viernes, 28 de junio de 2013

DISPONIBILIDAD DEL DISCÍPULO

XIII Domingo del Tiempo Ordinario (C)
1 R 19, 16b,19-21;Sal 16(15); Gl 5,1,13-18; Lc 9, 51-62



“Hay dos clases de libertad: la falsa, en la que uno puede hacer lo que le plazca, y la verdadera, en la que uno puede hacer lo que debe hacer”.
Charles Kingsley


La libertad es el poder creativo, poder de inventar una vida,
de descubrir los pasos de liberación de la humanidad.
José Comblin

Conservemos la libertad de hijos de Dios

Uno puede iniciar un camino, recorrer media cuadra, arrepentirse, volver a la intersección y emprender otra ruta, de la cual también se arrepiente, y vuelve y juega, y así, ad infinitum, todos los días, mañana tras mañana. Algo así como iniciar mil carreras y no terminar ninguna. O, cambiarse una y otra vez de ropa sin decidirse jamás a salir y regresando una y mil veces a la primera muda, sin poder optar cual llevar ese día.

Otros, quizás, con la idea de usar su libertad, hacen y deshacen, se hacen daño y se lo causan a otros, dañan el medio ambiente, destruyen las riquezas y bondades de la naturaleza, agreden a sus semejantes y –al concluir la jornada- hacen gala de su “manejo de la libertad”, se trata de la libertad anti-social: los límites de mi libertad inician allí donde empieza la del otro”. Suave y dulce definición acorde al espíritu del neoliberalismo, con su evangelio individualista.



Pero ni siquiera esta libertad limitada por las de mi prójimo es un sano ideal. Hay que ir más lejos para poder disfrutar la libertad, para vivir la felicidad y el esplender de la vida (que está conectado muy estrechamente con el esplendor de la verdad), es preciso ir más allá del respeto de la línea limítrofe de una libertad equitativa, con gestos de solidaridad, el dialogo, de negociación, de fraternidad, de búsqueda del bien común, caridad, misericordia,  que equiparen al más débil. La construcción del reino implica aprender, aceptar y partir de un nuevo paradigma: mi libertad comienza solamente cuando tú también puedes ejercer la tuya, y nos equipara como hijos de Dios, hermanos en Cristo Jesús. Esta es la manera de contrarrestar el hecho de que siendo todos iguales, hay unos “más iguales” que otros.


Evidentemente, no basta con saber que tenemos libertad, es indispensable saber en qué consiste. Porque para alguien que siempre ha sido pisoteado, su libertad es tan mínima, tan ínfima que prácticamente, él no tiene libertad, entonces, los límites de la libertad del más fuerte, han acaparado desde antes, los espacios legítimos de la libertad del “oprimido”, del “anawin”. εἰ δὲ ἀλλήλους δάκνετε καὶ κατεσθίετε, βλέπετε μὴ ὑπ’ ἀλλήλων ἀναλωθῆτε. “Pues si ustedes se muerden y devoran mutuamente, acabarán por destruirse” (Ga 5, 15)

Queremos recordar el planteamiento de Leonardo Boff sobre este asunto: «Nadie es una isla. Somos seres de convivencia. Todos somos puentes que se unen unos a otros. Por eso nadie es sin los otros y libre «de los» otros. Todos estamos llamados a ser libres «para» los otros y «con» los otros. Como dejó escrito el Che Guevara en su Diario: “solamente seré verdaderamente libre cuando el último hombre haya conquistado también su libertad”… Es la perenne lección dejada por Paulo Freire: jamás seremos libres solos; sólo seremos libres juntos. Mi libertad crece en la medida en que crece también la tuya y gestamos conjuntamente una sociedad de ciudadanos libres y solidarios.»[1] Lo que podemos tomar como Manual para la Construcción del Reino.

Así, tomando otro “tubo” de los vasos comunicantes, el de la “libertad”, una vez más desembocamos en el concepto de Cuerpo Místico de Cristo, como Iglesia ampliada, como comunidad fraternal mundial, universal, que no disuelve a todos en un “uno” abstracto sino que equipara a cada uno como miembro, como órgano,con su identidad, con sus funciones, con su “persona” en una macro-entidad de respeto mutuo, de mutua valoración, donde “Se dice: ‘Uno es libre de hacer lo que quiera. Es cierto, pero no todo conviene. Si, uno es libre de hacer lo que quiera, pero no todo edifica la comunidad. No hay que buscar el bien de uno mismo, sino el bien de los demás.’” (1Co10, 23-24).



