sábado, 27 de octubre de 2012

…Y LO SEGUÍA POR EL CAMINO




καὶ ἠκολούθει αὐτῷ ἐν τῇ ὁδῷ.
Jer 31, 7-9/Sal 125, 1-6)/ Heb 5,1-6/ Mc 10, 46-52


La opción fundamental es lo más profundo a la hora de querer seguir a Jesús. Es el “venderlo todo” para comprar el tesoro escondido en el campo… Sin la verdad sobre Dios en Jesús no es posible hacerla, pues nadie se decide por lo que no conoce.

Emilio Mazariegos


1
Es muy edificante para alcanzar la comprensión más plena del mensaje de este Domingo trigésimo del tiempo ordinario, del ciclo B, observar comparativamente los Evangelio de los Domingos vigésimo octavo y vigésimo noveno. Recordemos que en el Domingo vigésimo octavo nos encontrábamos con un joven que  salía al paso de Jesús, buscando saber la clave para alcanzar la vida eterna y, encontrando como respuesta poderse liberar de toda atadura y de todo condicionante para asumir el discipulado: “Ve y vende lo que tienes, da el dinero a los pobres…Después ven y sígueme” Mc 10, 21c.e. Sabemos que sus muchos bienes le impidieron la aceptación de esa invitación. Muchas posesiones pueden ser un lastre que nos impida ser discípulos y se frustre así nuestra vocación a la Salvación. Alcanzar esa meta, por el contrario, está condicionada por que nuestras pertenencias -pocas o muchas- puedan ponerse al servicio de los pobres.



En el Domingo vigésimo noveno, es decir, el Domingo pasado, vimos a los “discípulos”, es decir, a los que “ya” se habían decidido al seguimiento, totalmente ciegos, es decir, “que no pueden “ver”, o sea, no se pueden dar cuenta real y verdadera de, a quien están siguiendo, porque no van en pos de los valores que Jesús representa, sino de otros intereses egoístas, ocupar ciertos “puestos de poder” al lado del mesías (obsérvese que lo escribimos con minúscula para resaltar que no es el Ungido de Dios, o sea, el Mesías Verdadero que Jesús propone), perfectamente podemos asumir el discipulado pero no ir tras Jesús sino tras de otros intereses, tras una fantasmagoría surgida de una falsa concepción del Salvador.

Cuando Bartimeo, este Domingo trigésimo, llama a Jesús  υἱὲ Δαυίδ Ἰησοῦ, ἐλέησον με, Hijo de David ten compasión de mí. Mc 10, 47c, nos es lícito pensar que pese a su ceguera “física”, había oído hablar de Jesús y le habrían dicho que era el mesías puesto que al llamarlo “Hijo de David” le está diciendo mesías; valga decir que Bartimeo había sido informado que por los caminos de Judea andaba el Descendiente de David, el mesías según lo aguardaba el pueblo judío, el que restablecería el esplendor que había tenido la nación en los tiempos de David.

¿En qué radica la diferencia? Pues en que Bartimeo no tiene nada, mejor dicho, sólo tiene su manto-cobija, esa es toda su posesión, y en ese tener mínimo -prácticamente equivalente a tener nada- radica una profunda libertad que conduce a la disponibilidad. Nada le pesa, nada es rémora para su avance, va totalmente “ligero de equipaje”. Ya Jesús había ordenado a sus discípulos no andar con equipajes que entorpecieran su libertad para ir y venir, ni siquiera les autoriza llevar un manto de repuesto; como lo hemos dicho antes, el requisito es la ligereza del equipaje”, sacudirse todo aquello que pueda impedir andar con desprendimiento, darse, entregarse generosamente. Bartimeo no poseía ni siquiera un nombre, lo recordamos como el hijo de Timeo, lo que no es un nombre “propio”, sino un nombrar a alguien por línea de descendencia. Se podría aseverar que no era persona “importante” puesto que de haberlo sido se le habría conocido por nombre propio y no se le habría nombrado por referencia a su filiación paterna. Así de ligero es el equipaje de “Bartimeo”. Por eso, no le cuesta nada abandonar el manto: ὁ δὲ ἀποβαλὼν τὸ ἱμάτιον αὐτοῦ ἀναπηδήσας ἦλθεν πρὸς τὸν Ἰησοῦν.  Arrojó el manto, se puso de pie y se acercó a Jesús. Mc 10, 50.



