sábado, 29 de septiembre de 2012

NADIE ES DUEÑO DE DIOS


Núm 11, 25-29 / Sal 19(18), (8-14) / Sant 5, 1-6 / Mc 9, 38-43,45,47-48

Jesús le ha preguntado a los discípulos sobre quién es Él, llega a la conclusión de que ni el pueblo, ni los poderosos, ni sus mismos discípulos han entendido la clase de reino que Él viene a ofrecerles.

Adriana Méndez Peñate

1

Las Lecturas Evangélicas que hemos ido haciendo Domingo a Domingo, particularmente estas que hicimos al retomar el Evangelio de San Marcos, desde el XXII Domingo, el 2 de septiembre, están magníficamente hilvanadas y concatenadas para que entendamos el discipulado, para que comprendamos lo que implica el “seguimiento” de Jesús, y para que corrijamos muchos desenfoques que son frecuentes cuando lo que buscamos no es la Persona de Jesús sino algún vago espejismo, alguna ideología; cuando al que estamos buscando es al portador de alguna “alienación” acomodante que tranquilice nuestra conciencia y nos adocene, subsumiendo a Jesús entre los espectros y las momias. También es frecuente encontrar muchos que se dicen “seguidores de Jesús” porque lo llevan como flamante prendedor en la solapa para lucirlo y descrestar con Él; arrogantes y altaneros se convierten en “intocables” porque son los “escogidos de Dios”, sus “fieles creyentes”. En otras, no raras veces, hemos encontrado a esos “discípulos” que imponen sus tiranías y sus caprichos, blandiendo el nombre del Redentor como garrote que avala su despotismo. “No han entendido la clase de Reino que Él viene a ofrecerles”

La sociedad de consumo ha venido construyendo y perfeccionando una cultura basada sobre la compra-venta. Esa es su ley y ninguna otra puede pretender aventajarla. El consumismo no es de 10 ni de 100 sino de miles de años. Desde tiempos no historiables se dio una espiral arrolladora de adquirir y adquirir sin medida con la intuición –errada, por supuesto- de que quien más tiene es más y mejor persona. Su movimiento en espiral-remolina fue estableciendo paulatinamente que tener más, a lo que se denominó “riqueza”, era una aprobación de Dios, por supuesto, -se decía- si tiene es porque agrada al Señor-Dios; y se siguió alimentando y fortaleciendo toda una mitología oligárquica. Esa lógica, ese tipo de pensamiento ha permeado todos las instancias de la sociedad, y la religión no fue la excepción.

Por eso, se llegó al colmo del adquisicionismo  queriendo “poseer a Dios” y detentar su monopolio. Ya en otra parte hemos comentado como se le quiso encerrar en un templo, como si se tratara de un pajarito al cual se le “podan” las alas para enjaularlo. Fueron necesarios siglos de reflexión teológica para comprender que Dios no es exclusividad de nadie, que Él, como dice en la Sagrada Escritura poniendo como sujeto al Espíritu Santo (viento), sopla donde quiere (Cfr. Jn 3, 8).

Cuando el pueblo Judío experimento el inmenso Amor de Dios, pensó –porque así pensamos los seres humanos- que ser amado era ser “el pueblo escogido”, y de ahí a que Dios fuera su exclusividad no hay sino un paso milimétrico. Esa idea, subproducto de esa lógica, los llevo a pensar así: pueblo amado por Dios = pueblo escogido = pueblo dueño de Dios.

Nosotros los cristianos-católicos, insertos en la tradición judaica, recibimos esa herencia que tan sólo ahora ha venido a ser cuestionada, porque antes, si se hubiera mencionado algo, el epíteto de hereje le habría cercenado la cabeza más rápido que un rayo derriba a su víctima.

Entonces, es absolutamente cierto que Dios se nos ha revelado, que nos ha mostrado su Rostro Misericordioso y que su Amor brilla sobre nosotros con un fulgor que nada ni nadie puede eclipsar. Pero de ahí a que detentemos el monopolio hegemónico sobre Dios, median más de un millón de pasos. El gran y grave problema es que nosotros “pensamos como los hombres, y no como Dios”. (Cfr. 8, 33e).

La Primera Lectura de este Domingo XXVI ordinario del ciclo (B), así como el Evangelio, apuntan en esa dirección y nos sirven como referente. Dios no es el Dios de nadie, pero es el Dios de todos, porque todos somos hijos de Dios y sus Tiernos-Brazos alcanzan para abrazar a todos, sin discriminar a nadie.


Queda claro que se revalúa esa lógica que se arroga el titulo de “Dueña de Dios”; lo cual NO significa que “todas las religiones sean lo mismo” y que “de igual a qué iglesia vamos, porque Dios es el mismo en todas las religiones”. ¡Ahí si no! ¡Ahí ya la cosa cambia! La nuestra es una religión Revelada, donde Dios se nos ha entregado y Su Hijo  Único se humanizó y se entregó hasta la muerte ¡y qué muerte!, un muerte de Cruz, por Amor a nosotros, y así, ese Amor tiene que ser infinito hasta la desmesura.

Los domingos anteriores fueron San Pedro, luego los “Doce”, y este Domingo, es San Juan el que no entiende, el que cree que Jesús es exclusivo para los que andan con Él y que sólo a ellos se las ha dado la autoridad de expulsar demonios en el Santo Nombre de Jesús. Muchos son los que no entendemos el Reino Anunciado; otros ya empiezan a vislumbrarlo, otros van más claros y más cercanos a la verdad. ¡Pero, por cerca que esté, ninguno detenta la hegemonía!

2

La perícopa que constituye la Segunda Lectura continua nuestra aproximación a la carta del apóstol Santiago que hemos tenido durante esta temporada del ciclo litúrgico: desde el 2 de septiembre de este año litúrgico del ciclo B, y hasta hoy, hemos tenido fragmentos de esta carta como tema de la segunda lectura.