Hay una generosidad, en Cristo (aquí es definitivo recordar lo que hemos venido estudiando estos últimos Domingos, que no debemos incurrir en un pensamiento ego-céntrico, sino que debemos colocar a Jesús en el centro de nuestra existencia de manera tal que cada acto y cada instante se hagan Cristo-céntricos). Vayamos directamente a la Segunda Lectura de este Domingo XIII Ordinario, (Ciclo C): “Su vocación hermanos, es la libertad. Pero cuiden de no tomarla  εἰς ἀφορμὴν como pretexto (ocasión, oportunidad) para satisfacer σαρκί su egoísmo (materialismo, cuerpo, carne); antes bien, háganse  δουλεύετε servidores (esclavo, consagrado a) los unos de los otros por ἀγάπης amor.”(Ga 5, 13). Así que nuestro egoísmo, nuestra “carnalidad” debe ser contrarrestada y contrapesada por nuestra disposición al amoroso servicio de nuestro prójimo.



Viene aquí la frase –consigna del Manual para la Construcción del Reino: ὁ γὰρ πᾶς νόμος ἐν ἑνὶ λόγῳ πεπλήρωται ἐν τῷ “Porque toda la ley se resume en un solo λόγῳ precepto: ἀγαπήσεις τὸν πλησίον σου ὡς σεαυτόν. Amaras a tu prójimo como a ti mismo”(Gl 5, 14). «… el espíritu es la memoria de todo lo que Jesús hizo y enseñó (Cfr. Jn 14, 26). Por tanto, vida según el Espíritu es vivir del modo como vivió Jesús, creando relaciones de fraternidad, justicia y amor, a fin de que la vida de Dios se manifieste plenamente. … la vida según el Espíritu y la vida según los instintos egoístas son como dos árboles con frutos totalmente diferentes: el primero produce frutos buenos; el segundo frutos malos»[2]
Esto nos lleva a la perícopa siguiente de la que leemos en este Domingo:

Frutos de la vida según los instintos egoístas
Frutos de la vida según el Espíritu
Fornicación
Amor
Impureza
Alegría
Libertinaje
Paz
Idolatría
Paciencia
Hechicería
Bondad
Odio
Benevolencia
Discordia
Fe
Chismes
Mansedumbre
Ira
Dominio de sí
Rivalidad
Contra estas cosas no existe ley.
Los que pertenecen a Cristo crucificaron los instintos egoístas junto con sus pasiones y deseos.
Gl 5, 19b-24
División
Sectarismo
Envidia
Embriaguez
Orgias


Quemar las amarras

En la Primera Lectura, tomada del Primer Libro de los Reyes, encontramos que Dios está preparando el relevo de sus huestes, ya que Jezabel había obligado a Elías a huir y lo tenía amenazado de muerte. Como relevos designa a Hazael para Rey de Siria, a Jehú como Rey de Israel y a Eliseo como sucesor del propio Elías (1R 19, 15d-16). Sin embargo, cuando Elías cumpliendo el encargo de Yahwe llega donde Eliseo, este pide plazo, como lo pide también el tercer “aspirante a discípulo de Jesús” del Evangelio de este Domingo.



Elías le permite a Eliseo irse a despedir, pero, acto seguido y sin solución de continuidad Eliseo recapacita y entiende que el llamado no se hace para darle largas, que cuando uno es llamado es para ya; o como dice la fórmula popular: “Para antier es tarde”. El llamado que nos hace Dios debe ser acogido con perfecta e inmediata disponibilidad: “¡Aquí estoy, háblame Señor que tu siervo escucha!” o como en la respuesta de Santa María: “Yo soy la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra”. Esta es la enseñanza que podemos sacar de la Primera Lectura así como del Evangelio: El Señor quiere ver nuestra entrega, y disponibilidad, Él tiene urgencia de nuestros servicios, en su Plan Salvífico tiene escritos un “ya” y un “ahora” que no admiten dilación.


Así que conviene que “matemos los bueyes” y “hagamos trisas el arado y con sus pedazos encendamos una fogata” (cfr. 1R 19, 21). Recordemos como se desmovilizaron por ejemplo los dos de Emaús, se desgranaron del equipo y se volvieron a su pueblo (Lc 24, 13-18); o San Pedro, que una vez muerto Jesús anuncia que volverá a ser pescador: “Voy a pescar” (Jn 21, 3b); como cualquier desertor, avisa que vuelve a lo de siempre, que abandona para volver a lo mismo, a lo conocido, a lo seguro, a lo rutinario; y ¿dónde queda la misión?… debería haber quemado las redes desde el principio y la barca; quemarlas siempre significa que no hay vuelta atrás, conservarlas, así sea en secreto, quiere decir que en el fondo siempre estamos pensando en la deserción, en la vuelta al pasado. “Mirar hacia atrás” siempre es síntoma de que no estamos preparados para entrar a construir el Reino de Dios:

Que podamos decir con el Salmista

…lejos de Ti no hay cosa buena
El Señor es la parte que me ha tocado en herencia
Mi vida está en sus Manos
                                                        Sal 15, 2b. 5b.6






[2] Bortolini, José. CÓMO LEER LA CARTA A LOS GALATAS. EL EVANGELIO ES LIBERTAD Ed. San Pablo Bogotá – Colombia 2002 p. 35

domingo, 23 de junio de 2013

EL VALOR DE LA ORACIÓN Y EL SEGUIMIENTO

Zac 12,10-11; Sal 63(62); Gal 3, 26-29; Lc 9, 18-24


…no podemos penetrar en la oración de Jesús sino orando y dejando que Él nos modele a su imagen.
Jacques Loew

Ver y pensar todo diferente, con otros ojos

Προσεύχομαι es el verbo que encontramos en el verso 18 (el primero de nuestra lectura de hoy) tomada del capítulo 9, del Evangelio Lucano que leemos en este XII Domingo del tiempo ordinario, ciclo C. este verbo es contextualizador, ya que funciona como telón de fondo del relato que nos trasmite la perícopa –formada por siete versículos- Lc 9, 18-24.

Por su etimología el verbo significaría “intercambio de deseos” o “intercambio de ideas”: Προσ – εύχομαι se traduce “orar”. Inicia el versículo 18 diciendo: Καὶ ἐγένετο ἐν τῷ εἶναι αὐτὸν προσευχόμενον κατὰ μόνας “Y sucedió que, estando Él una vez orando a solas…”; es decir, este dato se nos da como marco circunstancial de los hechos, como lo dijimos arriba, nos pone en contexto. «El verbo “oraba” aparece a menudo en el tercer Evangelio: diecinueve veces el verbo “proseúchestai”(Lc 11,1) (orar, implorar), y ocho veces el verbo “deístai” (pedir, implorar, Lc 5, 12)… el verbo usado para señalar a Jesús en oración casi siempre está en participio: Jesús estaba en oración (proseuchoménou)»[1] En nuestro caso el verbo está en Participio presente pasivo, en acusativo singular; que comunica la misma idea, se encontraba en esta práctica, en comunicación con su Padre, en diálogo con Dios cuando interroga a los discípulos, como si de su charla con el Padre le hubiera brotado una inquietud: τίνα με οἱ ὄχλοι λέγουσιν εἶναι “¿Quién dice la gente que soy yo?”.

«Jesús le dedica tiempo a la oración,… se nota, siempre en Lucas, la atención al lugar: el desierto, un lugar aislado, la montaña, la noche, el Getsemaní, el Calvario (Lc 6, 12; 9, 18; 9, 28; 11, 2-4). Humanamente hablando son los lugares de las soledades más profundas y más dramáticas: son las soledades ofrecidas por la naturaleza o causadas por la vida.»[2] En este Evangelio, Jesús no está solo, sus discípulos están a mano, pero, ha “entrado en su tienda”, en una soledad producida por su dialogo con el Padre, donde Ellos Dos están a Solas, aun cuando una multitud los rodee: «Lucas comienza el relato de la historia con una paradoja intencionada: ”Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos”(9,18). Los discípulos quedan incluidos en ese “estar solo”, en su reservadísimo estar con el Padre. Se les concede verlo como Aquel que habla con el Padre cara a cara, de tú a tú. …Ellos pueden ver lo que la “gente” no ve, y este conocimiento les permite tener un conocimiento que va más allá de la “opinión” de la “gente”.»[3] Este comentario del Papa Emérito es altamente enriquecedor, nos orienta por qué Jesús los interroga precisamente a ellos, es porque su “opinión” es más profunda que la de la “gente” precisamente porque ellos son los discípulos, los que lo siguen, los que están presentes inclusive cuando Él habla “a solas” con su Padre.