Veamos la otra diferencia garrafal: Bartimeo no está anclado a la referencia que le han dado de Jesús, le han dicho que es el Hijo de David, pero esta “noticia” no bloquea su apertura. Ante la pregunta de Jesús: τί σοι θέλεις ποιήσω  ¿Qué quieres que te haga? Mc 10, 51b, Bartimeo no pide ser agrandado en títulos u honores, no pide cargos preferenciales, no pide prerrogativas para dominar a otros ni riquezas para someter a alguien. Pide lo esencial, lo fundamental, lo más necesario. ¿Qué puede ser lo más necesario para un ciego? ῥαββουνί, ἵνα ἀναβλέψω. Maestro, que pueda ver Mc 10, 51d. Esa petición implica, además de llegar a tener la capacidad física de ver, tener la claridad intelectual para “ver”, para darse cuenta de la realidad, para ir a la Verdad, la que muchas veces queda oculta a una mirada superficial o prejuiciosa.

Por eso enfatizábamos que Bartimeo no se ata al prejuicio que le han dado sobre Jesús. En otra curación milagrosa de Jesús, el Divino Maestro ordena, Effetá. En el caso de Bartimeo esta etapa de la curación ya está superada, Bartimeo ya está “abierto”, disponible para aceptar la Verdad en su vida. Los propios discípulos sufren de “cerrazón”, no aciertan a entender a su Maestro, andan con Él sin entenderlo  cabalmente, Él les dice y les enseña algo y ellos lo tergiversan. El mismísimo Pedro, ante el anuncio de la pasión del Señor, cree tener derecho a regañarle  tratando de “ corregirle” la visión a Jesús. Como se dice en la jerga popular: “Los pájaros tirándole a las escopetas”. Esa ceguera que solemos sufrir conduce a uno de los regaños más duros del Maestro a uno de sus discípulos: “Vade retro satána”, y luego, “piensas como los hombres y no según Dios”. Mt 16, 23b.d.



En cambio Bartimeo, no piensa como los hombres, por decirlo de alguna manera podríamos decir que “suspende el juicio” en espera de ser instruido: Ese es el verdadero discipulado. El que no se hace a una imagen y la aferra, sino que se mantiene abierto a la “Revelación” dispuesto y abierto a oír y ver. Así al conocer a alguien no se puede prejuzgar o pretender mantenernos en cierta imagen recibida, preconcebida, sino “abrir los sensores” para un conocer directo y no de oídas.

ὕπαγε, ἡ πίστις σου σέσωκεν σε. καὶ εὐθὺς ἀνεβλέψεν καὶ ἠκολούθει αὐτῷ ἐν τῇ ὁδῷ. “Ve, tu fe te ha salvado. . Al instante recobró la vista y lo seguía por el camino.” Mc 10, 52b-d. Bartimeo no posee nada, ni prejuicios; por eso alcanza la Gracia y la bendición de ser el último discípulo que Jesús gana antes de entrar en Jerusalén, allí tendrá lugar el episodio conclusivo de su vida mortal. Si Bartimeo hubiera sido un “rico”, se habría aferrado pertinazmente a la “noticia” que tenía de Jesús; habría porfiado en ver en Jesús la figura a la que nos hemos referido con frecuencia, la de un mesías que es guerrero-rey-general de poderoso ejercito humano. Esta clase de ricos son los “teóricos” que se agarran a su “teoría” como un bebé se agarra a su frazada.


2

Vemos que los Sumos Sacerdotes ofrecen sacrificios de mediación ante Dios. Han sido escogidos con este fin: προσφέρῃ δῶρα [τε] καὶ θυσίας ὑπὲρ ἁμαρτιῶν, “Ofrecer dones y sacrificios por los pecados” Heb 5, 1c. Ofrecen cabritos, corderitos, pichones, palomas,.etc.

Jesús es un Sumo Sacerdote de otro tipo, y en esto la Carta a los Hebreos en la perícopa que leemos hoy es contundente y nos sentimos en el deber de enfatizarlo: Jesús es un Sumo sacerdote pero κατὰ τὴν τάξιν Μελχισέδεκ, “según el rito de Melquisedec” Heb 5, 6b.

¿Cómo es el rito de Melquisedec? Para saberlo tenemos que ir la libro del Génesis: Gn 14, 18-19a, donde se nos informa que el rito de Melquisedec era con “Pan y vino”:
ומלכי־צדק מלך שלם הוציא לחם ויין והוא כהן לאל עליון׃
ויברכהו ויאמר
Entonces Melquisedec, rey de Salem, trajo pan y vino, pues era sacerdote del «Dios Altísimo». Melquisedec lo bendijo, diciendo



Creemos que esta es la línea y la dimensión clave para entender la perícopa de Hebreos que constituye la Segunda Lectura de esta liturgia dominical.