Esta perícopa de hoy constituye una denuncia, contra la riqueza mal habida, y ¡hay muchas riquezas mal habidas! Esas que se han edificado sobre la defraudación de los salarios, las que se basan sobre el “robo” abierto y descarado o soterrado de los trabajadores (en el fragmento de Santiago se alude a los trabajadores agrícolas que recogen las cosechas, pero se puede extender y es perfectamente cierto en el caso de los trabajadores industriales y en general contra todos los que viven de su trabajo; pero también, a los modestos cultivadores).  Muchas riquezas se han fraguado a costa de la explotación que se hace desmedida y se convierte en sobre-explotación. Riqueza también se fragua cuando las políticas de desempleo hacen abaratar los salarios que se pagan dejando una mayor parte para el “león”. La denuncia del apóstol Santiago debe, hoy día, completarse hablando del intercambio desigual entre naciones, que se llevan el fruto del trabajo de los países pauperizados con tretas comerciales o con intereses fabulosos sobre los “prestamos”, que por lo general nos hacen para mejorarles las condiciones para beneficiarse, ellos mismos, de la “explotación” de sus economías ya sea poniendo en circulación sus “productos” o llevándose la materia prima o las partes o los alimentos que luego pondrán en el mercado en otra parte del mundo o en sus propias fabricas o en sus propias mesas.


Empieza la perícopa con una voz de alerta, previniéndolos de las desgracias que les sobrevendrán: Ἄγε νῦν οἱ πλούσιοι, κλαύσατε ὀλολύζοντες ἐπὶ ταῖς ταλαιπωρίαις ὑμῶν ταῖς ἐπερχομέναις.  [1] “Ahora les toca a los ricos: lloren y laméntense porque se les avecinan desgracias” (Sant 5, 1).  ¿Por qué les van a venir desgracias? Vayamos a los versos 5-6 donde se expresa la razón para el castigo: ἐτρυφήσατε ἐπὶ τῆς γῆς καὶ ἐσπαταλήσατε, ἐθρέψατε τὰς καρδίας ὑμῶν ἐν ἡμέρᾳ σφαγῆς, κατεδικάσατε, ἐφονεύσατε τὸν δίκαιον, οὐκ ἀντιτάσσεται ὑμῖν. “Ustedes han vivido en este mundo atesorando el lujo y el placer, engordando como reses para el día de llevarlas al matadero. Condenaron y mataron al inocente (justo), aprovechando que no podía defenderse (no tienen como resistir, o sea, como oponerse a su explotación)?” Obsérvese que aquí hay una identificación entre el explotado y el justo (explotado = justo / explotador-rico = injusto).

¿Cuál es el tesoro del rico? ¿Qué lleva día a día de expolio a sus bodegas? Respuesta: εἰς μαρτύριον ὑμῖν ἔσται καὶ φάγεται τὰς σάρκας ὑμῶν ὡς πῦρ. ἐθησαυρίσατε ἐν ἐσχάταις ἡμέραις. Será una prueba contra ustedes y consumirá sus carnes como el fuego. Ustedes han atesorado un castigo para los últimos días [ἐσχάταις ἡμέραις : los tiempos escatológicos]. ¡Eso es lo que repleta sus arcas: el castigo acumulado, el fruto de la ambición desmedida! (Recordemos que el Domingo anterior, la perícopa que leíamos nos alertaba contra la ambición y la codicia como fuente de la que brotan las ἡδονῶν “malas pasiones”). Debemos cuidarnos de la codicia, contra la cual se nos previene en el Evangelio de hoy, hay que «preservarse de la ambición que corrompe en todas las dimensiones: cortar la mano (9, 43), es decir, las acciones; cortar el pie (9, 45), es decir el modo de proceder; arrancar el ojo (9, 47), esto es, los deseos.»[1] Y es un castigo eterno porque en el lugar del castigo el gusano no muere y el fuego no se apaga, se nos advierte en el Evangelio de San Marcos, este Domingo.



Jesús siempre se mostró adverso al seguimiento de la letra de la ley, en cambio, propuso el cumplimiento del espíritu de la ley, esa facultad que Dios gravó en el corazón de los seres humanos para “intuir” por donde va el bien, como se puede alcanzar la justicia y cómo se puede favorecer y privilegiar al desprotegido: por eso, Jesús estuvo por otra ley, el Mandamiento Nuevo, el Amor. «El amor excluye la explotación y en esta carta encontramos el más violento pasaje del Nuevo Testamento contra los ricos.» Y ese pasaje, verdadera diatriba contra los ricos, es la perícopa de la Segunda Lectura de este Domingo XXVI.

Hay otros atesoramientos y otras riquezas de naturaleza más intelectual paro no menos pecaminosas como la de aquellos que “Preparan fardos pesados y difíciles de llevar, y las ponen sobre las espaldas de los hombres, pero ellos no levantan ni un dedo para moverlas” (Mt 23, 4). Es otro tipo de riqueza, la de los “doctores de la ley” que buscan monopolizar a Dios y acapararlo: “…cierran a los hombres el Reino de los Cielos. No entran ni dejan entrar a los que quieren entrar”. (Mt 23, 13b).

3

El Salmo es la Segunda Parte del Salmo 19(18), que según afirman los eruditos, es más reciente que la primera parte, y constituye una especie de añadido al original. Mientras la primera parte aprecia con asombro y canta loas a la creación, esta segunda parte se maravilla de la asombrosa Ley de Dios y de su profundísima Justicia. Se clasifica entre los Salmos hímnicos porque loa al Señor por su Creación, en este caso por la creación moral, por su ley que –como hemos dicho- inscribió en nuestro corazón.

En el verso 13(14) presente su ruego, su suplica, allí se formula una petición: “Quítale el orgullo a tu siervo; no permitas que el orgullo me domine” Esa es la oración central –a nuestro modo de ver- en este Salmo. Sin orgullo se logra ser un hombre sin tacha, estar libre de gran pecado. Es el orgullo el que nubla nuestra fe y pone a Dios en el segundo plano, arrebatando por la soberbia el sitial de honor que sólo a Él corresponde.



4.
Leyendo la Primera Lectura encontramos que el Don de la Profecía, el Espíritu Santo lo entrega  no sólo  los Setenta ancianos que estaban con él; sino que también es dado a Eldad y Medad, quienes también habían sido escogidos pero que se habían quedado en el campamento. Lo primero que se viene a la memoria es que “el Espíritu sopla donde quiere” Jn 3,8 y allí se revela la libertad de Dios (que no puede ser enjaulado como pajarillo de alas podadas, hemos dicho arriba).

Retomamos el tema vertebral de este Domingo XXVI, Dios no es de nadie, ¡abajo los acaparadores de Dios! Si el Amor de Dios nos cobija, alcancemos también el estado virtuoso de Moisés que no incurrió en egoísmo o celos sino que deseó generosamente la efusión del Don de profecía sobre todo el pueblo y no anhelaba el Espíritu del Señor sobre algunos sino sobre todo el pueblo de Dios. En esto nos muestra Moisés su grandeza, nada de envidias, nada de exclusividades, voluntad abierta para el disfrute de las bendiciones del Señor sin segregaciones. ¡Dios para todos!