En su encuesta de opinión hay tres respuestas principales: Unos lo ven como Juan Bautista, otros como Elías, y –otros- lo ven como uno de los grandes profetas que ha resurgido: Ἰωάννην τὸν βαπτιστήν, ἄλλοι δὲ Ἠλίαν, ἄλλοι δὲ ὅτι προφήτης τις τῶν ἀρχαίων ἀνέστη. (Lc 9, 19b). Pero ahora viene el gran salto, ya no les preguntará sobre la opinión ajena sino sobre la que ellos mismos se han formado, los compromete a dar su propia apreciación, no los deja esconder detrás de la cortina de lo que otros dicen sino que los confronta en su propio decir, en su personal parecer.
ὑμεῖς δὲ τίνα με λέγετε εἶναι Y ustedes, ¿quién dicen que soy Yo? Lc 9, 20b. Y Pedro se lanza, como siempre fogoso e impetuoso, con una categoría muy propia de la cultura hebrea, la categoría de Mesías, y responde: τὸν χριστὸν τοῦ θεοῦ. “El Cristo de Dios”. Pierre Grelot, refiriéndose al texto sinóptico en el Evangelio de San Marcos, dice «… se trata todavía de una confesión puramente “judía”, que interpreta a Jesús como un Mesías político según las ideas de la época.»[4]

Muchas veces de una manera simplista aceptamos la respuesta de San pedro como la respuesta correcta, nos conformamos con la respuesta que lo reconoce Mesías= Cristo, pero porque hoy hemos llegado a re-significar la expresión Mesías con la del Siervo sufriente que redime muriendo en la Cruz pero, dejamos de lado que en ese entonces era un título militar del líder esperado (como hemos insistido en varias oportunidades, Mesías era el guerrero esperado que le restituiría a Israel el poderío y esplendor de los tiempos Davídicos), habida cuenta de lo cual tenemos que reconocer que no era la respuesta acertada sino que trasparentaba esa concepción que veía en Jesús ese ideal político-militar.



Una línea de hilván entre los segmentos de esta perícopa del Evangelio lucano que nos ocupa, podría establecerse en cuatro fases: a) Jesús dialoga con su Padre (su Padre hace un balance, ¿la gente y los discípulos han logrado entender y ver en Jesús al Hijo de Dios que viene a redimirnos? b) Jesús pregunta qué dice la gente de Él: obtiene tres respuestas diversas, que constituyen otras tantas aproximaciones, en general, lo ven como “un profeta de los antiguos” c) Jesús confronta a sus discípulos pidiéndoles su propia versión d) obtiene una cuarta “aproximación”, no menos “nublada”, quizás más nublada, más imprecisa.

Acto seguido, Jesús formula dos correcciones:
a)    Él no es ese Mesías que esperaban los judíos, Él bien a 1) παθεῖν sufrir mucho 2)  ἀποδοκιμασθὴναι ἀπὸ τῶν πρεσβυτέρων καὶ ἀρχιερέων καὶ γραμματέων a ser rechazado por las autoridades judías, por los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley 3) καὶ ἀποκτανθῆναι y le quitaran la vida 4) sólo que τῇ τρίτῃ ἡμέρᾳ ἐγερθῆναι. al Tercer Día resucitará. Con esta corrección Jesús los hace “aterrizar”, los “baja de la nube”.(Cfr. Lc 9, 22)
b)    Jesús entiende a partir de su designación mesiánica por parte de San Pedro que cuenta con unos seguidores interesados que esperan –seguramente- contar con pingües beneficios por ser miembros de la “corte” del que va a ser “Rey”. Entonces, Él les presenta con toda honestidad y claridad lo que pueden esperar: 1) ἀρνησάσθω ἑαυτὸν Negarse a sí mismo 2) ἀράτω τὸν σταυρὸν αὐτοῦ καθ’ ἡμέραν cargar con su cruz de cada día; sólo entonces estará en condiciónes de seguirlo. Cfr. Lc 9, 23

Esto nos lleva a la conclusión: Dios no piensa como nosotros, nosotros no pensamos como Dios. Cuando pensemos como Dios comprenderemos que la lógica que rige su manera de ver las cosas es una lógica paradójica: ὃς γὰρ ἂν θέλῃ τὴν ψυχὴν αὐτοῦ σῶσαι ἀπόλεσει αὐτήν· ὃς δ’ ἂν ἀπολέσῃ τὴν ψυχὴν αὐτοῦ ἕνεκεν ἐμοῦ οὗτος σώσει αὐτήν. el que quiere asegurar su vida sólo logra perderla; en cambio, si ἕνεκεν ἐμοῦ por la causa de Jesús, por sus metas, por los valores que Él nos ha propuesto, ese la asegurará. La dificultad radica en que llevamos siglos del pensamiento egoísta, de la cultura individualista, de relativismo moral, de insolidaridad, de un corazón duro como piedra, sin entrañas de misericordia; la μετανοῖεν metanoia necesaria es rotunda, intensiva; sólo la gracia del Espíritu Santo, (seguramente por eso se le representa como Paloma Alada) podrá permitirnos remontarnos hasta esas alturas: La cúspide del amor, el Amor-Agape.