3


No podemos concluir sin resaltar la alusión Resurreccional contenida en θάρσει, ἔγειρε, φωνεῖ σε. Ánimo, levántate que te llama Mc 10, 49c. Este verbo aquí ἔγειρε no sólo convida a ponerse de pie sino que hace referencia a entrar en la Asamblea de los llamados para la Vida Eterna. Levántate es invitación a ser y hacerse acreedor a la Resurrección. Es llamado al discipulado. Nadie puede seguir a nadie sin antes levantarse. Levantarse –no habría que decirlo- es pasar de una posición “inferior” a una más “elevada”. Para seguir la línea de un pensamiento expresado más arriba, diríamos que levantarse es liberarse de “lastres” que impiden el seguimiento, el compromiso discipular.



«¿Y a quienes llama el Señor? San Pablo, en 1Co 1, 26-29, escribe: “Fijaos a quienes llamó Dios: no a muchos intelectuales, ni a muchos poderosos, ni a muchos de buena familia. Todo lo contrario: lo necio del mundo lo escogió Dios para humillar a los sabios; lo débil del mundo lo escogió Dios para humillar a lo fuerte; lo plebeyo del mundo, lo despreciado lo escogió Dios: lo que no existe para anular a lo que existe, de modo que ningún mortal pueda gloriarse ante Dios»[1] Dios escogió la sencillez del Pan y el Vino, los llamó como especies para el Santo Sacrificio, insertándose así en la línea de lo plebeyo, de lo “Anawin”.

¿Por qué esta elección? Busquemos la razón de esta opción preferencial. «Un corazón pobre es manso, es capaz de llorar y sufrir con el otro, es limpio, es pacífico, es misericordioso, es capaz de empeñarse en ayudar a establecer la justicia, soporta las persecuciones, tiene alegría aún en medio de las calumnias, insultos; no pierde la paz y la alegría por nada.»[2]

Jesús no llega directamente a Bartimeo, sino por interpuesta persona. Hemos mencionado los que le habrían referenciado a Jesús y le habían sugerido la idea de que Él era el mesías. Ahora, dice a sus más cercanos “Llámenlo”.


Nosotros, los que seguimos a Jesús, tenemos ese encargo, esa misión: Llamar, en nombre de Jesús, llamar porque Él nos lo ha mandado, invitarlos a que se “levanten”; quizá ellos aprovechen la ocasión y se pongan a seguir a Jesús por el Camino de la Fe.














[1] Mazariegos, Emilio. LAS HUELLAS DEL MAESTRO. Ed. San Pablo Bogotá, D.C. – Colombia. 2001. Pp. 29-30
[2] Ibid. 

sábado, 20 de octubre de 2012

«YA SABEN QUE LOS JEFES DE LAS NACIONES LAS GOBIERNAN COMO SI FUERAN SUS DUEÑOS Y QUE LOS PODEROSOS LAS OPRIMEN»


Una de las graves perversiones del discípulo es creer que nuestra condición de cristianos o nuestras responsabilidades en la Iglesia nos dan un poder de “Señores absolutos” sobre otras personas.
Gustavo Gutiérrez

Estoy bien en el último lugar,
y no en el primero.
Estoy hecho para servir,
y no para mandar.

Averardo Dini



«San Ireneo tiene una frase atrevida y gráfica: “El Espíritu Santo descendió sobre el Hijo de Dios, hecho hijo del hombre, para así acostumbrarse, con la experiencia de vivir en Cristo, a  vivir en todo el género humano”. Humor y sutileza en la teología del doctor de la Iglesia: no es fácil habitar en el corazón humano, y el Espíritu Santo tiene que ir acostumbrándose poco a poco. Desciende sobre Jesús –Uno con Él en Trinidad Eterna, y obra suya en humanidad creada-, y de este modo “aprende” lo que es habitar en el corazón de un hombre, para de allí pasar a todos los hombres y mujeres que se abren a su Presencia y a su Gracia.»[1]

