sábado, 26 de abril de 2014

VENCER NUESTRAS DIFICULTADES PARA PODER CREER Y CONSTRUIR UNA NUEVA CREACIÓN





El Padre me ama porque yo mismo doy mi vida, y la volveré a tomar. Nadie me la quita, sino que yo mismo la voy a entregar. En mis manos está el entregarla, y también el recobrarla: este es el mandato que recibí de mi Padre.
Jn 10; 17 -18
 Ὁ κύριός μου καὶ ὁ θεός μου !
Señor y Dios mío
Jn 20, 28

“La piedra que desecharon los constructores,
es ahora la piedra angular,
Esto es obra de la Mano del Señor,
es un milagro patente.”

Salmo 117

No, no, no basta rezar
hacen falta muchas cosas
para conseguir la paz,

De una canción de Alí Primera

Pero de Él si nos podemos fiar

La resurrección es algo que los fieles damos por descontado, es un dogma de nuestra fe y estamos habituados a este concepto. Pero, cuando alguien nos cuenta algo, nos refiere un suceso insólito, nada común, nuestra primera reacción crítica es someterlo al tamiz de la duda. Es más, algunos de nosotros nos enorgullecemos de ser altamente críticos y no tragar entero.

Algunos otros, rayando en la altanería, nos negamos a creer en nada y desconfiamos de todos y de todo cuanto se nos dice. Nuestra bandera rebelde consiste en no aceptar “nada” y rebelarnos contra todo.

Especialmente, la modernidad nos heredó un tipo de pensamiento que dice no reconocer sino aquello que podemos reproducir, bajo situaciones controladas, replicándolo punto a punto en sus condiciones para repetirlo tal cual; es ese el único criterio de certeza.

Todo esto está bien, inclusive es un antídoto magnifico para evitar un pensamiento pueril, para caer ingenuamente en diversos engaños y ser muchas veces víctimas de estafadores y engañistas de toda laya. ¿Cuantas veces y cuantos no se valen de un sinfín de patrañas para sonsacarnos nuestro dinero, manipular nuestros sentimientos o, simplemente, lucrarse de algún modo de nuestra credibilidad, poniéndonos al servicio de sus intereses?


Pero acercarnos a Jesús, quien, definitivamente, sabemos que no quiere estafarnos ni someternos de ninguna manera, es otra cosa. De Él podemos fiarnos y en el podemos confiar con plenitud, sabiendo que siempre nos dará mucho más de lo que nos pudiera quitar. Por otra parte, cuanto nos quite es porque antes Él mismo nos lo ha dado. Por eso, ser cristiano significa aceptar la voluntad de Dios y el conocimiento que Él mismo nos brinda, dándonos con generosidad “saberes” que de otra forma nos serían inaccesibles y por eso a ese “saber” lo denominamos “Revelación”.

Dios Padre nos ha Revelado su Rostro dándonos a su Hijo y, Jesús mismo nos ha declarado que Él es el Rostro Humanado del Padre (Cfr. Jn 14, 9b) Y en Jn 11, 25 nos revela “Yo soy la Resurrección. El que crea en mí, aunque muera vivirá”.

La fe, por tanto, la hemos clasificado entre las virtudes teologales, es decir, aquellas que no brotan de nosotros mismos, sino que son don de Dios. Es Dios mismo quien nos las da y Él mismo las sostiene y las fortifica. «se llaman teologales o divinas: no solamente porque se refieren a Dios, sino también porque es Dios quien las hace posibles, quien nos ofrece la gracia de creer… tienen a Dios como objeto y juntamente nos vienen de su benevolencia, son la vida divina en nosotros, la respuesta que el Espíritu Santo suscita en nosotros frente a la Palabra de Dios.»[1] Entonces, ¿no podemos hacer nada para tenerla? Si, basta con pedirla intensamente al Espíritu Santo para que Él, gustosamente nos la otorgue. Como diversas cosas en la vida, ¡basta quererlas, para tenerlas! ¡Son pura gracia!

Hay algo más que podemos hacer a favor de la fe: a) Fortalecerla b) Ejercitarla. Estas dos cosas son casi una y la misma: es una especie de dialéctica. Si la ejercitas la fortaleces, si la fortaleces es porque la estas ejercitando. Frente a lo que Dios nos ha revelado es necesaria una especie de terquedad: Sí Dios lo ha dicho y nos lo ha comunicado, lo aceptamos y lo sostenemos a rajatabla, digan lo que digan, pase lo que pase.

Un tercer elemento para tener la fe consiste en instruirla. A la fe hay que formarla e informarla. Dios no se nos revela a cada uno personalmente, se ha ido revelando paulatinamente a través de la historia a la Iglesia, a la que Él instituyó precisamente como guardiana. Nosotros debemos acercarnos a la Fuente para beber en ella y saciar nuestra sed; además, para poderla comunicar, asumiendo nuestra misión de difusores. A esta misión nos llama el propio Jesús que –ya lo hemos dicho en otra parte- no quiere que dejemos de hacer lo que hemos elegido en nuestra vida como oficio, sino que transformemos ese hacer en un hacer a la mayor gloria de Dios. Para esto llamó a pescadores, a quienes redirigió, haciéndolos, ya no pescadores de peces, sino pescadores de hombres (Cfr. Mt 4, 19).

A algunos les cuesta más el seguimiento confiado y entonces Jesús, Infinitamente Misericordioso, les da más, se les presenta en Persona, y los invita a meter el dedo en sus llagas τὰς χεῖράς μου y la mano en su costado πλευράν μου. Cfr. Jn 20, 27: Φέρε τὸν δάκτυλόν σου ὧδε καὶ ἴδε τὰς χεῖράς μου καὶ φέρε τὴν χεῖρά σου καὶ βάλε εἰς πλευράν μου καὶ μὴ γίνου ἄπιστος ἀλλὰ πιστός Si, esta oportunidad que da Jesús es para que dejemos de ser incrédulos μὴ γίνου ἄπιστος y seamos creyentes ἀλλὰ πιστός.