Acercarnos a la Persona

Por mucho tiempo hemos puesto el eje y marcado el énfasis de nuestra religiosidad en ciertos aspectos: Ir a misa, la vida sacramental, las oraciones de repetición, las verdades de la fe, inclusive, la memorización de citas bíblicas. Todo esto es bueno, muy bueno. Sólo que es incompleto.



Pienso que uno puede llegar hasta leer la biografía de alguien y memorizar muchos detalles, anécdotas curiosas de ese personaje, pero eso no garantizará que tengamos un conocimiento real de la persona. Para conocer a alguien, hay que vivir con él, encontrarnos con Él, inclusive llegar a copiar sus experiencias, hacer lo mismo para poder afirmar que hemos compartido con esa persona muchos momentos, y que a través de esa experiencia, hemos alcanzado un verdadero conocimiento de su personalidad.



El discipulado no consiste en un conocimiento erudito de muchos datos y de un sinfín de anécdotas. El verdadero discipulado está expresado en el verbo “Seguir”. Entonces, toda esta reflexión de la perícopa de hoy nos lleva a que εἰ τις θέλει ὀπίσω μου ἔρχεσθαι “Si alguno quiere seguirme….” (Lc 9, 23), debe, como la mariposa al salir de su capullo, desprenderse de su caparazón, despojarse de toda armadura y darse por entero, aplicarse al seguimiento, tratando de ser como Él (con humildad pero con ánimo, la meta es alta, pero Dios es Infinitamente Misericordioso), ir poniendo nuestro pie en cada una de sus huellas, para eso está la Revelación, para eso está la Escritura, para eso nos dejó instituida la Iglesia, para que pudiéramos identificar su Rastro y ¡rastrearlo!

Quizás el Domingo pasado al concluir con el cuento de Tony de Mello, alguien pudiera haber pensado que no hay que ganar adeptos para nuestra Iglesia; pero eso no fue lo que quisimos decir, lo malo está en quererlos ganar por honra y gloria propios; cuando evangelizamos compartiendo nuestra experiencia al lado de Jesús, no debe animarnos la vanagloria, debemos hacerlo poniendo en el centro a Jesús, no al egoísmo. Hacerlo todo por amor a Jesús, siguiéndolo. Eso lo alcanzamos al despojarnos, al desacomodarnos y abandonarnos en las manos de Dios.



«No se trata de saber el Evangelio, sino de “saborearlo”. No se trata de buscar ideas en el Evangelio sino de encontrarse con la Persona única, atrayente y fascinante de Jesús el Señor… A Jesús no se le puede comprender, pero si amar, creer en Él, fiarse y confiarse en Él. Y el camino es el de un corazón orante, un corazón humilde, abierto a la trascendencia,…»[5]



[1] Masseroni, Enrico. ENSÉÑANOS A ORAR. UN CAMINO A LA ESCUELA DEL EVANGELIO. Ed. San Pablo Santafé de Bogotá – Colombia. 1998 pp. 80-81
[2] Ibid
[3] Benedicto XVI. JESÚS DE NAZARET. I PARTE Ed. Planeta Bogotá – Colombia 2007 p. 341
[4] Citado por Benedicto XVI Op. Cit. p. 345
[5] Mazariegos, Emilio L. LA AVENTURA APASIONANTE DE ORAR. Ed. San Pablo. Bogotá Colombia pp. 39. 41.

sábado, 15 de junio de 2013

BAÑAR LOS PIES DE JESÚS CON NUESTRAS PROPIAS LÁGRIMAS

2S 12, 7-10,13; Sal 32(31), 1-2. 5-6.11; Gal 2, 16,19-21; Lc 7, 36-8:3



La ley como mediación

Se puede trazar una camino y pavimentarlo lujosamente, sin embargo, eso no significa que la gente lo va a transitar. En lar urbanizaciones vemos con frecuencia que se trazan caminos que la gente no usa, y por el contrario, prefieren atravesar un jardín o un campo –por ejemplo para acortar el “camino” y llegar más directamente a su destino: la vía pavimentada se queda inutilizada, en cambio, atravesando el campo, se va dibujando un sendero donde las pisadas van destruyendo el pasto y va quedando demarcada una ruta nueva, distinta, “espontanea” –por así decirlo.