La primera lectura que nos propone la liturgia para este XXIX Domingo del Tiempo Ordinario, ciclo B, está tomada del Deuteroisaías. Sabemos que el Libro de Isaías no fue escrito por un autor único, sino por una sería de autores de la misma Escuela. Este segundo Isaías abarca desde el capítulo 40 hasta el 55; luego el Trito-Isaías abarcará los capítulos 56-66. Ahora bien, en el Deutero-Isaías encontramos «los cuatro cánticos del Siervo de Dios… esta parte fue escrita por un discípulo de Isaías. El vivía junto al pueblo, en el cautiverio de Babilonia, alrededor del año 560 antes de Cristo, mucho después de la muerte del profeta Isaías….Mucha gente se pregunta: ¿Quién es el Siervo? ¿Es el pueblo? ¿Es Jesucristo? ¿Somos nosotros? ¿Es alguno de los profetas? ¿En quién estaba pensando Isaías Junior cuando escribió los cuatro cánticos? La respuesta más probable es la siguiente: La idea del Siervo la sacó Isaías Junior de la vida del profeta Jeremías, el gran Sufriente, que nunca bajó la cabeza delante de sus opresores y que hizo tanto por mantener en el pueblo l esperanza. Isaías Junior vio en él un ideal para el pueblo sufriente del cautiverio y se inspiró en él para hacer los cuatro cánticos. Pero al hacer los cánticos, la preocupación mayor de Isaías Junior… no era escribir la vida de Jesús, sino presentar al pueblo del cautiverio un modelo que lo ayudara a descubrir en la figura del Siervo, su misión como pueblo de Dios. Por tanto, para Isaías Junior, el Siervo de Dios es el pueblo del cautiverio! Más tarde, Jesús se inspiró en los cuatro cánticos del Siervo para realizar su misión aquí en la tierra. Por eso, el Siervo, es también Jesús.»[2] Esta extensa parrafada tomada de Carlos Mesters, nos parece esencial para situar el texto de la Primera Lectura.



La transitividad de la que nos habla San Ireneo, donde el Espíritu Divino se comunica a la humanidad a través de la mediación de Jesucristo, se visualiza en el fenómeno de composición y redacción del Cántico del Siervo: La Gracia Salvadora y Liberadora de Dios se “habitúa” al hombre, acomodándose en el Hombre-Dios, de esta manera se aclimata Dios Trinitario y se hace nuestro compañero y nuestro amigo. Pero no sólo para estar entre nosotros y con nosotros, sino además dándose, para nosotros, como modelo. Como propuesta de vida, como misión. El discipulado de nuestra fe implica y conlleva asumir la misión.

En el Evangelio de Marcos, en la perícopa que leemos hoy, Jesús propone esta transitividad diciendo: καὶ γὰρ ὁ υἱὸς τοῦ ἀνθρώπου οὐκ ἦλθεν διακονηθῆναι ἀλλὰ διακονῆσαι καὶ δοῦναι τὴν ψυχὴν αὐτοῦ λύτρον ἀντὶ πολλῶν. “Así como el hijo del hombre no ha venido a que le sirvan, sino a servir y a dar su vida por la redención de todos”.Mc 10, 45. Él mismo nos da instrucción para que lo imitemos, καὶ γὰρ “así como”. El Espíritu Santo se “acostumbró” a ser humano en Jesús; ahora Jesús nos propone que lo dejemos “inhabitar” en nosotros. La propuesta se lanza para todos aquellos que quieran ser pueblo de Dios, los que abren su corazón a la aceptación de ser Siervos.



Esta aceptación es, no sólo abajamiento, humildad, desacomodo, kénosis; sino que además es obediencia. Encontramos en el Evangelio de hoy esa obediencia como aceptación del Designio del Padre cuando Jesús dice: τὸ δὲ καθίσαι ἐκ δεξιῶν μου ἢ ἐξ εὐωνύμων οὐκ ἔστιν ἐμὸν δοῦναι, ἀλλ’ οἷς ἡτοίμασται. “pero lo de sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; eso es para quienes está reservado” Mc 10, 40. Jesús no trata de sobreponer su “autoridad” a la del Padre. Acepta todo lo que el Padre ha Escrito en el Libro de la Vida.

Sin embargo, no es que Jesús dude de nuestra capacidad de vivir el seguimiento, el discipulado: δύνασθε πιεῖν τὸ ποτήριον ὁ ἐγὼ πίνω ἢ τὸ βάπτισμα ὁ ἐγὼ βαπτίζομαι βαπτισθῆναι; “son capaces de beber la copa de vino que yo y el bautismo con que seré bautizado” Mc 10, 38b. Jesús reconoce que ellos serán capaces de beber, tanto el Cáliz (Sacramento de la Eucaristía) como el “sumergimiento” bautismal de ir hasta las últimas consecuencias, así como Él llegó hasta el Cáliz y el βάπτισμα de la Cruz.


Volvamos sobre el texto de Mesters que es muy explicativo y lúcido: «Primero había sólo la tierra, tierra de sufrimiento. Después apareció la semilla, semilla de resistencia. De la semilla nació un tallito verde de la esperanza, esperanza de liberación. De aquel hilito verde del tamaño del césped, surgió la espiga que se fue llenando en la paciencia del tiempo, tiempo de lucha y espera. Sólo después de todo esto, bien al final del crecimiento, apareció el fruto maduro que, hasta hoy, alimenta el pueblo y lo ilumina en su caminar. Y el fruto es este: El Siervo es Jesús, pero es también el pueblo este pueblo sufriente, que imita a Jesucristo resistiendo contra el dolor.»[3]

El magnifico texto de la Primera Lectura nos permite captar, detrás de una derrota aparente, la Victoria del Reino, el Siervo no está muerto, está Resucitado y Victorioso, su Victoria augura la nuestra.

