida,
donde se concretiza el amor,
donde se construye el camino de la libertad,
donde se ensancha el espacio de la justicia,
donde se hacen brillar hasta las migajas de la verdad,
donde se engrandecen
las habitaciones de la esperanza, de tal manera que contribuya
al nacimiento de un mundo unido
como Tú estás unido al padre y al espíritu Santo,
como Tú estás unido a cada uno de nosotros,
sin importar que estemos dispersos por el mundo.
Amén.[3]




[1] Citado por Vallés, Carlños G. sj. SIGLO NUEVO, VIDA NUEVA EL MILENIO DE LA ESPERANZA. Ed. San Pablo Santafé de Bogotá-Colombia 1999 p. 139
[2] Bayó M. Jesús FMS. ALGO NUEVO ESTÁ NACIENDO. Conferencia de Religiosos de Colombia
[3] Dini, Averardo. EL EVANGELIO SE HACE ORACIÓN T. 1. Ciclo A. p. 43