Ese es el sentido de la perícopa del Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Juan que leemos hoy día: Jn 20, 19-30. Que abandonemos nuestra terquedad de incrédulos, terquedad que es altanería mezclada con rebeldía; y, con docilidad demos a torcer nuestro brazo a Dios, para reconocerlo “Señor y Dios nuestro”. Ὁ κύριός μου καὶ ὁθεός μου !

Sin embargo, y aquí está el quid del asunto, muchas veces, teniendo la fe, encontramos cómodo negarla porque nuestro pecado nos acusa en la conciencia, entonces es cuando desautorizamos a Dios y, en medio de nuestra rebelión, decidimos negar cuanto Él nos ha manifestado en su Revelación. Es entonces cuando pateamos a la Iglesia y, con ella a todos los que se mantienen fieles a Jesús. «Cuando,… opto por obrar contra los mandamientos, preferiría que Dios no existiera y por consiguiente estoy dispuesto a prestar fácilmente oído a las objeciones acerca de la fe. No pocas objeciones derivan lamentablemente del hecho que nuestra vida cristiana, nuestros comportamientos no son conformes con el Evangelio. Entonces se requiere un camino de conversión que nos lleve a pensar y obrar según la verdad y la existencia de Dios. Entonces el creer nos resultará mucho más fácil.»[2]

Lo hizó todo Nuevo

La perícopa en cuestión inicia declarando un marco circunstancial de tiempo: Es “el primer día de la semana” τῇ ἡμέρᾳ ἐκείνῃ τῇ μιᾷ σαββάτων, podríamos, perfectamente entenderlo como el Primer día de la Nueva creación.

En el Principio, en el Primer Día, encontramos que todo era oscuridad (ya nos hemos referido largamente al tema de la Oscuridad y al significado espiritual que tiene dentro del Evangelio joánico), fue “entonces que Dios dijo ‘!Que haya Luz!’ y hubo luz Cfr. Gn 1, 1-3. ¿Cómo era la oscuridad? ¿Cuál era el rostro de esa oscuridad? En el evangelio de San Juan, en Jn 20, 19 se nos informa que, esta oscuridad en particular, tenía el rostro del miedo τὸν φόβον, miedo de los perseguidores, que en este caso eran los “judíos”: ὅπουἦσαν οἱ μαθηταὶ διὰ τὸν φόβον τῶν Ἰουδαίων.

Y, entonces, Jesús que se presenta y puede entrar, aun cuando las puertas estén cerradas, se pone en medio de ellos, e inicia la obra de la nueva creación; ¡les da la Luz! ¿De qué Luz se trata? La paz, esa paz que significa superar el temor, ya no tener miedo. No hay nada que neutralice más al ser, que lo aliene más, que el miedo: el miedo nos hace “inválidos”, el miedo nos “enmudece”, el miedo anula la opción de ser testigos, el miedo nos silencia para llevar el anuncio del Evangelio. Miedo es lo que usan todos los totalitarismos: Policías secretas, aparatos paramilitares, delatores, propaganda de omnipotencia y omnipresencia, terrorismo sicológico, conciencia policiva de vigilancia constante; cualquier cosa que usted haga la estamos vigilando y sabemos, inclusive, lo que usted está pensando, así que no piense, no disienta, permanezca quieto, callado…

En ese ambiente Jesús-Resucitado inicia la nueva creación, la del Segundo Adán, con un Acto de des-acobardamiento, combatiendo nuestro miedo. Jesús infunde Valor, nos da la Luz que permitirá que nos convirtamos en testigos valientes y decididos, que no temamos al perseguidor porque no nos puede quitar “la vida”, porque Jesús ha demostrado que no nos pueden robar la vida, porque Él es la Vida, es la Resurrección; podemos dar la vida, porque Él nos la restituirá. Cfr. Jn 10, 17-18 Porque Jesús a nosotros nos hace una delegación exactamente análoga a la delegación que el Padre le hizo a Él: “Así como el Padre me envió a mí, yo los envío a ustedes” Jn 20, 21b.


Y aquí viene el gesto de Jesús que nos confirma que estamos narrando con Juan la segunda Creación: Se trata del soplo de Jesús. En el versículo 22 Jesús sopla sobre ellos el Espíritu Santo, conforme el Creador sopló en nosotros – a través de nuestras narices- el aliento de vida, el famosísimo “Nefesh”.

Queremos hacer paráfrasis y decir que quien no tiene vida es el acobardado que no testimonia, ese carece del “Soplo”, del “Espíritu” (como sabemos las dos palabras son la misma en Griego), ese Espíritu soplado por Jesús, es el aliento de la valentía, de la decisión de ser “testigos”. Así Jesús, Señor y Dios nuestro, nos a re-creado. ¡Ha hecho todo nuevo! (Cfr. Ap 21, 5b.)[3]

No ocultar lo esencial del Mensaje

Este domingo se denomina ahora el Domingo de la Misericordia y tiene en su primera lectura –como en todos los domingos de la Pascua y en todas las misas semanales también- una perícopa  tomada de los Hechos de los Apóstoles 4, 32-35. Su núcleo es la siguiente frase: “Todo lo poseían en común y nadie consideraba suyo nada de lo que tenía.” (He 4, 32b).