Pensar con tacañería humana es el reduccionismo de Dios a estrechos límites, lo cual más bien escandaliza a los pequeños (pequeños en estatura, o en bolsa, o en saber), ningún pequeño debe ser escandalizado, terrible castigo merecen los escandalizadores de los pequeños, a quien más le valdría la muerte que el daño que causan.

«Muchas veces juzgamos que Dios sólo actúa dentro de una institución o dentro de nuestro grupito. Todo lo que sucede fuera de allí es mirado con desconfianza por nosotros… Jesús corrige esta mentalidad mezquina y tacaña, mostrando que la producción de vida está siempre dentro del proyecto de Dios, sea que se realice en el círculo de los considerados “fieles seguidores” o fuera de él»[2]

«…el grupo de discípulos de Jesús crece en forma inclusiva, es decir, allí hay espacio para quien quiera seguirlo tomando la cruz y renunciando a su propia vida para obtener aquella que ofrece el Maestro (Cf. 8, 34ss)»[3]




[1] Balancin, Euclides M. CÓMO LEER EL EVANGELIO DE MARCOS ¿QUIÉN ES JESÚS? Ed. San Pablo Bogotá D. C. - Colombia 2002. p. 129
[2] Ibid, p. 128
[3] Martínez Aldana, Hugo Orlando EL DISCIPULADO EN EL EVANGELIO DE MARCOS Ed. Concejo Episcopal Latinoamericano CELAM . Bogotá D.C. – Colombia p. 87

domingo, 23 de septiembre de 2012

DISCIPULOS DE VERDAD, VERDAD


Sab 2,12,17-20; Sal 53, (3-8); Sant 3, 16-4:3; Mc 9:30-37

1

Nada hay tan fastidioso para el pecador como el “justo”. El “justo”, de alguna manera, se convierte en un “dedo acusador” que lo señala, aunque el “justo” no haga nada, y ni siquiera se de cuenta; este fenómeno es automático. Si, automático, porque la conducta de un “justo” es como una especie de reflector que lo pone en evidencia, que hace notoria la falta, la ofensa al Señor. “…nos echa en cara nuestras violaciones a la ley, nos reprende las faltas contra los principios en que fuimos educados…” (Sab 2, 12c-d). Por eso el “justo” incomoda, estorba, es perseguido a sangre y fuego.

Por este motivo, el pecador detesta y persigue al “justo”. Por este motivo se asesinó a Jesús en una cruz. Y, por esta misma razón se han multiplicado los “mártires” a través de los siglos. Allí donde florece el bien, los malos quieren regar su  orín.



“Si el justo es hijo de Dios, Él lo ayudará y lo librará de las manos de sus enemigos”. Frases como estas están en la tras-escena de las ordalías, que como se recordaran, se pusieron en boga durante la edad media aún que su origen se hunde en el pasado remoto. Pruebas como tener que sacar un objeto sumergido en agua o aceite hirviendo, demostraban que Dios testimoniaba a favor suyo, si la mano salía libre de quemaduras.

Probar a Jesús con humillaciones, tortura y muerte ignominiosa, como lo dice la Primera lectura de hoy, apela a Dios como Testigo en defensa del reo, porque el acusado apela a Dios como defensa, si se hace llamar Mesías, tendría que defenderlo, si es su favorito, su preferido, hay Quien mire por él (Sab 2, 20c).

¿Quien puede tejer tal plan digno progenitor de la “cultura de la muerte”? Evidentemente, el malvado, como lo dice la perícopa que comienza así: “Los malvados dijeron entre sí….”. Un plan así no puede ser ingeniado por una persona bondadosa; sólo el discípulo del Malo puede regurgitar un pretexto para lastimar y matar al “justo”.

Todo malvado piensa que el testimonio de alguien que obra rectamente para lo único que sirve es para delatar la maldad de sus propias acciones.

Y sin embargo, el “justo” es la semilla del Reino, algo así como el Reino en estado embrionario. Matar al “justo” es una especie de aborto del Reino, se trata de impedir que salga de su estado embrionario. Se trata de ahogar la semilla del Reino porque sería el ocaso del dominio del Malo. Por eso el Bien siempre será perseguido.



Pero su muerte es sólo provisional, ahora lo sabemos, porque el Padre Celestial le hará Justicia, y lo resucitará el “Tercer Día”. Como se proclama en el Salmo de este 25º Domingo Ordinario del Ciclo B, el Salmo 53: “Pero el Señor Dios es mi ayuda, / Él, quien me mantiene vivo”.  Esta Justicia Divina es lo que celebramos cada Domingo

2.

Cómo logra el Malo aferrar su zarpa en nuestro corazón? La respuesta viene en la perícopa de la Carta del Apóstol Santiago: Por medio de las “malas pasiones”. Y, ¿Cuáles son esas “malas pasiones”? La codicia, la ambición y el derroche en placeres. “Donde hay envidias y rivalidades, ahí hay desorden” (Sant 3,  16)



En cambio, y también los señala el apóstol Santiago, los rasgos del “justo”, que Santiago denomina “poseedor de la sabiduría” son los siguientes:

a) son puros
b) Son amantes de la paz
c) Son comprensivos
d) Son dóciles
e) Están llenos de Misericordia
f) También están llenos de buenos frutos (recordemos que por sus frutos los reconoceréis (Mt 7, 16.20)
g) Son imparciales
h) Son sinceros
i) Pacíficos, por tanto, siembran la paz y recogen frutos de justicia.


O sea que “el justo” es un constructor de paz, porque todos sus rasgos lo caracterizan como tal. Repasemos la lista y veremos patente y tangible la descripción del que ama la paz y se deja conducir “como un manso cordero es llevado al matadero” (Jer 11, 19b)

3

¿Donde nos quedamos el Domingo anterior en el Evangelio según San Marcos? En la perícopa 8, 27-35. «Justo después de la primera curación de un ciego, la visión espiritual de Pedro ya está parcialmente curada, de modo que puede responder con fe a la siguiente pregunta de Jesús “Y vosotros, ¿quien decís que soy yo?” Pedro le responde “Tú eres el Mesías” (Mc 8, 29). Pero su visión es sólo parcial, porque no comprende la explicación de jesús respecto de que su mesianismo significa crucifixión y muerte… De hecho en esta sección central del Evangelio de marcos Jesús predice tres veces su pasión, pero ve que sus discípulos están ciegos a su significado: después de la primera predicción Pedro le reprende (Mc 8, 32); después de la segunda (Mc 9, 34), los discípulos discuten sobre quien será el mayor;…»[1] A este punto llegamos hoy. Los discípulos están presos de las “malas pasiones” de las que nos habla Santiago en la Segunda Lectura de este Domingo. Si Jesús es el Mesías, ya lo hemos visto, esto se tomaba como ‘Rey–y–General’ de Israel (esta es la traducción más lógica desde ese contexto de la palabra mesías) , entonces, Jesús iba a instaurar un reinado, ¿Quiénes serían los dignatarios de este reinado?, si ellos eran los que andaban con Él y lo apoyaban, se podía esperar que nombraría de entre ellos sus burócratas principales, ellos –según su entender- estaban señalados, mejor dicho, predestinados a ser la corte real, habían dejado su oficio de pescadores para recibir cargos reales. Palabra más, palabra menos esta es la situación.