La ley, tiene el valor del camino demarcado. Está trazada, claramente demarcada, nos indica por dónde ir, nos señala una ruta “cierta”. Una ley suele evitar desmanes, regula la ruta socialmente convenida, corrige los desvíos y abusos que se pueden estar cometiendo. Pero la ley, que señala la ruta que se debería seguir no siempre se sigue. La gente con frecuencia –y esto lo saben muy bien los legisladores- toman atajos, buscan subterfugios, encuentran vías alternas y, terminan por olvidar, la demarcación.



Pero los caminos demarcados también conllevan el peligro de ser “explotados”. Cuenta las historia en diversos casos, cómo se empezaron a cobrar “impuestos” de transito por pasar por ciertas rutas, y cómo malandrines y piratas, se lucraban a costas de los comerciantes que usaban estos caminos “demarcados”. Así también una ley puede convertirse en “propiedad” de un pirata que se lucre con ella.

Otra analogía puede ser la de quienes por “acortar el recorrido” atraviesan un jardín y crean un atajo que destruye las flores, y acaban con un hermoso paisaje so pretexto la “abreviatura”. Muchas veces, la ley se viola por una especie de pereza moral, por ahorrarse el esfuerzo que requeriría guardar la coherencia con los “principios”, con los “valores”. Es ese esfuerzo, esa aplicación en mantenerse constante y coherente es lo que se denomina virtud. En cuestiones de ley no se puede caer en la laxitud por comodidad pese a que es muy cierto que debemos esforzarnos para alcanzar la meta de respetar la ley.

Se podría tomar cualquier caso: La ley que prohíbe el adulterio no se puede evadir porque nos requiere un esfuerzo para poderla respetar; no sólo no se puede evadir, sino que debemos llevar nuestra coherencia hasta evitar incluso el adulterio “mental”, ese adulterio que no llega a las acciones y que se queda sólo en el pensamiento, el que consiste solamente en “mirar a una mujer con malos deseos” (cfr. Mt 5, 28). Otro ejemplo, la ley contra el asesinato –tantas veces acomodada para justificar la cultura de la muerte- debe guardarse con tal pulcritud que se respete a nuestros “hermanos” evitando inclusive el insulto, o el enojo contra ellos para prevenir el “asesinato moral”, el que va inyectando en la comunidad la falta de unidad, la discriminación, el desprecio y el maltrato, que conlleva por igual “el fuego del lugar del castigo”.(Cfr. Mt 5, 22). Aún un tercer ejemplo es el del juramento. ¿Por qué se ha de jurar? El juramento señala una desvalorización de la “palabra”, lo que se dice no tiene valor porque es palabra humana ¿debe ser esto así? Pues claro que no, el hombre –yendo contra su concupiscencia («permanece abierto el problema doloroso de que “los hombres prefirieron las tinieblas a la luz”…»[1])- debe emprender y aprender el camino de valoración de lo que dice, “sea su lenguaje si, si, no, no” (cfr Mt 5, 37a).

Rastreando en la historia de la ley nos encontramos con el código de Hammurabi, datado 1700 años antes de Cristo, donde se estipula la ley del Talión. En la Sagrada Biblia aparece la ley del talión mencionada por lo menos tres veces. Según Ariel Álvarez Valdés este fue “Un gran paso para la humanidad”. «La ley del Talión, a pesar de su apariencia cruel, en realidad vino a establecer un principio de gran misericordia: que la venganza jamás debe exceder la ofensa… se dio un paso gigantesco para atemperar la violencia personal y social»[2]

Ese es un primer nivel, pero hay un segundo nivel, el problema que plantea el asunto de la ley “tomada o cobrada por propia mano”. Continua diciendo Ariel Álvarez Valdés: «… la Ley del Talión… no fue dictada para que la aplicaran los individuaos particulares, sino que estaba dirigida al juez, único encargado de aplicarla… Fue dada para los jueces, a fin de que ellos decidieran en cada caso, cómo debían hacerla cumplir. Eso lo afirma el libro del Deuteronomio (Cf. 19, 16-21)»[3]. Este sería como el segundo nivel. Sobreviene, a continuación, el tercer nivel, el que se presenta como dificultad cuando se procura sacar partido de la ley, aplicada al pie de la letra, «Los jueces judíos afirmaban, con razón, que la aplicación literal de la Ley del Talión podía mover a injusticias, ya que se corría el riesgo de privar a alguien de un ojo sano por un ojo enfermo, o de un diente intacto por un diente cariado.»[4]


Todo esto condujo ciertamente a la necesidad de una Nueva Alianza que trajera consigo una Nueva Ley: «La Ley del Talión,… Jesucristo, decidió eliminarla. Porque entendió que la venganza, por más controlada, restringida y justa que sea, siempre genera nuevos resentimientos. Y por ello, no tiene lugar en la vida cristiana, ni en el nuevo orden que vino a instaurar el Señor.»[5]

No se puede hacer el juego a la alienación

Cuando se hace de la ley un pretexto y se la acomoda según nuestros propios y más cómodos intereses, se incurre en un proceso de fetichización. La fetichización de la ley es un proceso de desgaste legal que hace de cada precepto un “cojín” o un “bloque de icopor”. La “ley” fetichizada ha conducido a la tristísima realidad de la “letra pequeña” y de la búsqueda sistemática del subterfugio, canonizada con la famosísima frase: “hecha la ley, hecha la trampa”.