Ya antes, en el capítulo 2, se había referido San Lucas a la Comunión fraterna. Glosando esta idea nos dice Ivo Storniolo: «¡En qué consiste la comunión fraterna? La palabra griega koinonía expresa la unión de los cristianos, unión fundada en la misma fe y en un idéntico proyecto de vida. .. Un poco más adelante, el texto pone en claro en qué consistía esta comunión fraterna: “Todos los creyentes vivían unidos y tenían todo en común; vendían sus posesiones y sus bienes y repartían el precio entre todos, según la necesidad de cada uno” (2, 44-45) Vemos, en consecuencia, que esta comunión reviste un aspecto político (fraternidad en la que todos pueden participar libremente en las decisiones) y un aspecto económico (repartición de los bienes según la necesidad de cada cual)… La vida de la comunidad cristiana se presenta entonces como un proyecto social alternativo que fermenta e incuba transformaciones políticas y económicas. Justamente por esta razón, la comunidad será desde entonces objeto de oposición y persecución, puesto que los dueños del poder y la riqueza no pueden aceptar pasivamente tal propuesta.»[4]

Y más adelante, tocando la perícopa de los Hechos de los Apóstoles que se lee hoy, dice lo siguiente: «…la primera o las primeras comunidades cristianas… Su rasgo fundamental es la unanimidad que se traduce en compartir… El fundamento de la unanimidad es el testimonio de los Apóstoles acerca de la Resurrección de Jesús: Él está vivo, presente en la vida y en la actividad de la comunidad, dando a todos libertad y vida…el texto explica claramente lo que quiere decir “tener un solo corazón y una sola alma”, que consiste en repartir entre todos el don que Dios ha hecho y destinado para todos. Es una nueva versión de la economía, ya no fundada en la propiedad privada y en la acumulación en provecho personal, sino en disponer todo con miras al bien común. Todo pertenece a todos, y está al servicio y al uso de la necesidad de cada uno. Es esta una comunidad que se tomó en serio lo propuesto en Dt 15,4: “Cierto que no debería haber ningún pobre junto a ti”. Más para que no haya ningún pobre es indispensable que haya reparto, todos comparten. Quien más posee más comparte, quien tiene menos comparte menos; pero todos acaban por disponer de lo suficiente para tener una vida digna. Es, pues, la aparición simbólica de una nueva humanidad que disfruta igualitariamente de la vida, don que Dios concede a todos.»[5]

Decimos ante la forma consagrada ¿cómo agradecerte que nos hayas amado tanto?

«Tomás ha sido un buen discípulo de Jesús, pero un poco lento para captar los altos conceptos de Jesús (11,16; 14, 5). Aquí también exige pruebas palpables de que Cristo realmente vive. Ejemplo de esa fe inadecuada, condenada en 4, 48: “Si no ven señales y prodigios, no creen” (Cfr. 2, 23-25; 6, 26; 12, 18). Tomás en su rol de “dudoso”, aparece sólo en este cuarto Evangelio. Pero, no sólo él dudaba. El representaría a todos esos discípulos de los primeros años que “dudaban” (Mt 28, 17); tenían “dudas en su corazón” (Lc 24,38); “no creyeron a quienes habían visto al Resucitado” (Mc 16, 14)».

A través de la historia de la Iglesia hemos alabado y nuestro corazón ha hecho eco de esta frase tan hermosa que quedó incorporada a la liturgia de la Consagración Eucarística”, con la cual reconocemos, con la voz de Santo Tomás, ante la Forma Consagrada la Presencia de Jesús-Cristo en su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad. «Con esta proclamación asombrosa de Tomás, se termina este Evangelio. El Evangelio comenzó con “la Palabra estaba con Dios y era Dios” (1,1). Ahora lo repite al final: “Mi Señor y mi Dios”. A los cristianos de todos los tiempos que aceptan eso con fe, nos dice “Felices los que creen sin haber visto” (20, 29)»[6]

Constructores del Reino: Una fe de todas horas, de toda la vida

Podemos aislar la Eucaristía en un vacío litúrgico: una hora escasa robada a nuestros afanes y premuras, durante la cual cumplimos un ritual: “¡Ya fui a misa!”.


Pero hay más y ya lo hemos visto. Ya sabemos que la fe des-acobardada es una que da testimonio, que no se puede callar, que va por todas partes gritando lo que Jesús quiere. Es el compromiso de prestarle la garganta, la voz, las manos y la inteligencia a Jesús para que Él, en pleno siglo XXI, siga diciendo en todas partes y ante todos que ama la justicia, que Él no es un pretexto para que se sigua maltratando a los más débiles. Que hay que construir una sociedad de otra manera, sin violencia, sin explotación, sin injusticia. Que si se puede levantar una sociedad donde la cultura de la muerte estará definitivamente derrotada y la cultura de la vida será triunfante y que ese será el Reino de Dios, y que su Reinado, entonces, no tendrá fin.

La Resurrección, para los bienaventurados que creen sin haber visto, significa aceptar, aún en medio de la oscuridad más densa, que en el fondo, como al final del túnel, hay un destello Resplandeciente, Cegador, Rutilante, Glorioso: Es Jesucristo, el Vencedor de la muerte. Jesús de la Misericordia, y,… Su misericordia es eterna.

“Y el Espíritu es el que da testimonio, porque el Espíritu es la verdad.” (1Jn 5, 6b)




[1] Martini, Carlo María. LAS VIRTUDES DEL CRISTIANO QUE VIGILA. Ed. San Pablo Bogotá Colombia 2003 p. 46
[2] Ibid
[3] En la película de Mel Gibson, La Pasión de Cristo, Jesús, subiendo con la cruz a cuestas, hacía el Calvario, dice a su Madre: “Mira como hago todas las cosas nuevas”.
[4] Storniolo, Ivo. CÓMO LEER LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES. EL CAMINO DEL EVANGELIO. Ed. San Pablo Santafé de Bogotá 1998 p. 47
[5] Storniolo, Ivo Op. Cit. p. 66
[6] Seubert, Augusto COMO ENTENDER LOS MENSAJES DEL EVANGELIO DE JUAN. Ed. San Pablo Santafé de Bogotá 1999. p.152


sábado, 19 de abril de 2014

¡RESUCITÓ!