a) Lo primero que vemos, en la perícopa evangélica de este Domingo es que Jesús, después de la confesión de Pedro, quiere concentrarse en la educación, capacitación, formación de sus discípulos, ya no tanto ocuparse de la gente en amplio, sino dedicarse más en sus discípulos porque ellos están “llamados” a ser los continuadores de la tarea del “anuncio”(Mc 9, 30-31a).


b) Inmediatamente, Jesús anuncia su pasión por segunda vez (Mc 9, 31b-32) pero, como un mecanismo de negación, ellos “se hacen los de las gafas”, Marcos lo presenta como un no entender, a la vez que un “tener miedo”, lo cierto es que evaden el tema, se dedican a otro tema, se ponen a discutir otro asunto. Mientras Jesús les reinterpreta la clase de mesianismo que Él va a practicar, el tipo de “trono” en el que se piensa sentar y los medios con los que Él alcanzará la “realeza”; ellos, por su parte, siguen en el tema del reparto de cargos y la distribución de importancias.

c) Entonces, en resumidas cuentas, ¿de qué se trata? De romper el cascarón del egoísmo, de romper con las “malas pasiones”. La propuesta es despertar y darnos cuenta que el ansia de poder nos aleja de un discipulado fiel. En cambio, se nos propone –como un Mandamiento- pero no en términos de mandato sino en un lenguaje propositivo: “el que quiera”. Está ahí, es la oferta de Jesús, Él no procura encadenarte a su propuesta, sino que lo oferta a nuestra decisión: “Si alguno quiere ser” (Mc 9, 35b). Es aquí donde se nos hace ese llamado al servicio y Jesús nos aclara que el verdadero discipulado, la gran importancia de la persona se alcanza descentrándose del propio interés para concentrarse en el “otro”, en el prójimo, en aquel que puede esperar algo de nosotros, no por que nosotros tengamos que darle ese algo sino porque se lo damos por gratuidad, porque somos capaces de ver en él a un hermano, otro hijo de Dios como nosotros, necesitado y vulnerable como todos los hijos de Dios. Resumiendo, la propuesta es romper el cascarón del egoísmo y entregarnos al servicio.

d) Y viene la opción preferencial por los más débiles, por los más necesitados. Jesús escoge al ‘más débil, desprotegido y necesitado’ en aquella sociedad judía y de aquel tiempo. Escoge como proto-tipo de Mesías al discriminado por excelencia, que nada tenía y que ni siquiera era considerado persona en esa sociedad y esa cultura. Con gesto de Infinita Ternura, lo abraza y teje una transitividad: Un niño es como Él mismo, pero no queda ahí, el niño representa al Propio Padre Celestial. Si acogemos al indefenso, al débil, al necesitado, al Anawin, estamos acogiendo a Dios.



Adela Cortina propone el término “aporofobia” para designar nuestro repudio y la persecución a los pobres; recogiendo el término podríamos extrapolarlo y definir el discipulado de Jesús, el verdadero cristianismo como una aporofilia ; como una vocación de servicio que privilegia el cuidado y la atención principalmente de los más pobres, sin salidas, escasos de recursos.

¿Ansiamos primacías en el Reino de Dios? He aquí la vocación: Hagámonos los últimos entre todos y los servidores de todos, ese es el verdadero discipulado. Aprendamos y practiquemos la aporofilia, pero viendo en cada anawin el rostro de Jesús. ¡Ea pues, vayamos por el aprendizaje de la abnegación


[1] Barry, William A. sj. ¿QUIÉN DECÍS QUE SOY YO? Ed. Sal Terrae Santander- España. 1996 p. 92

sábado, 15 de septiembre de 2012

MÁS SOBRE EL VERDADERO DISCIPULADO


Is 50, 5-9; Sal 114, (1-9);  Sant 2, 14-18; Mc 8, 27-35

… que podamos tener la valentía de luchar hasta el fin y ganar la batalla de la fe, de la esperanza y de la caridad.

Card. Carlo María Martini

¿Cómo podemos ser discípulos a menos que entendamos lo que dice el Maestro? El discipulado depende de un conocimiento real y profundo de las enseñanzas del Maestro. Para seguir a Jesús -venimos a darnos cuente precisamente con la perícopa evangélica de la Eucaristía de este XXIV Domingo del Tiempo Ordinario, ciclo B: Mc 8, 27-35- se requiere tener en claro su Identidad.

Exactamente en la perícopa anterior del evangelio de San Marcos se narra la historia del ciego del Betsaida: Jesús lo sana, mojándole los ojos con saliva, pero, según el relato evangélico el hombre no se sana de golpe, inicialmente su ceguera le impide ver con claridad, como si todavía fuera un poco ciego, ve mal, ve borroso, nublado, dice él que ve a los hombres como si fueran árboles que caminan (Cfr. Mc 8, 24b); o sea, que en su primer etapa de sanación, él no está completamente curado, algo de su ceguera permanece. Por eso, se ha dicho que Jesús lo cura por etapas. Jesús, entonces, lo vuelve a tocar con su poder sanador y, ahora si que la vista del ciego queda como diríamos 20/20, ya lo ve todo nítido (Cfr. Mc 8, 25).

Esta es la situación del discípulo. No se llega a ser cristiano maduro de una sola vez, el discipulado tiene su aspecto procesual. Recibimos el Llamado y luego, paulatinamente vamos madurando en nuestra fe, vamos creciendo y fortaleciendo nuestra conciencia y penetrando cada vez más hondo en la verdadera concepción de Jesús, en el meollo de su conocimiento. Esto mismo es lo que le sucede hoy a San Pedro: Él logra una aproximación, brillante, luminosa de Quien es Jesús. Sin embargo, y acto seguido, se descubre que detrás de esta exitosa declaración se esconde una incapacidad para ver bien, para ver claro, para aceptar el verdadero núcleo del discipulado: “Si alguno quiere seguirme, que se niegue a sí mismo , tome su cruz y sígame”. (Mc 8, 34b).