2

En la Segunda Lectura que proviene de Hebreos, vemos a Jesús con otro título; estos títulos nos permiten conocer a Jesús, pero deben ser bien entendidos. Aquí recibirá el Título de “Sumo Sacerdote”.

A todo lo largo de la lectura del Evangelio de Marcos encontramos que sus Discípulos descubren en Él al Mesías. Sin embargo, la lectura atenta nos revela que se trata de una identificación a medias, puesto que ellos esperan a “otra clase de Mesías”. ἵνα εἷς σου ἐκ δεξιῶν καὶ εἷς ἐξ ἀριστερῶν καθίσωμεν ἐν τῇ δόξῃ σου. “que nos sentemos uno a tu derecha y otro a tu izquierda cuando estés en tu Gloria.” Mc 10, 37b-c. Ellos lo que esperan es un Mesías que reparta cargos, que elija para su corte, entre sus más cercanos, un Primer Ministro, que se sentaría a la derecha, y un Segundo Ministro, que ocuparía el trono a la izquierda del Mesías-Rey-Guerrero.


Y nos puede pasar lo mismo. Si, por ejemplo vemos sólo en el Sacerdote, aquel que recoge la Sangre y la riega alrededor del Ara donde reposaría “La Alianza”. El que sacrifica el cordero y recoge los baldados de sangre, es decir, como un simple cumplidor de rituales impregnados de fe.
«Diciendo: “Esto es mi cuerpo dado por vosotros…Esta es mi sangre derramada por vosotros”, Él se ofrecía al Padre en sacrificio por la humanidad: Aceptaba la suerte del Siervo de YHWH que el Padre le había anunciado en el momento de su bautismo en el Jordán; esta vez no ya en una perspectiva lejana e incierta, sino como una realidad concreta e inminente… En este sentido se dice hoy que la Eucaristía no es primariamente presencia real de una cosa (el cuerpo y la sangre de Cristo) sino de una acción (la oferta que Cristo hace de su propio Cuerpo y de su propia Sangre).»[4]

Entonces vemos en este Sumo Sacerdote (tema central de la Carta a los Hebreos) que se trata de un Sacerdote que ofrece el Sacrificio, pero que –a la vez- es el Cordero. Que no lleva al Altar una ofrenda impersonal, fría, indiferente, ajena. Se lleva a Sí mismo, se da por entero. No se reserva nada. Este Sumo Sacerdocio consiste en entregarse sin límites, sin ninguna ambición personal. ὃς ἂν θέλῃ μέγας γενέσθαι ἐν ὑμῖν ἔσται ὑμῶν διάκονος, ….πάντων δοῦλος “cualquiera que quiera ser grande entre ustedes, que sea su servidor…. Que se haga esclavo de todos” Mc 10, 43. Sacerdocio es -διάκονος (servidor)- servicio, es entrega de sí, la auto-donación.


«Estamos siempre en peligro de deformar, según nuestros propios condicionamientos, la verdadera personalidad del Señor. Tendemos a hacer a Jesús a nuestra imagen y semejanza, a nuestra medida, justificando nuestras mediocridades e infidelidades. A adaptar a nosotros el mensaje de la personalidad de Cristo, y no nosotros a Él. La sola manera de escapar a esta permanente tentación será la vuelta continua a la contemplación del Cristo de los Evangelios.»[5]

3

Hemos insistido en uno de los llamados fundamentales de Jesús a sus discípulos, y por tanto a nosotros, que pretendemos serlo al llamarnos cristianos: la metanoia. Traducida como “Conversión”, implica un cambio radical, un giro de 180 grados. En el Evangelio de hoy Jesús –una vez más- nos dice de qué se trata.

En el texto marquiano se contraponen dos maneras de obrar. De una parte están los que tiranizan, los que oprimen. Están, de este mismo lado, los arrogantes, los prepotentes, los déspotas, los que humillan, los que gozan con el dolor ajeno, los que sacan partido y ganancia de los débiles.


Aquí viene la frase de Jesús que nos invita a la Conversión: “No debe ser así entre ustedes. Al contrario”

Es decir que nosotros lo que debemos es actuar como siervos, entregados al servicio como consigna de la vida cristiana; a la fraternidad, a la caridad, al tierno amor “ágape”, a la solidaridad. A sentirnos y conducirnos como hijos de Dios y Hermanos en Jesucristo.