Jesús, en cambio, no viene del mundo de los muertos –ese mundo que Él ha dejado ya definitivamente atrás-, sino al revés, viene precisamente del mundo de la pura vida,…

Benedicto XVI

Ayúdame, Jesús, que siento vivo dentro de mí,
a sonreír a cada amanecer que viene,
porque ahora sé que si voy y estoy contigo,
es Pascua todos los días,
todos los días es “la primera mañana del mundo”.
Amén[1]



1

La maravilla de la Resurrección es el objeto motivador de toda nuestra confianza en Jesús. De Hecho, toda nuestra fe tiene su basamento en este suceso. ¡Jesús ha vencido la muerte! Su Padre lo ha justificado de una vez y para toda la Eternidad; contra los Pilatos de toda laya, contra los sanedrines de todos los tiempos, contra los “soldados” que llevan sus ordenes más allá de los ordenado, hasta su solaz en las torturas; contra todos ellos Dios ha dicho la última Palabra: La muerte no es más poderosa que la Vida, y Dios es el Dueño de la Vida. «Si toda su obre hubiera terminado en el patíbulo de la cruz, la muerte habría sido el fracaso de su persona, de su Buena Nueva, de su mensaje y la desaprobación de Dios»[2]


La perícopa del Evangelio de San Juan, que leemos hoy, Domingo de Pascua, Jn 20, 1-9; comienza así: Τῇ δὲ μιᾷ τῶν σαββάτων Μαρία ἡ Μαγδαληνὴ ἔρχεται πρωὶ σκοτίας ἔτι οὔσης εἰς τὸ μνημεῖον καὶ βλέπει τὸν λίθον ἠρμένον ἐκ τοῦ μνημείου “El primer día de la semana, muy temprano, todavía oscuro, María Magdalena fue a visitar el sepulcro. Vio que la piedra de la entrada estaba removida”

«Oscuridad es ausencia de Jesús. La oscuridad representa todas esas fuerzas negativas que trabajan de noche y se oponen a Cristo, Luz del mundo (9,4; 11, 9-10; 12, 35s).»[3] Volvemos sobre el término σκοτία, ας, ἡ “la oscuridad”, en esta oportunidad se trata de la “oscuridad de la fe”, una oscuridad de naturaleza espiritual, ama a su Señor, le sigue, le continua fiel, pero, su fidelidad está dirigida a un muerto: para ella Jesús no es el Mesías, sino otro muerto más. Por eso, ante Pedro y Juan exclama: Ἦραν τὸν κύριον ἐκτοῦ νημείου καὶ ὐκ οἴδαμεν ποῦ ἔθηκαν  αὐτόν   “¡Han sacado al Señor de la tumba y no sabemos dónde lo han puesto!” «Ni por un instante la pasó por la mente que Jesús hubiera resucitado. Más bien pensó en un robo, en una posible profanación del cadáver del Señor.»[4]


Ni acusamos, ni criticamos, ni culpamos a María Magdalena. Entendemos que llegar a la fe de la Resurrección supone un tipo de profundización teológica que nos viene por la Gracia. Posiblemente, pasó mucho tiempo y tuvieron que vivir muchas experiencias muy fuertes en las primeras comunidades cristianas para poder llegar a reconocer en Jesús al Resucitado, y aún más y mayores profundidades para teologizarlo y llegar a la convicción férrea. Los encuentros con el resucitado nos permiten intuirlo; por ejemplo, cuando el les tiene el desayuno en la orilla del lago de Tiberiades (Jn 21, 12b) οὐδεὶς δὲ ἐτόλμα τῶν μαθητῶν ἐξετάσαι αὐτόν Σὺ τίς εἶ εἰδότες ὅτι ὁ κύριός ἐστιν “ninguno de los discípulos se atrevió a hacerle la pregunta ‘¿Quien eres Tú?’ porque comprendían que era el Señor” «Lo sabían desde dentro, pero no por el aspecto de lo que veían y presenciaban.» [5]

Algo así se nos critica frecuentemente cuando ven algunos nuestra representación del Crucificado o nuestra cruz como símbolo de nuestra fe. A ellos hay que recalcarles que no hay Resurrección sin cruz. La cruz nos lleva a mirar cara a cara el rostro del Amor de Dios, de su infinita inmensidad, como lo hemos dicho en otra parte: Dios nos ama tanto -nos disculparan la expresión- como un papá a un “hijo bobo”, como una mamá ama a su bebé en medio de su indefensión. Con Tierno y Dulce Amor de Padre nos ama el Padre Celestial, pero más, con Amor Divino, con Misericordia, por ningún mérito nuestro, sino porque Él quiere amarnos, porque al moldearnos del barro y soplar en nosotros el espíritu (Nefesh) (Gn 2, 7), puso en su Corazón y en sus Manos Creadoras el Amor. ¡Bendito y Alabado sea su Santo Nombre!

Así es como nos atrevemos a afirmar que María Magdalena iba “todavía en lo oscuro” de no reconocer al Señor Resucitado. Es a esa σκοτία a la que se refiere este texto, todavía andan en la oscuridad del corazón para discernir en Jesús, al Señor Resucitado.