Cuando recorremos las páginas evangélicas lo primero que nos topamos es con un Jesús que jamás se apega a la ley (aun cuando siempre se atiene a la Ley, con profundísima exactitud dice que “Él no vino a abolir la ley, sino a llevarla a su perfección” (cf. Mt 5, 17-19), por el contrario, parece que su tarea sistemática consiste en ir en contra de la ley allí donde esta se ha degenerado; el fariseísmo, por el contrario, consistiría precisamente en la fetichización de la ley y Jesús lo denuncia como la peor depravación, leyendo entre líneas los Evangelios y todo el Nuevo testamento, la conclusión se impone: Nada hay más nocivo y no se puede hallar mayor pecado que entristecer al Espíritu Santo, con insultos, cólera, gritos, amarguras, rencores; por el contrario, hay que ser perdonador, amable, misericordioso (cf. Ef 4, 30-32) ya que Dios mismo nos ha entregado las herramientas necesarias para superar nuestra fragilidad y nos ha constituido para que seamos fieles al Espíritu y no esclavos a la “letra” de la ley; no la letra sino el Espíritu nos infunde la Vida. (cf. 2 Cor 3,6).

Jesús nunca repara en tocar leprosos, o mujeres que sangran, o cadáveres; precisamente el Domingo anterior, tocaba la angarilla donde conducían el cadáver del hijo de la viuda en la población de Naím, y para nada vacila; lo que nos comunica el Evangelio es su firmeza para detener el cortejo fúnebre aplicando su Mano en el punto más escalofriante de toda la procesión, según el modo de ver la cosas que tenían los fariseos: toca el σορος “cadáver”. El primer pensamiento que se nos viene es ¿por qué no detuvo el cortejo simplemente ordenando con su “hermosa voz”: “¡deténganse!”? Con el pensamiento ritualista de los fariseos, sin duda alguna, el “freno electrónico” del cortejo fúnebre estaba instalado en el cadáver. ¿Existiría, en toda la procesión mortuoria, un freno más efectivo? ¡Seguro que no!

Hoy se repite la “jugada”. Nada ni nadie podía prorrumpir en escena que fuera mayor motivo de “escandalo” σκάνδαλον, ου, τό (que en griego significa precisamente piedra de tropiezo) que ἡ γυνὴ ἥτις ἅπτεται αὐτοῦ ὅτι ἁμαρτωλός ἐστιν una ἡ γυνὴ ἁμαρτωλός “mujer pecadora”; la que al principio del Evangelio de hoy es calificada como ἡ γυνὴ ἥτις ἅπτεται αὐτοῦ ὅτι ἁμαρτωλός ἐστιν una mujer que en la ciudad ejercía como pecadora, lo cual se suele traducir como “una mujer de mala vida”. Para un pensamiento que fetichiza la ley como lo era el pensamiento de los fariseos ella era la cima  del “escándalo”.  



Jesús se mueve en el entramado de “la libertad de los hijos de Dios” puesto que Él -no lo olvidemos ni por un instante- es el Verdadero Hijo de Dios, y no se corta, no se incomoda, no se sonroja, ni entra en el juego de la fetichización, ni tiembla, ni se esconde, ni se justifica, no cohonesta con el pensamiento alienado de los fariseos. Nos encanta como lo dice Arturo Paoli refiriéndose al caso de la mujer adúltera sorprendida en flagrante adulterio: «Cristo no se pone a cavilar sobre la ley, a exigir pruebas, o a pedir compasión por la mujer sorprendida en adulterio. Cristo no va junto a los pobres a mendigar a las puertas de los ricos; va con ellos a acusar y a denunciar. No defiende a la adultera con una interpretación de la ley, no pide una gracia. Toma partido por la mujer y acusa al macho. No lo hace excusando a la mujer “débil”; denuncia el drama de la relación poniéndose de parte de la víctima. No se trata de dos contendientes iguales entre ellos, se trata de una injusticia que involucra a todos, que debe ser considerada y afrontada desde la perspectiva de quien sufre la injusticia, aun cuando el hecho de la opresión haga injusto también a quien la padece.»[6]