[1] González Vallés, Carlos s.j. “CRECÍA EN SABIDURÍA…”  Ed. San Pablo. Santafé de Bogotá – Colombia. 2001 p. 93
[2] Mesters, Carlos O.C.D. LA MISIÓN DEL PUEBLO QUE SUFRE. LOS CÁNTICOS DEL SIERVO DE DIOS EN EL LIBRO DEL PROFETA ISAÍAS. Ed. Vicaría Sur de Quito, EDICAY- Iglesia de Cuenca, Centro Bíblico “Verbo Divino”. Quito – Ecuador 1993. p.13
[3] Ibid. p. 15
[4] Cantalamessa, Raniero. “ESTO ES MI CUERPO” Ed. San Pablo. Bogotá Colombia 2007. pp. 52-53
[5] Galilea, Segundo. EL SEGUIMIENTO DE CRISTO. Santafé de Bogotá – Colombia. 1999. pp. 25-26

sábado, 13 de octubre de 2012

Y VENTE CONMIGO

καὶ δεῦρο ἀκολούθει μοι.
Sab 7, 7-11; Sal 89, (12-17); Heb 4, 12-13; Mc 10,17-30


Vivo el drama diario del hombre que tambalea
entre el deseo de las estrellas del cielo
y el amor al lodo de la tierra.

Averardo Dini

… el seguimiento de Cristo impone una elección decidida
entre dos realidades excluyentes: ser o tener.

Misal Romano

1

«Las palabras y los relatos de la Escritura tienen el poder de afectarnos profundamente tanto si somos conscientes de su origen como si no. El año 272, Antonio, primer eremita del desierto, oyó las palabras dirigidas al joven rico: “Anda, cuanto tienes véndelo y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; luego, ven y sígueme” (Mc 10, 21). Antonio tomó estas palabras como dirigidas personalmente a él  e inmediatamente actúo en consecuencia…tuvieron un poderoso efecto sobre él y, en consecuencia, sobre la cristiandad en general, porque el movimiento que Antonio inició ha influido en la espiritualidad y en la vida religiosa cristiana hasta el momento actual.»[1]

Este Domingo XXVIII del tiempo ordinario, ciclo B, nos encontramos con uno de los elementos más importantes del discipulado. Jesús nos llama, pero ese llamado no es un llamado abstracto, no es como esas llamadas telefónicas cuando del otro lado de la línea sólo oímos una voz que se disculpa porque su intención era comunicarse con alguna otra persona, cuelga y no dice nada más. ¡No es ese el caso! El Señor nos llama a una propuesta muy completa, nos llama


a) A cumplir los Mandamientos: μὴ φονεύσῃς, μὴ μοιχεύσῃς, μὴ κλέψῃς, μὴ ψευδομαρτυρήσῃς, μὴ ἀποστερήσῃς, τίμα τὸν πατέρα σου καὶ τὴν μητέρα. No matar, no cometer adulterio, no robar, no levantar falso testimonio, no cometer fraude y honrar a padre y madre. Eso es lo primero, digamos así, la condición básica. (Cfr. Mc 10, 19)

b) Desprenderse de todo para atender a πτωχοῖς los pobres

c) Ahí si, por fin, estaremos listos para καὶ δεῦρο ἀκολούθει μοι.el “seguimiento” de Jesús. (Mc 10, 21)

Siempre se ha subrayado que Jesús no cita los tres primeros Mandamientos, y nosotros lo entendemos un poco en la línea de, si cumples los otros siete, ya estas cumpliéndole a Dios por entero.

Pero, además, el verdadero discipulado incluye la libertad del desprendimiento de todo, nada hay que encadene el corazón del discípulo, que enrede sus pies al caminar. Al contrario, el discípulo es enteramente libre, enteramente desprendido, desapegado puede marchar sin el peso obstaculizador de los “apegos”. Esta libertad de verdad que es muy necesaria y damos un par de ejemplos: tomemos el caso de la persona que quiere “servir” a su hermano enfermo, pero en ese horario cae el partido de fútbol, o el programa de televisión o la reunión con su grupo de amigos, ya en ese momento se establece una dualidad que fractura la unidad de la persona y que lo lleva al dilema “hago esto o hago lo otro”. ¿Cuántas veces hemos dejado de lado nuestro compromiso discipular porque el tele-noticiero estaba muy interesante o simplemente porque se estaban trasmitiendo los escrutinios electorales? (Como dijimos, son sólo un par de ejemplos).