2

Podemos pasar de nuestra mirada sobre María Magdalena, a mirar a Pedro. Pedro, la roca firme a quien se han entregado las “Llaves” representante de la Iglesia de Jerusalén, compite con la comunidad joánica (probablemente la comunidad de Éfeso); llega primero, pero al ver las vendas y el sudario, no capta nada, en cambio, al discípulo Amado, le basta verlas para captarlo todo y creer.


Augusto Seubert nos presenta tres Midrash distintos sobre el tema de las vendas y el sudario:

a) Pueden significar la fe antigua, el judaísmo con la versión farisaica, estricta, pegada a la Ley, concepción fundamentalista, ritualista y ultra-tradicionalista de la religión. Esas son las vendas; y Jesucristo las ha superado, las dejó atrás, anda suelto, desatado, sin amarradijos que entraben su libre caminar. Jesús siempre se mostró libre de ritualismos, de respetos sabáticos.

b) Las vendas evocaban a Elías que le dejó la capa a Eliseo y con ella, su poder, de forma tal que Eliseo pudo, igual que Elías, golpear con la capa las aguas del Jordán y dividirlas para pasar a pie enjuto (2 R 2, 8-15). Serían signo de transmisión de poder y autoridad.

c) Jesús se salió de las vendas, y quedan ahí, enrolladas, por que digamos que Él se evaporó y las vendas quedaron, enrolladas como lo habían estado alrededor del Cuerpo de Jesús, pero el Cuerpo ya salió de su jaula de vendajes.[6]


¿Por qué Juan entiende y Pedro no? El Padre Hugo Estrada nos da una hipótesis coherente: «Juan era el mejor preparado de todos para creer: Juan había recostado su cabeza en el pecho de Jesús durante la Última Cena. Juan era el único de los apóstoles que había estado, minuto a minuto, junto a la cruz del Señor; había participado también en el entierro. Juan era el único que no había negado a Jesús. Por eso su corazón y su mente estaban más abiertos para creer lo increíble»[7]

3

Leemos en la 1ª de Corintios “Pero si Cristo no ha resucitado, nuestra predicación ya no contiene nada, ni queda nada de lo que creen ustedes.

Y se sigue además que nosotros somos falsos testigos de Dios, puesto que hemos afirmado de parte de Dios que resucitó a Cristo, siendo que no lo resucitó, si es cierto que los muertos no resucitan.” (1Co 15, 14-15)


Veamos lo que comenta, a este respecto, SS. Benedicto XVI:

«Si se prescinde de esto, aún se pueden tomar sin duda de la tradición cristiana ciertas ideas interesantes sobre Dios y el hombre, sobre su ser hombre, y su deber ser –una especie de concepción religiosa del mundo-, pero la fe cristiana queda muerta….

Sólo si Jesús ha resucitado ha sucedido algo verdaderamente nuevo que cambia el mundo y la situación del hombre. Entonces Él, Jesús, se convierte en el criterio del que podemos fiarnos. Pues, ahora, Dios se ha manifestado verdaderamente…

San Marcos nos dice que los discípulos cuando bajaban del monte de la Transfiguración, reflexionaban preocupados sobre aquellas palabras de Jesús, según las cuales el Hijo del hombre “resucitaría de entre los muertos” Y se preguntaban entre ellos lo que querría decir aquello de “resucitar de entre los muertos” (9, 9). Y, de hecho, ¿en qué consiste eso? Los discípulos no lo sabían y debían aprenderlo sólo por el encuentro con la realidad…

…la reanimación de un muerto no nos ayudaría para nada y, desde el punto de vista existencial, sería irrelevante.


Efectivamente, si la resurrección de Jesús no hubiera sido más que el milagro de un muerto redivivo, no tendría para nosotros en última instancia interés alguno. No tendría más importancia que la reanimación, por la pericia de los médicos, de alguien clínicamente muerto…

Los testimonios del Nuevo Testamento no dejan duda alguna de que en la “resurrección del Hijo del hombre” ha ocurrido algo completamente diferente. La resurrección de jesús ha consistido en romper las cadenas para ir hacía un tipo totalmente nuevo, a una vida que ya no está sujeta a la ley del devenir y de la muerte, sino que está más allá de eso;… es una especie de “mutación decisiva”, … un salto cualitativo. En la resurrección de Jesús se ha alcanzado una nueva posibilidad de ser hombre, una posibilidad que interesa a todos y que abre un futuro, un tipo nuevo de futuro para la humanidad»[8]

4

Para muchos de nosotros, fieles cristianos, la resurrección no pasa de ser una fecha en el calendario litúrgico, la Vigilia Pascual con su hermosísimo rito o una imagen de Jesús Glorioso. Pero la Resurrección es muchísimo más que eso. Es un elemento que tiene enormes implicaciones en nuestra vida, y debe repercutir en acciones, en un estilo de vida verdaderamente a la manera de Jesús. Implica, no sólo una creencia sino un compromiso:


«En el drama del hombre se juega el autor del hombre. Qué sentido tiene crear un hombre del absurdo: pasión de amor y, no sabe sino destruir al otro; ansia de libertad, de dignidad, y, no afirma la propia autonomía, sino negándola a otros. ¿Tiene sentido crear un hombre que no soñó con vivir , para que cuando se apasiona con la vida se le arrebate sin consultarlo? ¿Somos un haz de luz entre dos abismos de oscuridad? Una burla de quien nos creó sedientos de sentido, sin nunca alcanzarlo?... Todo lo que conquista el hombre se torna ridículo ante lo que queda por hacer. La brizna de libertad que poseemos es una burla para los que no la tienen. Nuestra comodidad y la conquista del espacio, son una ironía cuando no podemos conquistar la propia tierra haciéndola más humana…

…hay que establecer una crítica despiadada a un Dios y un hombre lejanos el uno del otro: Dios un absoluto que no necesita del hombre, éste una miseria perdida en los espacios siderales, pequeñez a la que se aplasta sin que Dios se conmueva, en su inmutabilidad, por el dolor de la historia.