San Pedro es un discípulo en formación, en crecimiento; al leer las Sagradas Escrituras, en el Segundo Testamento, nos topamos con este hombre tan parecido a nosotros mismos, que quiere seguir a Jesús, que cree haber entendido su Mensaje, que cree saber lo que Él se propone y cómo lo llevará a término. Es muy honesto, también es muy impulsivo, es admirable y a medida que uno avanza en la lectura, va entendiendo porque mereció ser puesto como piedra fundamental de la Iglesia. «Hay en él mucha generosidad, entusiasmo, impulsividad y amor sensible al Señor. Pero también hay exceso de confianza en sí mismo y en sus posibilidades. Su ide de Cristo y del Reino a los que se había entregado, era aún superficial… Pedro experimenta una creciente dificultad en comprender la naturaleza de seguimiento. Cuando Jesús habla de la cruz, se escandaliza… El seguimiento de Pedro, desde la conversión superficial e incipiente hasta la conversión madura de la fe, a través de la crisis, es un paradigma del proceso de la conversión de todo cristiano.»[1]

Todos estamos llamados a vivir no el Llamado, porque no podemos quedarnos ahí –pese a que es muy dulce sentirse Llamado, porque uno se siente privilegiado, se siente escogido, casi dijéramos que se siente preferido; en el Llamado se hace evidente un amor preferencial. Pero no podemos quedarnos en la Transfiguración, es preciso bajar del Tabor, y caminar hacia Jerusalén, y luego… hacia el Calvario. Podríamos compararlo con una persona que va  a la Universidad, estudia con esmero, se gradúa, y después, se pasa el resto de la vida sentado en el paraninfo donde tuvo lugar la ceremonia de graduación. Esa es la imagen de alguien que se queda en el Llamado.

En cambio, el verdadero discípulo, como el verdadero profesional, no se conforma con su “diploma”; sale a ejercer su profesión, aun cuando unas serán de cal y otras serán de arena. La vida del discípulo no es de quietismo, no es de metas alcanzadas, sino de caminar permanente. La fe se fortalece en la práctica, (no en el boleo de la camándula, aún cuando las oraciones de repetición son uno de los elementos de su edificación), hay tantas cosas por hacer, que por eso Jesús nos nombro y nos llamó a ser sus Manos, sus Pies y su Boca para llevar el Anuncio hasta los últimos rincones de la tierra. (Cfr. Mac 16, 15. Mt 24, 19-20) El Llamado no es para quedarnos en él, auto-contemplativos y omphalompsíquicos; sino para invertir, para gastar nuestra vida, para perderla en aras de la Buena Noticia (Cfr. Mc 8, 35).

«… hay otro aspecto muy importante,… el de asumir la personalidad corporativa. Uno se convierte en pueblo a través de un proceso gradual, no fácil, fatigoso, porque esto significa también una muerte a sí mismo, una ascesis, una purificación, una conversión: se convierte en un pueblo, en la voz en la conciencia de un pueblo, en el sufrimiento de un pueblo»[2] Esta afirmación del Cardenal Martini nos parece de suma importancia para nuestro caminar en la fe. Haciendo alusión al caminar de San Pedro se nos convida a una espiritualidad vital, a un verdadero discipulado, que va muriendo al egoísmo del “sí mismo” y va creciendo en fraternidad, en solidaridad, en conciencia de ser-prójimo, en la superación del individualismo y del subjetivismo para sentirse pueblo, pueblo de Dios, parte de esa corporeidad que integra el Cuerpo Místico de Cristo. Y ese es el Camino del verdadero Discípulo, el que crece todos los días otra gotita, y, gota a gota se co-corporiza con sus hermanos en la fe, se hace Iglesia, asumiendo en ella, una personalidad corporativa. Así cada día es un peldaño que conduce a ese punto-cúspide donde con San Pablo diremos ”Ya no vivo yo, sino Cristo es quien vive en mí” (Gál 2, 20).

No es por capricho, no es por charlar de algo que Jesús pregunta a sus discípulos ὑμεῖς δὲ τίνα με λέγετε εἶναι “¿Quien dicen que soy yo?”(Mc 8, 29).

2

En la Primera Lectura «… aparece así el aspecto más impresionante del Siervo que ocupará amplio sitio en el poema: el Siervo de Dios sufre, es perseguido. Le golpean en la mejilla como a un idiota (Jb 16, 7-11; 30, 8; Pr 10, 13; 19, 29); a él, que es el sabio por excelencia por ser portavoz de la Palabra, le tratan como un bufón (1Co 1, 17-25); así serán tratados Miqueas, hijo de Imla (1R 22.24) y Jeremías. El desprecio se vuelve agresivo en los esputos, y al mesarle la barba. Sin embargo, sale concientemente al encuentro de estas consecuencias de su ministerio, seguro de la victoria (vv. 7-9; Rm 8,31ss) gracias a la cercanía de Dios (Sal 37, 33).»[3][5]  El  Señor  Yahvé me ha abierto los oídos y yo no me resistí ni me eché atrás. [6]  He ofrecido mi espalda a los que me golpeaban, mis mejillas a quienes me tiraban la barba, y no oculté mi rostro ante las injurias y salivazos.

[7]  El  Señor  Yahvé está de mi parte, y por eso no quedaré confundido; por eso endureció mi cara como piedra. y yo sé que no quedaré frustrado,
[8]  Cercano está a mí el que me hace justicia, ¿quieren meterme pleito? ¿Quién es mi adversario Presentémonos juntos, y si hay algún demandante, ¡que se acerque!
[9] Si el  Señor  Yahvé está de mi parte, ¿quién podrá condenarme? Todos se harán jirones como un vestido gastado, y la polilla se los comerá. Is 50, 5-9

Esta similitud con los profetas en Tanto Que portador de la Palabra de Dios, emisario directo Suyo, y, por tanto la Sabiduría personificada. Sufre, como lo presagiara Isaías, toda clase de vejaciones; y no las padece por casualidad, o por que lo sorprenden consecuencias insospechadas; al contrario, estas son consecuencias de su ministerio que Él arrostra consciente, como inevitable consecuencia. Por eso, en el Evangelio que leemos y estamos considerando, no solamente vaticina su propio destino sino que, además, lo señala como inevitable secuela para sus verdaderos seguidores.  Jesús no hace una propuesta que nos lleva hacia la comodidad, no es una invitación a sentarnos en un sillón reclinable.