Otro detalle de la mayor importancia es que Jesús no nos propone en su programa discipular, por ejemplo, ir siete veces al Templo, o leer todo el Salterio en una semana, o aprender de memoria medio catecismo de la Iglesia Católica, o aprender de memoria doce citas bíblicas. Toda esto puede ser valioso, pueden ser “ayudas” muy validas en el Camino de la fe, pero, no fue eso lo que Jesús contestó. Jesús no pidió rezar cuarenta rosarios semanales, o prender una velita a las Almas del Purgatorio (insistimos en que no hay nada malo en hacerlo y que, inclusive, hay mucho de bueno en ello), pero –y eso es lo fundamental- lo que Jesús pidió fue ser capaz de desprenderse de todo, en aras de favorecer a los pobres.


Después del “desprendimiento” viene el seguimiento. El verbo usado es ἀκολουθέω, el mismo del que se deriva la palabra, en español, “acólito”, la hemos traducido como “sígueme”, también es acompañar, ayudar, asistir, cuidar de, ver por. Entonces, para poder ser “discípulo de Jesús, es preciso ser totalmente libre para seguirlo.

Pensamos sinceramente que la riqueza, en sí misma, no tiene nada de malo; si la pudiéramos asumir con toda la libertad, si ella no nos obliga a contar y recontar cada moneda, si ella no nos sustrae de Dios para vivir en la preocupación de cómo multiplicarla, como llegar a tener más; y todavía peor, si ella no nos induce a pasar por encima de otros, sin miramientos, sin consideración, sin caridad, olvidando que son nuestros hermanos en Cristo Nuestro Señor, hijos del mismo Padre.

Hemos conocido χρήματα ricos “desprendidos”, capaces de dar de sus “riquezas” para favorecer a los necesitados, creando fundaciones para “socorrer” y paliar el dolor del más necesitado, del más frágil y no lo hacían por “reducir impuestos”. Creemos que se puede ser rico y ser libre, aún que, como nos lo dice Jesús, esa libertad es una Gracia que sólo Dios puede preservar en el corazón del “rico”, porque a estos, por lo general les cuesta, y mucho, ser sinceramente “desprendidos”. Estos “ricos buenos” no están por fuera de la dificultad inherente a la riqueza que se yergue como verdadera “tentación”.

No que sea mala per se la riqueza, sino que es peligrosa… Es el peso gravitacional de la riqueza, que tira hacía el fondo, que hala hacía el lodo: Las babas del Malo la embadurna… pero se puede limpiar… πάντα γὰρ δυνατὰ παρὰ θεῷ porque para Dios todo es posible.

Y esta crematalatría es cultural, vivimos inmersos en un ambiente que garantiza que la riqueza conlleva la felicidad, la realización personal, la plenitud. El becerro de oro ha erigido sus altares por doquiera, invadiéndolo todo, corroyendo, colándose por cada poro. Parece que en mayor o menor medida todos somos sus víctimas…

Definitivamente, Dios obra con otra lógica. Y, alabamos a Dios por su lógica teo-lógica.

2

La liturgia propone una perícopa del Salmo 90(89) formada por los seis versículos finales. Pide a Dios le conceda cierta sabiduría, la que dimana de mirar con objetividad la longitud de la vida. Ver cuanto dura una vida, setenta u ochenta años, a lo sumo, es una vida breve si se tiene en cuenta la vida de Dios que Existe desde siempre, sin principio ni fin, antes que las montañas fueran creadas y antes que la tierra fuese formada. (Cfr. Sal 90(89), 10. 2).


Cuando se es conciente de la fragilidad de la vida y de su brevedad, que es como la hierva que en la mañana reverdece y en la tarde se marchita, (Cfr. 90(89), 6) esa naturaleza efímera en lo que respecta al tiempo, es una forma de pobreza que reduce la altanería, y la seguridad en los propios recursos.

[12] .Enséñanos lo que valen nuestros días, para que adquiramos un corazón sensato.
למנות ימינו כן הודע ונבא לבב חכמה׃
[13] .Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo?... Compadécete de tus servidores.
שובה יהוה עד־מתי והנחם על־עבדיך׃
[14] .Cólmanos de tus favores por la mañana, que tengamos siempre risa y alegría
שבענו בבקר חסדך ונרננה ונשמחה בכל־ימינו׃
[15] .Haz que nuestra alegría dure lo que la prueba y los años en que vimos la desdicha.
מחנו כימות עניתנו נות ראינו רעה׃
[16] .Muestra tu acción a tus servidores y a sus hijos, tu esplendor.
יראה אל־עבדיך פעלך והדרך על־בניהם׃
[17] .Que la dulzura del Señor nos cubra y que él confirme la obra de nuestras manos.
ויהי ׀ נעם אדני אלהינו עלינו ומעשה ידינו כוננה עלינו ומעשה ידינו כוננהו׃