¿Por qué no pensar a Dios y al hombre, no como dos realidades antagónicas, sino como la capacidad del amor y del don y la capacidad de la aceptación del ser y del amor?

Aceptada la fe en la creación, Dios es ante todo relación, ha hecho un mundo para el hombre y al hombre para relacionarse con Él… Creación es afirmar en cada niño que nace, en cada flor que revienta, el triunfo de la vida sobre la muerte…

Y ¿por qué construir un mundo para unos pocos y no para todos?

La solidaridad tiene dos caras: hacerse como nosotros, para que podamos ser como Él.

No se cree en Jesús y su resurrección, si no se ha vivido la praxis de Jesús y no se ha amado a la manera de Jesús, sin un amor que como el de Jesús hace verdad en la historia la liberación del hombre del pecado, de la opresión, del odio; si no se ha vivido la pasión por el sentido y no se ha hecho la experiencia de Jesús: mirar a Dios como Padre, con un amor que exige construir un mundo de hermanos; Padre en el que se puede confiar y por el que vale la pena entregar la existencia, dándola por los demás.» [9]



«La muerte no es la última palabra ni el fin de todo: se entrega uno a la muerte por la justicia, para crear una vida digna, una vida justa. En esta afirmación está contenida ya una afirmación que escapa a los límites temporales. El que es capaz de entregar su vida por la justicia está realizando con ello un inmenso acto humano, que supera los límites del tiempo y del espacio; está diciendo que su deseo de vida justa es eterno. En el cristianismo, el deseo de pervivencia y de resurrección está esclarecido, confirmado y realizado. Lo que en todo hombre está presente de manera oculta, implícita, el cristianismo lo explica y lo expresa»[10]

_________________
[1] Dini, Averardo EL EVANGELIO SE HACE ORACIÓN TOMOII – CICLO B Ed. Comunicaciones sin fronteras Bogotá Colombia p. 36
[2] Zea, Virgilio. sj. JESÚS, EL HIJO DE DIOS. Universidad Santo Tomás de Aquino Facultad de Filosofía. Filosofía a distancia. Bogotá Colombia 1989 p. 155
[3] Seubert, Augusto. CÓMO ENTENDER LOS MENSAJES DEL EVANGELIO DE JUAN Ed. San Pablo Santafé de Bogotá D.C. – Colombia 1999 p. 146
[4] Estrada, Hugo sdb. PARA MÍ,¿QUIÉN ES JESÚS? Ed. Salesiana Guatemala, 1998 p. 206
[5] Benedicto XVI JESÚS DE NAZARET. SEGUNDA PARTE DESDE LA ENTRADA EN JERUSALÉN  HASTA LA RESURRECCIÓN. Eds. Planeta y Encuentro Madrid-España 2011 p. 309
[6] Cfr. Seubert, Augusto. Op. Cit. pp. 147-148
[7] Estrada, Hugo sdb. Loc. Cit.
[8] Benedicto XVI Op. Cit. pp. 281-284
[9] Zea, Virgilio. sj. Op. Cit. pp. 151-153
[10] Arias Reyero, Maximino JESÚS EL CRISTO Ed. Paulinas  Madrid –España 1982 p. 263

sábado, 12 de abril de 2014

COHERENTE DE PRINCIPIO A FIN


Mt 21, 1-11; Is 50, 4-7; Sal 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24(R.:2a); Fil 2, 6-11; Mat 26, 14-27, 66

… en la noche del sepulcro, germina el alba de la resurrección.

Etienne Charpentier


A propósito hemos querido dejar grandes hiatos entre glosa y glosa para invitarlos a profundizar la propia reflexión. Hay tanto que decir y que sólo lo puede pronunciar nuestro propio corazón. Vivamos esta Semana Santa de tal manera que acompañemos a Jesús en su subida al Calvario y en cada paso desgranemos con Él el dolor de la cruz hilvanado con su inexplicable Amor por cada uno de nosotros, que si sólo tú existieras, Él volvería a subir al Gólgota solo por ti.

«Jesús entra en Jerusalén con banda de música (Mateo 21, 1-11)

¡Pobre Jesús! Le hicieron toda una “puesta en escena” para que ingresara triunfante en Jerusalén, como la selección nacional después de haber ganado la Copa del mundo, o como una estrella aclamada por sus “fans” adolescentes, o como uno de los tantos “ídolos” que conocemos. Como en este entonces no había “limousines” plateadas y largas, montó sobre una burra. Como no había alfombras largas, sus simpatizantes extendieron sus mantos sobre el camino. A modo de flores, cortaban ramas de los árboles, para cubrir el lugar por donde pasaría este tipo importante.



¿Qué cantaban los que bordeaban el camino? Nos dice el evangelio que entonaban con entusiasmo: -¡Hosana el hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosana en las alturas! Hoy, los muchachos gritarían: -Y ya lo ve, y ya lo ve, este es el hi-jo de Jo-sé! O también (no lo puedo asegurar pero tampoco hay quien pueda desmentirlo):

-¡Y dale Cristo, dáledále Cristo, y dále Cristo, dáledále Cristo! Es un poco más difícil, pero hay evangelios apócrifos que afirman haber oído esta frase: -¡El que no salta es un fariseo! A lo mejor, las viejitas de la parroquia, con voz densa y sentida entonarían: ¡Oh, buen Jesús, yo creo firmemente...! o, tal vez, elogiando a la mamá del Señor:

-¡Oh , María, madre mía, oh consuelo del mortal...!