¡Seamos honestos! ¡Nada más remoto al lecho de rosas!

3

¿De qué le sirve a uno decir que tiene fe, si no lo demuestra con obras? «Como Pedro, podemos entregar nuestro trabajo y todas las cosas, pero reservarnos en nuestro fondo de egoísmo»[4] El verdadero discipulado entraña el compromiso con el Reinado de Dios. Algunos especialistas señalan que Jesús no nos pide semejante compromiso. ¡Qué clase de especialistas son! La frase no está consignada como tal,  pero con un mínimo de entendimiento del conjunto inmediatamente se percibe que el hilo entreverado en toda la Revelación es esta puesta en obra, pues la fe sin obras es inútil.

Tomaré los versos de Jesús Burgaleta para decirlo:


Tú, Jesús, estás en mi torpe amor entregado a cuentagotas a mi hermano.
Tú eres el que me llama a estar a estar junto al que sufre,
junto al que llora, junto al necesitado.
Tú eres el de la cárcel, que no visito,
Tú eres el que llama a mi puerta,
el que me pide el pan que no comparto.
Tú eres el que tiene hambre y sed de justicia por la que no lucho.
Tú eres el que va desnudo
porque le han quitado la ropa que yo me pongo…

«Es posible que en algunas épocas y lugares esta enseñanza se debilitara en la predicación ordinaria, o que los católicos en números significativos no fueran coherentes, o que haya sido presentada en forma “espiritualista”, sin llevar a las consecuencias sociales… Pero es innegable que la orientación más oficial del magisterio de la Iglesia fue siempre esa.»[5]

Regresemos a Isaías, y leamos un comentario que sobre el Siervo Sufriente hace Carlos Mesters: «Un rostro no es par ser descrito. No se podría! Es par ser descubierto, mirado y amado… Para nosotros hablar de Dios suele ser cosa abstracta y distante que tiene que ver muy poco con los problemas concretos de la vida del pueblo… Un rostro tiene muchos rasgos…destaco sobre todo cuatro: amor desinteresado, poder creador, presencia fiel y …el Dios del pueblo es un Dios santo: pide justicia, exige compromiso y envía a la misión… “Evangelizar” es anunciar los hechos donde la gente observa a Dios venciendo la opresión y liberando a su pueblo; se anuncia la victoria de Dios en hechos concretos que están sucediendo aquí y ahora (Is 52, 7-10; 62, 11-12; 40, 9-11).»[6]

Por mencionar una de las obras que nos compromete:

a) Anunciar que Dios está vivo, que no está muerto, ni dormido, ni distraído
b) Que Dios vence aquí y allá; que el Malo, por mucho que se haga propaganda, que adule sus obras malévolas, está siendo vencido por el Bien. Claro que muchos no lo ven, sólo ven hombres que parecen árboles. Nosotros tenemos que ser el segundo pase de la Mano Sanadora de Jesús.
c) Que no nos agote el pesimismo, que no nos cunda el desaliento, que no tiremos la toalla solo porque algunos “desanimadores” profesionales tratan de hacernos ver las cosas marrón oscuro, cuando la Claridad del Señor resplandece como Alborada anunciada.
d) Hagamos la tare a conciencia: No busquemos a Dios venciendo con bayoneta calada y misiles. Busquemos a Dios floreciendo por doquiera en ternura inmortal y amor eterno.

«Los profetas son las torres de Dios; se dejan conducir por el Espíritu Santo y, por eso, son los primeros en captar los signos de los tiempos, las señales que Dios hace a los hombres para que puedan encontrarlo y seguirlo»[7]

Tenemos miles de obras por emprender, tenemos que permitirle a la fe que de sus pasitos, que aprenda a caminar, hasta que tenga paso firme, y luego… caminar, caminar y caminar. Correr, si se puede, mientras la piernas resistan, siempre adelante, siempre en pos de Jesús, y jamás desfallecer: ¡anunciar y denunciar!

Pedro pensaba como los hombres, nosotros hemos sido convidados a pensar como Dios. Pensar como Dios, dice Averardo Dini “es comprometerse a realizar su proyecto,/ es buscar ante todo su voluntad,/ es gastar la vida por amor,/ es aceptar subir al calvario,/. es escoger el último sitio en la mesa,…[8]

Oremos con Monseñor Martini:

«Permanece en nosotros, Cristo Señor, por la fuerza de tu Espíritu, ora en nosotros, para que podamos comprender la plenitud de nuestra llamada, los peligros que nos amenazan, las acechanzas de Satanás sobre nosotros, sobre la Iglesia, sobre nuestro tiempo, y para que podamos tener la valentía de luchar hasta el fin y ganar la batalla de la fe, de la esperanza y de la caridad. Te lo pedimos, oh Padre, por medio de Cristo nuestro Señor. Amén»[9]



[1] Galileo, Segundo. EL SEGUIMIENTO DE CRISTO. Ed. San Pablo. Santafé de Bogotá – Colombia 1999. pp. 12-14
[2] Martini, Carlo María. ITINERARIO ESPIRITUAL DEL CRISTIANO. Ediciones Paulinas. Santafé de Bogotá, 1992. p. 9
[3] Ravasi, Gianfranco. LOS PROFETAS. Santafé DE Bogotá – Colombia 1996 p. 123
[4] Galileo, Segundo. Op. Cit: p. 18
[5] Ibid. p. 46
[6] Mesters, Carlos O.C.D. LA MISIÓN DELPUEBLO QUE SUFRE LOS CÁNTICOS DEL SIERVO DE DIOS EN EL LIBRO DEL PROFETA ISAÍAS. Quito –Ecuador. 1993 pp. 58-67
[7] Estrada, Hugo. sdb.  PARA MÍ ¿QUIÉN ES JESÚS? Ed. Salesiana Guatemala, 1998 p. 169
[8] Dini, Averardo. EL EVANGELIO SE HACE ORACIÓN TOMO II – CICLO B. Ed. Comunicaciones Sin Fronteras Bogotá Colombia pp. 80
[9] Martini, Carlo María. Op. Cit. p. 14

sábado, 8 de septiembre de 2012

JESÚS, DILE EFATTÁ A NUESTRO CORAZÓN

Is 35, 4-7; Sal 145 (7-10);  Sant  2, 1-5; Mc 7, 31-37


A menudo me hago el sordo
cuando tu Palabra me incomoda demasiado.