El rico se caracteriza por su arrogancia prepotente, el rico tiene la altanería propia del ateo que afirma no necesitar ni depender de Dios. El pobre, por el contrario, reconoce su dependencia del Padre Celestial, como un pequeñuelo (tal y como lo comentamos al referirnos al Niño que Jesús abrazó en Mc 9, 36) que todo lo espera de sus padres. El rico es insufrible para Dios por eso, porque vive de espaldas a Dios, apoyado en su riqueza. Su frase insignia es “No necesito” y por tanto así procede y así vive, sin necesitar de El, de  quien todos necesitamos.

En la perícopa del Salmo, (atribuido a Moisés) el salmista es conciente que incluso sus negocios, sus empresas, sus actividades pueden verse coronadas por el fracaso; cuántas veces fracasan los comerciantes más hábiles, cuántas veces la mejor siembra no carga ni siquiera germina. En la agricultura esta dependencia de la bendición que viene de Dios es muy evidente. Por eso, como lo traducen varios, el Salmo concluye “Que el Señor bondadoso nos ayude y dé prosperidad a nuestras obras (o a las obras de nuestras manos)” que es sencillamente una paráfrasis de la versión que hemos dado (Ver supra.).


¿De dónde proviene esa sabiduría, esa sensatez? ¿De donde obtendremos esa prudencia que es el verdadero tesoro que conduce a los otros tesoros verdaderos? Es el tema de la Segunda Lectura, la de Hebreos (4, 12-13). La fuente de la Verdadera Sabiduría es la Palabra de Dios “viva y eficaz y más penetrante que espada de dos filos”. La palabra de Dios contiene una sabiduría profundísima de la naturaleza humana, por eso puede sondearnos hasta la médula de nuestros huesos. ¿Cómo podría nuestro Padre no conocernos a fondo si nos conoce desde antes que nuestros huesos se formaran en el vientre materno?


«En la palabra de Dios hay muchos puntos que hablan inmediatamente al hombre, que encuentran directamente el camino al corazón y crean una voluntad valiente para servir al hombre. Coger estos puntos significa trabajar por el autentico bien de los hermanos.»[2]

3

Nos parece muy importante dejar claro que la pobreza no es una virtud en sí. No es algo para quedarse ahí. «…no quiere decir que los pobres sean, en principio, agradables a Yavé, sino que Dios considera el hecho de maltratar a los pobres como un atentado a su propia Soberanía sobre Israel.»[3] Hay que recalcar que la pobreza nos da una libertad para estar cerca de Dios pero es la otra cara de una moneda “maldita”: la riqueza, la que encadena, alejando de Dios.


Siempre está allí la amenaza de idealizar la pobreza. «Si el evangelio aconsejara, como frívolamente podríamos pensar, “no os preocupéis de aquello que comeréis pues el cuerpo no es importante. Pensad en el alma”, realmente sería el libro de la alienación. Pero no lo dice. Dice, más bien: no pongáis como objetivo de vuestra vida comer, beber y acumular capitales. Buscad el reino de Dios y su justicia. Buscadlo, sin esperar. Haced el reino de Dios y su justicia. Es decir, tratad de ser hombres tal como Dios os ha hecho… La justicia del reino consiste en reproducir en la tierra la imagen de Dios, que es la persona que anhela en todos sus actos y en todas sus relaciones un vínculo de amor; es el hombre que descubre que su realización puede cumplirse sólo en el amor. Cosa imposible si no se es pobre. Es decir, si no se libera en su devenir de todos los deseos que lo hacen centrarse en sí mismo e impiden la entrega al otro.»[4]

Concluimos diciendo con San Agustín: «En donde no hay caridad no puede haber justicia.»


[1] Barry, William A.sj. ¿QUIÉN DECÍS QUE SOY YO? ENCUENTRO CON EL JESÚS HISTÓRICO EN LA ORACIÓN Ed. Sal Terrae Santander – España p. 20
[2] Martini, Carlo María. EN EL PRINCIPIO LA PALABRA. Ed. San Pablo. Santafé de Bogotá – Colombia. 1995 p. 7
[3] Gelín, Albert. LOS POBRES DE YAVÉ Coed. Edicay – Vicaría sur de Quito –Ediciones Verbo Divino. Quito – Ecuador 1994 p.8
[4] Paoli, Arturo DIÁLOGO DE LA LIBERACIÓN Ed. Carlos Lohlé Bs. As. Argentina 1970 pp. 149-150