Lo que si importa es que el pueblo lo aclamó como mesías, entre trompetas y maracas, charangos y aplausos, bombas de estruendo, cañitas voladoras, serpentinas y papel picado, panfleteada a granel y brazos en alto. Un megáfono, sobre un auto destartalado, atronaba los aires incitando a la multitud a gritar: -¡Viva Cristo Rey! ¡Abajo los roñosos romanos!, y lindezas por estilo, mientras el Señor entraba en la ciudad santa y asesina, para sufrir su pasión dolorosa.



 Aprovechando la ocasión, porque la mano venía dura y porque “la malaria” no es cosa sólo de ahora, alguien vendía salchichas con mostaza, gritando a los cuatro vientos: -¡A lo rico pancho, muchacho, a lo rico panchitoooo!, mientras otros ofrecían gorritos, chombas que decían I love Jesus y postales y banderines... Una Travel agency promocionaba un tour de Jerusalem by night, que sería la delicia de cualquier turista actual, para poder contar a los amigos, al regreso a casa, lo bien conservados que están los monumentos y la buena organización que tienen los judíos.

Todo era alegría desbordante y exteriorización de la farra corrida que la pascua prometía.

Sin embargo, otra cosa bullía en el corazón de Jesús, en ese corazón loca y dolorosamente enamorado. Él no venía a hacer “turismo”. No compraría souvenirs ni enviaría tarjetas postales a Nazaret. No aceptaría el reinado de opereta(o de guerrilla) que se le ofrecía en bandeja: -Yo he venido para otra cosa. Este domingo será un día de pasión y de dolor. La cruz del próximo viernes ya está, hondamente clavada en mi alma. Casi no puedo ver el camino, pues las lágrimas inundan mis ojos.

Mientras Jesús cavilaba sobre estos temas, más de uno de los que gritaban, más locos que barrasbravas, “¡Viva Cristo Rey!..., ¡Cristo, la barra de la parroquia de Santa Rita te saluda!, sería de los que, unos días más tarde, reclamaría (¡también a grito pelado!) la libertad de Barrabas y la muerte de Jesús.

¡Cuántas vueltas tiene la vida, calesita veterana y cuán caprichosos son nuestros corazones, veletas sacudidas por todo viento...! Hoy matamos a quien ayer vivábamos y por quien íbamos a dar la vida.

Poco más tarde, los vendedores de panchos y banderines, los organizadores de excursiones, el groncho que atronaba con el megáfono, las viejitas que cantaban “al amor de los amores”, enmudecieron y corrieron a esconderse en cuevas cercanas...

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Cuando Jesús ingresó en Jerusalén, con la Banda de la Policía, era un héroe, “ciudadano ilustre de Nazaret y de Belén”, socio honorario y a perpetuidad del Rotary Club y de Boca y de la Academia de Ciencias Religiosas local. Pero... cuando la gente vio que la mano venía pesada, se abrió de piernas y lo dejó sólo.


La banda calló sus vientos. Se acabaron “los lustres”, porque dejó de ser ilustre...

¿Moraleja...? Las bandas de música son mentirosas: ¡”puro viento”!»[1]

La Pasión según San Mateo, estructura

Nos gustaría examinar la estructura de la Pasión en el Evangelio de San Mateo:

Decisión de los Sumos Sacerdotes y de los fariseos de arrestar a Jesús 26, 5
Unción en Betania 26,6-13
Decisión de Judas de entregar a Jesús 26, 14-16
La última cena 26, 17-35
La oración en el Huerto de Getsemaní 26, 36-46
Prendimiento de Jesús 26, 47-56
Jesús es presentado ante el sanedrín 26, 57-68.
Negación de Pedro 26, 69-75
Reunión (conspirativa contra Jesús) del Sanedrín, al amanecer 27, 1-2
Remordimiento y muerte de Judas 27, 3-10
Jesús es presentado ente Poncio Pilato 27, 11-26
Jesús víctima de ultrajes, burlas y flagelación 27, 27-31
Camino del Calvario 27, 32-34
Crucifixión 27, 35-44
Muerte de Jesús 27, 45-50
Confesión del Centurión de la filiación directa de Jesús de Dios-Padre 27, 54


Son en total 16 fragmentos que conforman esta unidad narrativa.

Un mesías que cambia el paradigma

Entra montando una burrita. Nada más humilde, rayando en los ridículo, las piernas colgando y los pies prácticamente tocando el suelo. Los reyes y los poderosos iban de a caballo. Nos informan los historiadores que las autoridades judías, en el antiguo Israel, iban montando en una mula, pero en burro…

Estamos frente al cumplimiento de una profecía. El caballo es –por antonomasia- una cabalgadura bélica. El burrito no, el burrito simboliza un tipo de pacifismo, es la renuncia a la violencia, es el anti-poder en esencia.