Averardo Dini

1

De un cajón cerrado, ni se puede sacar nada, ni se puede guardar nada. Es preciso abrirlo para poderlo “usar”, para que sea útil, para que sirva para algo. Hay un “Ábrete” famoso en la literatura, se trata de la historia de Alí Babá, su esposa -Luz de Noche-, su  hermano –Kassim- y 40 ladrones. Según este relato de la literatura árabe, con la expresión “Ábrete Sésamo” se podía abrir la roca donde los cuarenta ladrones atesoraban el fruto de su delincuencia: Tesoros de toda clase entre metales y piedras preciosas en los que abunda la literatura oriental. Y, Alí Babá logró conocer la fórmula de acceso (y también de cerrado) de la dichosa caverna, lo que le permitió enriquecerse, pero también condujo a la muerte del ambicioso hermano, quien olvidó que debía unir a la orden de apertura el nombre de este grano: el Sésamo (o sea, el ajonjolí).

Podríamos decir que la palabra de Dios para este XXIII Domingo del tiempo ordinario en el ciclo B, gira en torno a esta palabra: “Ábrete”, pronunciada por Jesús, y aún más, registrada por San marcos en arameo.

A quién dirige Jesús esta palabra, ¿al sordo-mudo que está curando? Ciertamente que no, puesto que los sordos no oyen. Es la Voz creadora de Dios que habla a los elementos, a la realidad, a la materia para ordenarla. Esa es la característica de la Palabra de Dios, en lo cual difiere de la palabra humana. Para nosotros, hay una gran distancia entre nombre y ser, en cambio, cuando Dios nombra, simultáneamente llama a la existencia lo nombrado. ¡No bien Él habla, ya lo nombrado existe!

Jesús no ordena “Ábrete” para que lo oiga el sordo mudo; tampoco para que los testigos presenciales lo oigan. Jesús ordena  a los tejidos constitutivos del oído enfermo que se reagrupen, que se ordenen de tal forma que el hombre pueda oír, quede abierto, o sea, pueda ser verdaderamente hombre, no cosa, sino persona que oye y puede responder; ser relacional que puede unirse a la comunidad e interactuar con ella. Cabe destacar que el proceso sanador que cumple jesús es siempre el de devolver al ser marginado a su comunidad y “liberarlo” de su aislamiento, que muchas veces es desprecio, es exclusión, es rechazo por parte de sus congéneres.

La palabra Effatá deriva del arameo פְּתַח petach, el verbo abrir. Tan es una alusión a la Creación que se retoma la expresión con la que se corona el Acto Creacional en Génesis 1, 31: “Y Dios vio que todo lo que había hecho estaba muy bien. De este modo se completó el sexto día:” Hoy San Marcos, en la frase final de la perícopa del Evangelio dice: “Todo lo hace bien. ¡Hasta puede hacer que los sordos oigan y que los mudos hablen! Mc 7, 37.


¿Cómo podemos vivir Jesús-mente? Tratando de hacer el bien en todo cuanto obremos. Se podría afirmar que hacer las cosas bien, muy bien, define la naturaleza humana. Porque somos hijos de Dios, recibimos ese rasgo, debemos tratar de hacer el bien, con gestos creativos (aún cuando no podemos Crear a la manera de Dios, sacando algo de la nada, si podemos crear a la manera imperfecta –pero agradable a Dios- sanado, arreglando, trasformando positivamente, procurando inocular al Amor de Dios en nuestras acciones).

2

En la perícopa de Isaías que conforma hoy la primera Lectura escuchamos el Espíritu Paráclito que nos impulsa, que nos “Abre”, que nos dinamiza, que nos moviliza, que nos llama al entusiasmo por medio de una Promesa. De esta promesa es portador el Profeta: Llena de cosas positivas empezando con el augurio de que vendrá Dios, vengador y justiciero.

Pero ¿de qué venganza habla?, ¿a qué clase de justicia se refiere? Nosotros creemos que habla de Venganza y Justicia con mayúscula. No podemos concebir a Dios con figura vengativa, mucho menos aplicando una justicia retaliativa. Simplemente porque Dios es mucho más grande que nosotros que en nuestra pequeñez concupiscente podemos anhelar formas sofisticadas de la Ley del Talión.


En la promesa de Dios están cuatro sanaciones prodigiosas que visibilizaran la Presencia de Dios, el cumplimiento de sus Promesas y la llegada de los Tiempos Prometidos:

a) Los ciegos verán
b) A los sordos se les abrirán los oídos
c) Los cojos se curarán de esta dolencia
d) Y el mudo ya no lo será más.

Pero como si esto fuera poco, el suelo también se trasformará para que vivamos en la plenitud paradisíaca:

a) Habrá agua donde antes era desierto
b) En la estepa correrá el líquido preciso como torrente, o sea, abundantemente
c) El páramo será entonces un verdadero estanque
d) Y la tierra seca, se transformará en un manantial.

Así la prodigalidad de Dios, su Munificencia, su Abundantísima Generosidad sobrepasará toda expectativa. Es por eso que alabamos a Dios, no sólo por lo que ha hecho a nuestro favor; sino, también por sus Promesas, con las que podemos contar y que se cumplirán sin falta.

Por lo tanto: ¡Ánimo!

3

En la Segunda Lectura dice como demostramos que nuestra fe en Jesucristo es real, sincera, no hipocresía: ¡No tengan favoritismos!, es decir, no hay que hacer acepción de persona. ¡No podemos preferir al rico engalanado con joyas y vestidos suntuosos, al pobre andrajoso!

Así está puesto en la primera parrafada. Pero, al concluir, nos muestra que Dios si ha hecho acepción de persona, porque Él ha elegido a los πτωχοὺς pobres de este mundo para enriquecerlos con la herencia del Reino. O sea que Dios ha hecho una opción preferencial por los pobres. Así lo leemos en Santiago 2, 5.

También si vamos al salmo 146(145) nos dice que Dios hace justicia al oprimido, que da pan a los hambrientos, liberta a los cautivos, endereza a los que ya se doblan, da su sustento (como lo leíamos el Domingo anterior) a la viuda y al huérfano. Todos aquellos –digámoslo una vez más- que son marginados, despreciados, humillados, oprimidos, cuentan con la bendición de Dios porque son sus elegidos. (Cfr. Sant 2, 5).

¡Ojo! Que no vayamos a caer víctimas de la discriminación.

4

Sólo queremos decir dos palabras sobre el Evangelio, concientes que dejamos por fuera millones y millones de maravillas (como dice San Juan, si pretendiéramos decirlas todas, no cabrían los libros en la tierra Cfr. Jn 21, 25).