Arturo Paoli nos ofrece un paralelo entre la “acogida” de Simón el fariseo y la de la “pecadora” en los siguientes términos: «Simón está junto al huésped físicamente, pero no está en su espacio. Aún está encerrado en el círculo de la ley y de la suficiencia. La que lo recibe no es la dueña de casa, es una intrusa. Cristo narra la acogida manifiesta en los gestos amorosos de la hospitalidad.»[7]

Tres son los reproches que le hace Jesús a Simón su “anfitrión”:
a)    No me ofreciste agua para los pies
b)    No me besaste al llegar
c)    No me echaste aceite en la cabeza

Son tres signos que nos hablan de la hospitalidad, signos que se deben leer en términos de “señales” indicativas de gestos de acogida cristiana, es decir, de amorosa acogida; los que superan el formalismo y alcanzan el “espacio” de los celestial.

La mediación que encarcela

«La ley produce el tipo del hombre “satisfecho de sí”, y por ende incapaz de liberar al hombre, ya que no puede hacerlo salir del círculo del propio ‘yo’… el remordimiento de no haber logrado observar la ley, o la satisfacción de haberla observado. El yo permanece encerrado en su jaula donde se desespera o se pavonea, alternando momentos de depresión con momentos de exaltación,….»[8]

El requisito a alcanzar no consiste en apegarnos a la letra de la ley sino en poner a Jesucristo en el centro de nuestra existencia desplazando de su nido-prisión el “yo” alienado.

Es oportuno insertar aquí uno de los cuentos de Tony de Mello que nos ayude a entender

EL MAESTRO ZEN Y EL CRISTIANO

Una vez visitó un cristiano a un maestro Zen y le dijo: «Permíteme que te lea algunas frases del Sermón de la Montaña». «Las escucharé con sumo gusto», replicó el maestro.

El cristiano leyó unas cuantas frases y se le quedó mirando. El maestro sonrió y dijo: «Quienquiera que fuese el que dijo esas palabras, ciertamente fue un hombre iluminado».

Esto agradó al cristiano, que siguió leyendo. El maestro le interrumpió y le dijo: «Al hombre que pronunció esas palabras podría realmente llamársele Salvador de la humanidad».

El cristiano estaba entusiasmado y siguió leyendo hasta el final.

Entonces dijo el maestro: «Ese sermón fue pronunciado por un hombre que irradiaba divinidad».

La alegría del cristiano no tenía límites. Se marchó decidido a regresar otra vez y convencer al maestro Zen de que debería hacerse cristiano.

De regreso a su casa, se encontró con Cristo, que estaba sentado junto al camino. «¡Señor», le dijo entusiasmado, «he conseguido que aquel hombre confiese que eres divino!».
Jesús se sonrió y dijo: «¿Y qué has conseguido sino hacer que se hinche tu 'ego' cristiano?».

Cuando por fin Jesús está en el centro, entonces el ‘yo’ danza y cantará feliz y adorador en torno a su Libertador y cada cosa tiene su propio lugar: Tu ego, la ley y –lo más importante- Jesús estará en tu ser, también en su lugar. Sólo entonces estaremos listos para comprender que εἰδότες δὲ ὅτι οὐ δικαιοῦται ἄνθρωπος ἐξ ἔργων νόμου ἐὰν μὴ διὰ πίστεως Χριστοῦ Ἰησοῦ, καὶ ἡμεῖς εἰς Χριστὸν Ἰησοῦν ἐπιστεύσαμεν, ἵνα δικαιωθῶμεν ἐκ πίστεως Χριστοῦ καὶ οὐκ ἐξ ἔργων νόμου, ὅτι ἐξ ἔργων νόμου οὐ δικαιωθήσεται πᾶσα σάρξ. no nos salva la ley sino creer en Jesucristo (Cf. Gal 2, 16).






[1] Paoli, Arturo LA PERSPECTIVA POLÍTICA DE SAN LUCAS Siglo XXI Editores Bs. As. Argentina 1973 p. 171

[2] Álvarez Valdés,  Ariel. ¿QUÉ SABEMOS DE LA BIBLIA?(III) Centro Carismático “Minuto de Dios”, Bogotá Colombia p. 49
[3] Ibid p. 50
[4] Ibid p. 51
[5] Ibid p. 51-52
[6] Paoli, Arturo Op Cit. p. 159
[7] Ibid p. 161
[8] Ibid p. 165