Tal vez en el tipo de cabalgadura ya está contenido el germen del cambio de opinión de este pueblo que, primero aclama y vitorea y luego reclama la crucifixión: Se espera un mesías poderoso, un mesías capaz de darle esplendor a Judea. Varias veces hemos indicado que se trata de la espera de otro David que trajera prosperidad, que sacudiera el yugo opresor y oprobioso del imperio Romano… y ¿Qué tenemos? Un rey en burrito…

«”¡Hosanna!” Eso que pensamos sea un grito de alabanza es, en verdad, una súplica: ¿Sálvanos por favor!”. El pueblo se reconoce perdido y percibe que es a través de la intervención de Jesús como él será salvo… la ciudad se agita y se estremece, como en un terremoto- ¿Por qué? La ciudad aquí son ciertamente los poderosos que perciben que Jesús es una amenaza peligrosa para lo que ellos hacen.»[2]

El tema de la obediencia

Partiremos de la Carta a los Filipenses. Y escogeremos como núcleo la perícopa 2, 7-8: δούλου λαβών, ἐν ὁμοιώματι ἀνθρώπων γενόμενος· καὶ σχήματι εὑρεθεὶς ὡς ἄνθρωπος ἐταπείνωσεν ἑαυτὸν γενόμενος ὑπήκοος μέχρι θανάτου, θανάτου δὲ σταυροῦ. “tomando la condición de servidor, llegó a ser semejante a los hombres. Habiéndose comportado como hombre, se humilló y se hizo obediente hasta la muerte-y muerte en una cruz.” Esta acción decisión está signada en el texto por un verbo que la rige: ἐκένωσενse despojó”, que implica –así lo hemos glosado varias veces- un desproveerse, un enajenarse, una renuncia voluntaria, un abajamiento, una renuncia a las autoridades que le son propias. Es un vaciarse que significa, desacomodarse, vaciarse, deprivarse.

Se es obediente respecto del Padre Celestial, en quien se puede confiar sin límites; pero rebelión contra la esclavitud, contra el imperialismo romano, contra toda injusticia. Todo menos callar: Jesús se opone, se posiciona, cuestiona y es capaz de correr todo riesgo pero no hace nada que rompa con sus obediencia al Padre. Por eso leemos: “se hizo obediente hasta la muerte-y muerte en una cruz”.



Y esta obediencia que le implica “rebelarse contra” se convierte en la clave de todo el comportamiento de Jesús. Sabemos que Él es el camino, la verdad y la vida: pues esta incondicionalidad que muestra es camino, verdad y vida. Esta es la manera de ser vida, viviendo su incondicionalidad con coherencia, con consecuentalismo. Un consecuentalismo radical. Su radicalidad nos evoca a Sadrac, Mesac y Abednegó que desobedece a Nabuconodosor antes que desobedecer a su Dios aun cuando la condena es perder la vida muriendo en el horno: “Si el Dios a quien adoramos puede librarnos del horno ardiente y de tu mano, seguro que nos librará, majestad. Pero, aunque no lo hiciera, puedes estar seguro, majestad, que no daremos culto a tus dioses ni adoraremos la estatua de oro que has erigido.” Dn 3, 1-30.

Muchas veces decimos que la crucifixión no fue un evento político y nos equivocamos al afirmarlo. Toda la historia de Jesús desde su mismo nacimiento está enmarcada en la politicidad. Desde el mismo momento en que nace y su elección de contexto de nacimiento, todo en su vida reside en un contexto político. La obediencia a Dios desemboca en una exigencia política puesto que exige coherencia con la justicia, y coherencia con los pobres. Es decir, se espera de nosotros un “ser consecuentes” a la manera de Jesús.

Se dice que Jesús bien podría haberse callado, bien podría haber huido; pero quizás donde quiera hubiese ido su consecuentalidad le habría llevado al mismo desenlace.



Quiere decir que ¿la exigencia de ser coherente con Dios, de permanecer incondicionalmente fiel implica llegar a la cruz? ¿quiere decir que todos los caminos llevan al Calvario? Diremos que no. ¡No de todos se espera el martirio! Pero de todos se espera la coherencia, la incondicionalidad hacía Dios, la fidelidad con Jesús, Camino, Verdad y Vida.

Esa incondicionalidad para con Dios, para con el proyecto de construcción del reino es lo que nos da referente existencial. Ninguna fe verdadera puede ser puro ritualismo, aun cuando esté impregnada de ritos que llenan el 100% del tiempo y de la vida. No son los ritos, ni los holocaustos lo que Dios espera –ya nos lo dijo el profeta: “Lo que quiero de ustedes es que me amen, y no que me hagan sacrificios; que me reconozcan como Dios y no que me ofrezcan holocaustos (Os 6, 6)- sino la justicia que es la manera de demostrarle el amor a Dios. Algunos serán llamados a la gracia del martirio, pero todos estamos invitados a la gracia de la fidelidad, de la coherencia, de la obediencia.

Recordemos que Él siempre está

En el Salmo nos encontramos con esa paradoja: Jesús –si ponemos el salmo en labios de Jesús, y el evangelio nos informa que Jesús antes de morir pronuncio el versículo 1º, Elí, Eli lemá Sabactaní Mt 27, 46- reclama al Padre porque aparentemente lo ha abandonado; y, sin embargo, si le reclama es porque tiene conciencia que está allí presente con Él. Como nos lo dice Carlos Vallés s.j. «Mi queja ante ti era en sí misma un acto de fe en Ti, Señor. Me quejaba a ti de que me habías abandonado, precisamente porque sabía que estabas allí.»[3]


No nos dejemos deslumbrar, ni ensordecer por las bandas de música… ya es sabido que detrás del estruendo está el silencio y desde el silencio (de la cruz) nos habla Dios… que nunca nos desampara, que siempre está allí, aun cuando no lo sabemos ver o no lo podemos descubrir; es entonces cuando está más presente!




[1] Muñoz, Hector. CUENTOS BÍBLICOS CORTITOS. Ed. San Pablo Bs As. Argentina 2004 pp. 124-126
[2] Storniolo, Ivo. CÓMO LEER EL EVANGELIO DE MATEO. EL CAMINO DE LA JUSTICIA. Ed. San Pablo Santafé de Bogotá-Colombia 1999. p. 179
[3] Vallés, Carlos G. s.j. BUSCO TU ROSTRO. ORAR LOS SALMOS. Ed. Sal Terrae. Santander-España 1989 p.45