1) Qué ternura, que inagotable manantial de delicadeza hay en Jesús que, para curar al sordomudo, no lo convierte en espectáculo, no lo pune en evidencia frente a os mirones, no se regodea en hacerse Él mismo el centro de atracción: ¡Mírenme, Yo, el Sanador! No, todo lo contrario, con un tacto que sólo Dios tiene, haciendo uso de delicadeza extrema, lo lleva aparte, le evita incomodidad, no lo pone en evidencia, no lo pone en picota pública. Él quiere sanarlo, recuperarlo para la Comunidad, no ensoberbecerse ante su Poder Divino que le permite sanar, sino liberar a este necesitado-de-liberación.



2) Sobre el secreto mesiánico: Diferente a los políticos demagogos, Jesús no está en “campaña”. Para Él no se trata de bombo y platillos. Quiere hacerle un bien al sordo-tartamudo, quiere integrarlo, liberarlo, redimirlo de su condición excluyente. Pero para Él, nada significa la publicidad; Él sólo anuncia el Reino, no quiere protagonismo, ni popularidad.

Hoy día sabemos que Jesús es un Mesías de Paz, no vengativo, no retaliativo, no nacionalista, nada sectario, nada excluyente, nada bélico, no será capitán de ejércitos, ni emperador entregado a sus conquistas, a implantar su hegemonía, en edificar su tiranía. No está interesado en hacerse una corte de esclavos, no busca el servilismo de nadie,  a nadie llama siervo, a todos llama amigos, acepta el beso del traidor a sabiendas de que lo ha vendido. Pero en ese momento, los judíos, los fariseos lo que entendían como Mesías, era un caudillo, ese era el esperado, un César, un David elevado a la n-sima potencia. Por eso Jesús es recatado, anónimo, mantiene –como se suele decir hoy día- un bajo perfil: Ese es el motivo detrás del Secreto Mesiánico. Ni siquiera sus discípulos pueden entender el mesianismo de Jesús: lo entenderán después de su muerte, poco a poco, como producto de la obra del Espíritu Santo en ellos.

5

Se ha iniciado según los anuncios del gobierno, un esperanzador proceso de paz, en nuestro país, consistente en unas conversaciones con la guerrilla de las FARC. Saludamos ese proceso, oramos por él y, los invitamos a unirnos en cadena de oración, para rogar a Dios que su Sonrisa resplandezca sobre ese proceso, de tal manera que -por fin- después de tantos avatares que lo han impedido, que lo han torpedeado, donde tantos y tantos “intereses” en contra lo han entorpecido (porque no podemos desdeñar que hay muchos interesados en mantener esta guerra y que muchos se benefician de ella dado que “en río revuelto ganancia de pescadores”), muchos han sacado su tajadita (o su tajadota) y temen que les maten la “gallinita de los huevos de oro”.

Pero, nuestra fe no decae porque sabemos que El Señor siempre es fiel a su Palabra, que las promesas dichas a través de Isaías se cumplirán, por eso confiamos en que –por encima de esos intereses belicistas, estará el Poder-Bondadoso de Dios:
Reine el Señor eternamente,
Reina tu Dios,  oh Sión
Reina por los siglos.

En ese contexto del “Dialogo de Paz” queremos recordar un cuentito de los famosos cuentitos de Tony de Mello, titulado JESÚS VA AL FÚTBOL, porque tiene mucho que ver con la necesidad de “abrirse” para ser capaces de oír, de hablar, de dialogar. El dialogo no puede ser impositivo, en el dialogo se tiene que estar dispuesto a ceder. Un dialogo sin escucha sincera y abierta es un dialogo de sordos. Por eso, este proceso necesita de los dedos de Jesús en los oídos de nuestro país, de los “comisionados” para adelantar esta negociación –de ambas partes-, además honestidad; no puede ser sólo un ardite para la captación de votos, no puede ser sólo un distractor para seguir haciendo más de los mismo: más guerra, más muerte, más pobreza, más injusticia.

Jesucristo nos dijo que nunca había visto un partido de fútbol. De manera que mis amigos y yo le llevamos a que viera uno. Fue una feroz batalla entre los 'Punchers' protestantes y los 'Crusaders' católicos. Marcaron primero los 'Crusaders'. Jesús aplaudió alborozadamente y lanzó al aire su sombrero. Después marcaron los 'Punchers'. Y Jesús volvió a aplaudir entusiasmado y nuevamente voló su sombrero por los aires. Esto pareció desconcertar a un hombre que se encontraba detrás de nosotros. Dio una palmada a Jesús en el hombro y le preguntó: «¿A qué equipo apoya usted, buen hombre?».

«¿Yo?», respondió Jesús visiblemente excitado por el juego. «¡Ah!, pues yo no animo a ningún equipo. Sencillamente disfruto del juego».El hombre se volvió a su vecino de asiento y, haciendo un gesto de desprecio, le susurró: «Humm... ¡un ateo!».
Cuando regresábamos, le informamos en pocas palabras a Jesús acerca de la situación religiosa del mundo actual. «Es curioso lo que ocurre con las personas religiosas, Señor», le decíamos. «Siempre parecen pensar que Dios está de su parte y en contra de los del otro bando».Jesús asintió: «Por eso es por lo que Yo no apoyo a las religiones, sino a las personas», nos dijo. «Las personas son más importantes que las religiones. El hombre es más importante que el sábado»,«Deberías tener cuidado con lo que dices», le advirtió muy preocupado uno de nosotros. «Ya fuiste crucificado una vez por decir cosas parecidas, ¿te acuerdas?». «Sí... y por personas religiosas precisamente», respondió Jesús con una irónica sonrisa.[1]

Que este país, tod Colombia, diga en oración:


Tócame a mi también, Señor,
con la mano de tu Gracia, para que me libre
de la suciedad y de los defectos que tengo,
de tal modo que sea siempre menos indigno de ti
ya que siento en mi interior
la tristeza de no haber llegado a Tu Perfección.
Amén[2]

Bendícenos con esta gotita que nos acercará a la Paz, no es la Paz, pero nos acercará a ella. En medio de tanto olor  a muerte, una refrescante ráfaga de olor a vida.




[1] De Mello, Anthony, s.j. EL CANTO DEL PÁJARO Ed. Sal Terrae Santander-España 27 ed.1982 p. 189
[2] Dini, Averardo. EL EVANGELIO SE HACE ORACIÓN TOMO II – CICLO B. Ed. Comunicaciones Sin Fronteras Bogotá Colombia pp. 79